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Cajamar radiografía la evolución del cooperativismo agrarario valenciano

  • Roberto García Torrente analiza cómo se ha sobrepuesto para salir de la crisis apostando por la innovación y recuperando tierras abandonadas

Roberto García Torrente, director de Innovación Agroalimentaria de Cajamar.

Roberto García Torrente, director de Innovación Agroalimentaria de Cajamar. / javier alonso

El Área de Innovación agroalimentaria de Cajamar inició en 2013 una intensa labor de apoyo al sector agrario en la Comunitat Valenciana. "A través de proyectos de investigación, de jornadas de transferencia, de cursos de formación para jóvenes y cooperativas y de numerosas reuniones de trabajo, hemos intentado buscar y proponer acciones que ayuden a mejorar la situación de los agricultores y de las empresas valencianas. En algunos casos hemos conseguido avances prometedores. Pero en otros nos hemos encontrado, con cierta frecuencia, una visión negativa y poco esperanzadora de cara al futuro". Así arranca Roberto García Torrente, director de Innovación Agroalimentaria del Grupo Cajamar, un artículo que acaba de publicar en el blog de la entidad, con el que analiza la evolución del cooperativismo agroalimentario valenciano.

García Torrente recuerda los años de la crisis en la citricultura, "algo difícil de comprender en un contexto en el que la demanda de alimentos es cada vez mayor y en una sociedad preocupada por la salud, aspecto en el que los cítricos tienen unos atributos especialmente interesantes", apunta.

DocumentalCajamar ha editado un documental que presentó este jueves en Vilamarxant

A pesar de ello, los agentes que trabajan en el sector seguían confiando en su futuro, abordando ambiciosos proyectos de modernización y ampliación de las superficies productivas. "Esta realidad nos hace pensar que la crisis no está en la producción y comercialización de naranjas y mandarinas, sino en determinadas estructuras organizativas que fueron muy dinámicas y competitivas pero que no han asumido los cambios que la nueva realidad exige. Esta situación afecta principalmente a las cooperativas valencianas. Un modelo que permitió generar y distribuir la riqueza entre muchos pequeños agricultores, y que fueron el motor de desarrollo económico de muchos territorios, pero que se ha ido sumiendo en una progresiva depresión", señala.

García Torrente apunta que la situación de todas las cooperativas no es la misma. A su juicio, algunas han encontrado una válvula de escape gracias a la producción de nuevas especies, que han alcanzado altas cotizaciones en los mercados, pero una amplia mayoría sigue un proceso de pérdida continuada de producción y de rentabilidad que presiona a la baja las liquidaciones que reciben sus socios.

"En Cajamar somos conscientes que la única forma de revertir esta tendencia es asumiendo riesgos e innovando. Por ello, cuando desde la Cooperativa de Benaguacil nos plantearon su proyecto, con el que pretendían recuperar parte de las tierras abandonadas por los socios, modernizarlas, generar economías de escala e, incluso, adquirir nuevas fincas que les permitiera mantener o incrementar el volumen de producción de la sociedad, nos pareció que se trataba de una iniciativa valiente e interesante que podía alumbrar soluciones a la tan comentada crisis", recoge.

Una iniciativa que contó con la Universitat Politècnica de València como compañero de viaje.

La mejora de la competitividad no solo depende de nuestra capacidad de innovación tecnológica, también de que seamos capaces de incorporar innovaciones sociales. Y las cooperativas necesitan adaptarse a un siglo XXI en el que los cambios se producen a velocidad de vértigo.

Como muestra del trabajo realizado, Cajamar ha editado un documental, en el que se exponen muy sintéticamente las inquietudes y las expectativas de los protagonistas de este tipo de proyectos, y que presentó este jueves 22 en Vilamarxant.

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