Crónicas desde la ciudad

La Judería de Almería (II) EXPULSIÓN

  • A finales de junio de 1492 una embarcación genovesa trasladó de la rada almeriense a África a 52 familias judías. Se consumaba así el Decreto de expulsión dictado por los ínclitos Reyes Católicos

Considerar "católicos" a los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón no deja de ser un ejercicio de cinismo o pretender hacer comulgar con ruedas de molino al personal. El credo católico predicado es, creo, otra cosa: amor, comprensión, justicia, perdón... Para calificarlos de todo lo contrario bastan tres decisiones tomadas sin temblarles el pulso: expulsión de los judíos del país, deportación de los moriscos (acompañadas ambas de expolio) y pragmáticas contra la libertad y la vida de la raza gitana. La propaganda exculpatoria de sus hagiógrafos no disminuye un ápice la suma gravedad de los delitos de lesa majestad.

Siguiendo las rutas mediterráneas abiertas por griegos y fenicios, en los siglos II y III arribaron a la costa urcitana un indeterminado número de israelitas huyendo de su Palestina natal sometida al Imperio de Roma. En territorio almeriense se mantuvieron durante el poder visigótico peninsular y las diferentes ocupaciones árabes: yemeníes, omeyas, almorávides, almohades, taifas menores o nazaritas. En porcentaje creciente o decreciente, al compás de la mejor o peor situación económica y política. Dedicados preferentemente al comercio interior, en solitario o como intermediarios (trujamanes) de genoveses, valencianos y catalanes; o bien exportando a los mercados de sedería y manufactura de lanas del norte de África.

Capitulaciones traicionadas

Sin disparar ballesta ni arcabuz, las tropas castellanas tomaban pacíficamente Almería en vísperas de la Natividad de 1489. Tras sucesivas negociaciones, el último rey moro, El Zagal, entregó a Fernando e Isabel las llaves de la Ciudad en un humillante acto de pleitesía (aunque él sí salió bien surtido de tierras y dinero). Decisión que produjo, al parecer, regocijo entre la comunidad judía; puesto de manifiesto la comitiva regia -con su parafernalia de estandartes, clarines y pendones- cruzaba la Judería camino de la Alcazaba, donde celebraron la misa de Navidad. No lo sospechaban entonces, pero era el principio del fin de su estancia secular en Al-Andalus. El antijudaismo -tenidos estos como culpables de la muerte de Jesús de Nazaret- cobró con la Corona su máxima virulencia y fanatismo entre el pueblo llano, autoridades y Santo Oficio.

Aunque prestándole menos atención que a los mudéjares, las capitulaciones firmadas en Baza en diciembre 1489 garantizaban la práctica religiosa y las costumbres de la minoría hebraica, en contra, sospechosamente, de interesadas presiones de aquellos. Tuvieron la posibilidad de vender sus posesiones y marchar a vivir donde quisiesen, sin embargo aceptaron las cláusulas que obligaban a su segregación:

"Que al tiempo se muden los judíos en parte donde hagan sus casas, porque las suyas quedan para cristianos".

Dada la bonanza económica u ocultándose a la Inquisición levantina, en el primer tercio del XV un considerable flujo migratorio desde Murcia renueva la otrora pujante Judería local. Llegado a este punto, es hora de que fijemos sus límites, muy olvidada ya en el tiempo la primitiva de La Chanca. Para ello nos valemos de la inestimable información que proporciona el Libro del Repartimiento de Almería (LRA). Un año antes de la conquista de Granada y a consecuencia de las revueltas moriscas en la capital y distintos pueblos -con la fulminante deportación de aquellos que no aceptaron la conversación: es decir, la gran mayoría-, repartieron sus tierras y viviendas a los nuevos pobladores cristianos; tarea encomendada en marzo de 1491 a Diego de Vargas. Según éste, la ciudad sumaba 820 casas (4.200 habitantes aproximadamente), dividida administrativamente en cuatro parroquias: Santa María de la Encarnación (Mezquita Mayor y posterior Catedral), San Pedro y San Pablo, San Juan (al final de c/. La Reina, junto al Caño de la Polka; prontamente sustituida) y la de Santiago.

Habitada por 34 familias (170 habitantes) en casas de planta baja, escasas de ventanas y adornos en las fachadas, idénticas a las árabes, en esta collación de Santiago se extendía la aljama semítica: un cuadrilátero irregular limitado por la plaza del Juego de Cañas (Plaza Vieja), Antonio Vico, Puerta de Pechina y convento de San Francisco (iglesia de San Pedro); con la hoy plaza de Marín y su prolongación de Navarro Daráx como vía principal. En ese perímetro distinguimos hoy los nombres de Perea, Garcilaso, Lectoral Sirvent o Rostrico (con cementerio propio a extramuros). Sin embargo, y dado que parte de su actividad comercial la desarrollaron con localidades del Mediterráneo, sorprende su ausencia en los alrededores de la Puerta del Mar, aunque existan casos aislados en La Almedina:

Diéronsele… las casas que tenía… en el juego de cañas, en la calle que fue judería

Diéronsele unas casas en la calle que era judería, en una casa que fue sinagoga…

Diéronsele unas casas en la collación de Santiago que son donde moraba Juan, tornadizo, que alindan…

La ubicación de la sinagoga es un tanto imprecisa, sin embargo no debió alejarse más allá de la confluencia Plaza Vieja/ Marín.

Las calles Real del Mar y de Las Tiendas comunicaban los dos principales accesos del amurallamiento, dando servicio a los caminos de Levante y al puerto. En la transitada arteria convivieron negocios de las tres religiones; los judíos puros o tornadizos con tiendas dedicadas al tráfico de la seda y venta de plata labrada en sus talleres artesanos. De los apellidos más pudientes destacan el converso David de Segura, Albolafia y Perdoniel; mientras que entre los nombres propios abundan (16) los Abrahán o Abrahén, usados indistintamente por mudéjares y hebreos.

Golpe mortal

No habían transcurrido tres años de las Capitulaciones cuando los reyes de Castilla, León y Aragón se desdijeron de ellas traicionando su propia firma empeñada. A 1º de marzo de 1492 en la ciudad de Granada rubrican el inexorable edicto:

Bien es sabido que en nuestros dominios existen algunos malos cristianos que han judaizado y han cometido apostasía contra la fé Católica (…) Estos Judíos han instruido a esos cristianos en las ceremonias y creencias de sus leyes (las de Moisés), circuncidando a sus hijos y dándole libros para sus rezos (…) De modo que el Consejo de hombres eminentes y caballeros de nuestros reinado y de otras personas de conciencia y conocimiento de nuestro supremo Concejo (en ellos se incluye el Inquisidor Mayor del Reino) y después de muchísima deliberación se acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinados y que no sea permitido nunca regresar.

Le concedieron llevar consigo sus pertenencias (incluidos fardos de seda), "exceptuando oro y plata o moneda acuñada", es decir lo más valioso y fácil de transportar, obligándoles a malvender sus bienes raíces. Para no hacer más penoso el relato, concluyo: el 29 de junio de 1492, a bordo de una "carraca" genovesa capitaneada por Francisco Cataño, 52 familias judías -17 de la capital- partieron de la rada almeriense rumbo al norte de África. La expulsión católica se había consumado.

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