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Calle Lope de Vega (I)

  • Cuartel. Perteneciente a la feligresía del Sagrario, pila mayor de la Catedral, la calle Lope de Vega fue adscrita al distrito o cuartel 3º tras la división administrativa de la ciudad en 1836

Calle Lope de Vega (I)

Calle Lope de Vega (I)

Instalados en el centro histórico, tras exprimir lo noticiable de la calle Arráez nos trasladamos a la igualmente tradicional Lope de Vega: de Santo Cristo/Jovellanos (tramo alto del eje comercial Real-Tiendas; esquina de Casa Puga, para entendernos) a plaza de La Catedral, enclave neurálgico de la Almería católica. Desde que tenemos noticias, en la primera mitad del siglo XIX completaba la llamada "carrera oficial chica" (con Eduardo Pérez, Real y Catedral) o circuito por el que discurrían las más significadas procesiones cívico-religiosas: san Esteban (portando el pendón de Castilla), Corpus, Bula de la Cruzada o Entierro de Cristo. En la actualidad sigue siendo una calle semanasantera por excelencia; lugar idóneo por su estrechez y sabor antiguo donde contemplar el discurrir de distintas cofradías (en aumento cada año) en su recogida o haciendo estación de penitencia a la seo-fortaleza.

Hasta el s.XVIII se la conocía por la del Correo, dado que de aquí salía y llegaba la diligencia semanal a Granada que -por el Camino Real- transbordaba hasta Madrid la correspondencia oficial y privada, raramente ocupada por viajeros. Tapia Garrido la cita asimismo como de la Carcajada, pero tal nominación jocosa debió ser apodo coloquial, extemporáneo. El rótulo definitivo (inalterable en el tiempo) en honor del Fénix de los Ingenios (Madrid, 1562-1635) es anterior al nomenclator elaborado por el abogado y concejal Alfonso M. Cano -redactor en 1864 de la Primera Ordenanza municipal-, quien fijó el listado eliminando nombres vulgares e incorporando el de personajes universales: Séneca, Trajano, Lucano, Averroes, Boabdil, Cervantes, Quevedo, Velázquez, Murillo o este de Lope de Vega.

En 1875 el arquitecto Trinidad Cuartara la alineó irregularmente en dos tramos diferenciados

Olvidado ya como primitivo arrabal de La Musalla u Oratorio de la época musulmana, en esta decimonónica centuria las autoridades municipales emprendieron la remodelación progresiva de la urdidumbre capitalina de callejuelas estrechas y sinuosas, arcaica e incómoda, obligados por el crecimiento demográfico y razones de índole higiénico-sanitarias. Para su más racional diseño, el pleno de 19-I-1836 la dividió administrativamente en 11 "cuarteles" o distritos; nueve de ellos a intramuros y otros dos al exterior de las murallas, comprendiendo Las Huertas (San Sebastián), Vega, Cañada y Llanos de El Alquián; refrendados en 1846. Nuestra epigrafiada formó parte del cuartel nº 3, en la feligresía del Sagrario, pila mayor de la Catedral. Parroquia que según el Padrón de Nobles de 1731 acogía a 58 apellidos principales: vizconde del Castillo de Almansa, José Villalobos Belvis y Benegas, Lorenzo Juan Puche, Gaspar de Martos Careaga, Luis de Perceval Castillo o Luis de la Torre Marín, entre otros. En julio de 1830 el censo de hijodalgos experimentó un considerable descenso en el conjunto de las cuatro parroquias existentes: Sagrario, san Pedro, Santiago y san Sebastián: solo se contabilizan 27 avecindados en la ciudad que "gozan de privilegio de nobleza personal por sus grados y profesiones".

El proyecto de alineamiento en 1855 (y otro posterior en 1875 a cargo del arquitecto Trinidad Cuartara) quedó inconcluso ya que solo se ensanchó el primer tramo: del palacio episcopal a la actual calle del Vicario Ortega que da paso a plaza Careaga. Dejando el resto como hoy se conoce, con los inconvenientes que suponía al tráfico de carruajes en ambos sentidos, amén de privarla de "otras ventajas que proporciona toda calle ancha y bien alineada". En 1836 habían tapiado, además, el callejón del Mico (San Indalecio) que comunicaba a c/. Cervantes por la trasera del Obispado, más adelante abierto de nuevo. En este trasiego urbanístico despareció del callejero la plazuela del Parralico: anchurón que ocupaba el pequeño tramo dedicado al sacerdote-historiador Miguel Ángel Tapia Garrido (antes Sancho Ortíz: entre Lope de Vega y Mariana). A diferencia de la empedrada y cercana Cid (Eduardo Pérez), su piso era de tierra, por lo que cuando caían cuatro gotas se convertía en un lodazal en el que llegaban a hozar los cerdos; desagradable situación que la prensa se encargaba de advertir seriamente al alcalde. O de afear los tumultos que mendigos y menesterosos organizaban con el sacerdote encargado de suministrarles la "limosna con la que el dignísimo señor obispo se digna obsequiarles semanalmente".

Esto por no detenernos en los gritos desaforados de cocheros que llevaban clientes de madrugada a una casa "non sancta" o en los charcos malolientes -rebosados de pozos negros- ante la falta de alcantarillado Total, que durante lustros estuvo hecha un asco a pesar de que, y esto es lo sorprendente, allí vivían familias y personajes respetables, caso de Eusebio Sánchez, canónigo, excelente orador y capellán del vecino convento de Las Puras; el pintor Francisco Prats y Velasco, con óleos colgados en el Museo del Prado y Ayuntamiento o Antonio Villegas Murcia, concejal en distintas legislaturas y de los más potentes comerciantes de ultramarinos y bebidas en la capital.

ACADEMIAS Y PERIÓDICOS

Mientras que en el extrarradio o barrios alejados del centro se asentaban los gremios artesanales, el entorno del "cuartel" catedralicio invitaba a establecer colegios y despachos profesionales. Así, un pleno de octubre de 1842 nos permite rescatar el que presumiblemente fuera el primer colegio particular de chicas en la ciudad:

Hízose lectura de un ejemplar impreso del Colegio de Señoritas de esta Ciudad, que remite su Sra. Directora, Dña. María de la Concepción Pereira; y se acordó: Quedar enterado el Ayuntamiento con satisfacción.

A este siguió- en relación no exhaustiva- una Academia de Francés con lo màs modernos métodos pedagógicos. En el nº 1 (1870) la de Matemáticas y preparación de carreras técnicas de Joaquín Piqueras, ingeniero de Montes; la de Latín, a cargo del subdiácono Juan Navarro Ojeda; la Academia General de Negocios (1865) abierta por Juan Montálvez y otra de opositores a Correos y Telégrafos de Juan Pío y José Cavanillas (1880), frente a c/. La Fuente (Beatriz de Silva). Asimismo, son varios los médicos que en Lope de Vega instalaron consultas particulares, aunque estos los relacionaremos el próximo domingo. Para finalizar valga el recordatorio de dos cabeceras periodísticas que aquí se avecindaron con redacción y talleres:

- El Grillo, en el nº 6 (1892). Semanario independiente y defensor de los intereses generales de la provincia. Dirigido por Juan Fernández Murcia

- El Noticiero, en el nº 9. Semanario general de noticias (1894); fundado por José Villegas, hermano del citado comerciante. Seis números al mes al precio de 50 céntimos ejemplar

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