Almería

Fiasco en Valencia a causa de la suspensión de la corrida de toros

  • Aunque el cartel era muy importante para las aspiraciones de los toreros la corrida no se pudo celebrar. Al almeriense le habría tocado el 56 y el 2.

Valencia. Una plaza de primera. Un cartel importante para aspiraciones taurinas almerienses de cara a la temporada. Ruiz Manuel toreaba en abono fallero fuera de ciclo en fechas de la patrona de la tierra. Máxima expectación con cerca de siete mil entradas en las carteras preparadas para ser señaladas previamente a la entrada del tendido.

En los corrales una corrida preciosa de encaste juanpedro, toda en tipo, muy pareja, con importantes pitones, con una media de quinientos kilos. Y en ello muchos, los que cual peregrinación rociera, se hacían llegar a la capital de la comunidad valenciana. Todos con el saludo amistoso que provoca el gusto por los toros y con el run-run de que se barruntaba algo grande.

Pero ya se sabe. La tarde tiene el prólogo de la mañana en la que se enlotan los toros, se reparten las puyas y las garrochas de picar, se preparan los pases de favor y se revisan los últimos detalles. Pero la mañana valenciana madrugaba sin sol con un caer de agua cual temporal tropical que hacía planear la suspensión. La empresa quería suspender. Los toreros no.

Y lo cierto es que uno asomaba fuera de fachadas o de tela de paraguas y corría peligro de ser herido por la abundante y punzante cascada de agua que caía. Con la pesadumbre de esta circunstancia se revisaba el ruedo. Imposible patatal con palmo y medio de surcos hendidos por ruedas de pesados camiones.

¿Cómo es posible si a la tarde hay toros? Y contestaba alguno, de los que todo lo saben incomprensiblemente, que al suspenderse el canto de un loco y desmontarse el escenario no se hizo previsión de entoldar el albero y evitar pantanosas arenas donde debía resolverse embestidas con livianas telas.

La empresa quería suspender. Los toreros no. Se hizo el sorteo y el enchiqueramiento. Al almeriense le tocó el 56 y el 2. Guiños entre todos, el lote es bueno. Al asalto del arroz meloso con bogavante y las compañías elegidas; y la duda de la tarde.

Dicen que de parar de llover en horas el ruedo estaría en perfectas condiciones para su uso. Y dejó de llover. Y asomó el sol El arroz de escándalo. La compañía superior.

Camino de la plaza de la calle Xátiva, más caras conocidas. Y más run-run. Y las seis de la tarde y el ruedo tal como estaba a la mañana. Imposible. Con ausencia de las rayas que señalan las distancias de picar. La torería andante comprobaba el ruedo ayudándose entre ellos a sacar las manoletinas del efecto ventosa del fanganal. Los toreros no querían suspender. La empresa de miranda. La autoridad con dudas. Un torero se cae de las apetencias de lucimiento ya que varios contratos tiene en importantes lugares.

El público abroncaba a la empresa por la permisividad con el patatal. Entre todos hablaron. La empresa no perdía porque de suspender tenía seguro vigente que le permitía ganancias y evitaba gastos.

La empresa quería suspender y lo consiguió. Los toreros que necesitaban triunfo en una plaza de primera no, pues con ello volaban muchas posibilidades de temporada que tan buen comienzo ha marcado. Los ruizmanuelistas estaban tristes. Manuel Ruiz Valdivia roto sabedor de la pérdida del golpe de timón que significaba la tarde.

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