Crónicas desde la ciudad

La Judería de Almería (I) Asentamientos

  • La Judería almeriense se estableció pacíficamente, durante siglos, en la parroquia de Santiago Apóstol. Concluyó con el decreto de expulsión de marzo de 1492 y su embarque tres meses después

COMO el desconocimiento es atrevido (e impertinente), un chascarrillo tan escaso de gracia como sobrado de caspa concluiría afirmando que los únicos judíos conocidos en Almería son los "niños hebreos" que procesionan con La Borriquita el domingo de Ramos. Y a mayor cipotá incluso habrá quienes aludan a personajes (sanedritas, sayones) de los pasos de "misterio" en Semana Santa. Que tropa. Mientras tanto, y ajenos a tanta frivolidad, existen musulmanes en el Magreb y sefarditas en los Balcanes, Salónica o Estambul que lloran el desgarrador éxodo y aún conservan en su poder -vía herencia familiar- las oxidadas llaves de las viviendas que sus antepasados habitaban en Al-Andalus, en Almería. Y, en parte, el habla de sus mayores, gastronomía, canciones…

Hace un par de décadas viajé a Turquía invitado por la empresa en la que trabajaba. Al llegar a la primitiva Constantinopla cumplí gustoso con el manual del buen turista: visita a la Mezquita Azul, Santa Sofía, Gran Bazar, Bazar de las Especies… Y libre de grupos y guías, a la sinagoga y museo semita de Gálata y al Balat, barrio-refugio de los sefardíes obligados en 1492 a marchar de Sefarad -de su España ancestral- por un malhadado decreto de los reyes llamados católicos. Riada humana que el sultán turco Bezayit II acogió con palabras hartos significativas:

"El monarca católico Fernando ha sido erróneamente considerado como sabio, ya que ha empobrecido España con la expulsión de los judíos y ha enriquecido al Imperio Otomano".

Allí pude leer en judeo-andalusí el semanario "Shalom" (ahora me pesa no guardar algún ejemplar), actualmente sustituido por el mensual "El Amanecer", igualmente en ladino y tenido como periódicos sentimentales por la población de origen hispano, 20.000 aproximadamente. Si tienen oportunidad recorran estos interesantes lugares y enriquecerán sus conocimientos sobre la historia medieval de España; el apartado más ignominioso junto a la persecución a los moriscos y las Pragmáticas castellanas en contra del pueblo gitano.

Cuándo, dónde?

Dónde vas, bella judía,

tan compuesta y a deshora,

voy en busca de Rebeco

que está en una sinagoga

Ambas interrogantes se complementan. Una es consecuencia de la otra. A diferencia del fenómeno musulmán y de sus siglos de estancia en tierras del sur y sureste peninsular, con anterioridad a Abderramán III y hasta su expulsión por los Reyes Católicos la presencia judía en Almería ha sido escasamente abordada, pese a su importancia, por los historiadores locales. Prácticamente se reduce a unos pocos artículos en revistas especializadas y a contadísimas páginas en prensa: Francisco Jover, Castro Guisasola, Tapia Garrido, Bernardo Martín del Rey, Pilar Bravo, Bartolomé Marín y más recientemente Lorenzo Cara (La Chanca, IEA, 2008). Afortunadamente sí disponemos de una excepción editorial: "Los judíos de Almería" (IEA, 1989), de María José Cano y Dolores Ferre, quienes a su vez manejan una cuidada bibliografía entre la que destacan, para el caso que nos ocupa, las aportaciones de Torres Balbás y Ladero Quesada. Ellas serán mi hilo conductor, junto al Libro del Repartimiento de Almería (AMAL) y el análisis crítico obra de Cristina Segura, en estas dos crónicas de fin de semana.

Con el sojuzgamiento de Palestina y la destrucción del Templo de Jerusalén por la todopoderosa Roma -siglos I y II del calendario cristiano- comenzó la diáspora del pueblo hebreo. Aprovechando las vías marítimo-comerciales abiertas por griego y fenicios, las riberas mediterráneas se convirtieron en su nuevo destino. La primitivas Tarsis y la romanizada Hispania contemplan los primeros asentamientos, incluido el litoral almeriense. Abdera (Adra), Murgis e Urci acogerán por tanto a las primeras comunidades judías. Y aunque no exista certeza del nacimiento de estas -a modo de "partida bautismal"-, disponemos del más antiguo testimonio: la inscripción funeraria hallada en Abdera (en la actualidad, al parecer, desaparecida), datada hacia el siglo III. Una vez traducida se podía leer: "Junia Salomonula, de un año, cuatro meses y un día de edad, judía". De la larga etapa visigótica en la península tenemos testimonios directos gracias a los sucesivos concilios de Elvira y Toledo, con la presencia incluso (684) del obispo u representante eclesiástico de Urci.

Con la invasión musulmana y Bayyana (Pechina) convertida en floreciente ciudad marítima, la colonia judía -en paz y tolerante concordia religiosa con sus autoridades y habitantes- alcanza cotas de considerable prosperidad merced al comercio en general y al marítimo en particular con los puertos del norte de África desde el fondeadero protegido por la torre vigía Al-Mariyya Bayyana, en las proximidades de la rambla de Maromeros. Prosperidad que, con altibajos, iría en aumento con la fundación por Abderramán III en el siglo IX de la actual Almería y su incorporación Al-Andalus. En este periodo histórico cabe señalar a la judería que la tradición cita en el barrio de al-Hawd (el Aljibe; actual Chanca), comenzada por el deán Pascual Orbaneja ("Vida de San Indalecio"), seguida por Mariano del Toro ("Memorial de las vicisitudes de Almería") y reiterada en el plano de Juan Prats (de 1852) al describir un acceso a Poniente del amurallamiento: "Puerta del Faro, llamóse también del Panteón Hebreo" (mañana reproduciremos el dibujo que le hizo Pérez de Villamil a idealizada e irreal puerta). Cara Barrionuevo insiste en que "la presencia de la judería de La Chanca está en la misma conciencia popular como una tradición oculta y persistente"; no obstante, al referenciar más adelante el descubrimiento de un pequeño enterramiento "no musulmán" próximo a la plaza Pavía, indica que "las características de las tumbas parecen vincularlo a un cementerio judío del siglo X".

Con ganas de enredar y sin el menor viso de autenticidad, Martín del Rey llegó a pontificar en un diario local que una primitiva y secreta sinagoga o templo mayor rabínico ocupó el silo/depósito de grano (desconozco si eclesiástico o civil) construido en ladrillo y mortero que se alza en la prolongación de la calle José Ángel Valente, frente a la Casa de los Jover (Archivo Municipal) y a espaldas de la plaza Granero, a la que le dio nombre. Ante tantas elucubraciones sin mayor fundamento, nuevamente el documento oficial confiere rigor a la investigación. La Judería almeriense se levantaba sobre parte del entramado urbano de la parroquia de Santiago. El Libro del Repartimiento, del que mañana daremos cuenta, no ofrece lugar a dudas. Recorremos el barrio, estableceremos límites y apuntaremos nombres propios de familias; tipología de las casas, negocios, oficios y, lo más triste, el Decreto regio de 1492 por el que la comunidad andaluza descendiente de Abrahán tuvo que abandonar, forzosa y urgentemente, la Almería habitada durante centurias por sus antepasados. La intransigencia religiosa no tuvo compasión ni freno.

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