Almería

Medianeras

  • Surgen debido al crecimiento de las ciudades. A veces aparecen expuestas fruto de un derribo, otras veces quedan perennes desde la construcción de un edificio muy alto junto a otro menor

La ciudad es la mejor construcción del mundo. Tal vez sea la obra humana que más enérgicamente se reconoce siempre como contemporánea: se construye, literalmente, sobre sí misma. Las Iglesias y Catedrales se levantan sobre Mezquitas o Sinagogas, y éstas, a su vez sobre santuarios visigóticos que a veces aprovechaban las huellas de los templos romanos. Y así. Hay pocas decisiones tan inteligentes como la elección del lugar de la fundación de una ciudad y su respetuosa simpatía por la geografía y el paisaje: bien sea en el meandro de un río, al abrigo de un puerto natural o junto a una huerta fértil. En la ciudad pueden leerse con claridad las trazas fundacionales así como las estrategias de crecimiento a lo largo del tiempo: a veces asociadas a recintos y murallas militares, apoyándose sobre el parcelario agrícola o extendiéndose sobre ejes cartesianos. Las ciudades tradicionales mediterráneas son, además, un ejemplo. La relación entre la altura de los edificios y la anchura de las calles, las hace frescas y soleadas. Su densidad, las hace sostenibles, ya que los desplazamientos se minimizan y se concentra el consumo de energía. Y las plazas, parques y jardines, de pequeñas dimensiones pero multiplicados, hace que el sistema de espacio público sea una alfombra continua que domina el paisaje urbano. La ciudad es todo eso y las gentes que la habitan: sus quehaceres, sus sueños y sus fracasos.

Durante una época, a partir de los años 1960, asociada a la expansión económica, se produjo un desinterés por el patrimonio construido, y los cascos históricos, como el de Almería, sufrieron la sustitución de pequeñas piezas residenciales por modernos edificios más altos de lo que la costumbre aconsejaba, siguiendo una lógica especulativa. Fue a partir de los años 1980 cuando la protección de los centros históricos empezó a formar parte de la agenda activa de las administraciones. Y es ahora, en la segunda década del siglo XXI, asociada a la crisis económica, cuando la sociedad civil, impulsada por los nuevos modos de organización y de difusión, ha cogido las riendas de la defensa del patrimonio, priorizando la reparación de lo existente frente a la construcción de nuevos iconos. En algunos casos, se propone la paralización de la evolución natural de las ciudades, con visiones románticas y alejadas de la contemporaneidad. O anhelando aquella ciudad horizontal que ya nunca volverá y que convertiría a cualquier urbe, en una mancha de aceite que se extendería por el territorio. Y desde luego, también hay quien propone hacer de la mímesis, el pastiche o el fachadismo, el único modo posible de crecer. Parece que ni la desidia primera, ni el radicalismo conservador, formen parte de la mezcolanza deseable donde se puedan leer con claridad las estructuras urbanas, el modelo de sociedad y la atmósfera construida vinculada a los tiempos y a las técnicas constructivas.

Fruto del crecimiento, surgen las medianeras en las ciudades. Los muros medianeros -es decir, los que están en medio- unen y separan las casas y edificios adosados. A veces aparecen expuestas fruto de un derribo, otras veces quedan perennes desde la construcción de un edificio muy alto junto a otro de menor entidad. En el primer caso, cuando se produce un derribo de una construcción, es inevitable quedar fascinado con la medianera desnuda que se descubre. En ella se reconocen: los alicatados, los papeles pintados, el sistema constructivo y estructural, los materiales, las alturas de los techos, las huellas de la posición de los muros y tabiques, de las escaleras, los desagües, las tuberías, los restos de mobiliario, y hasta algún crucifijo. Un palimpsesto arqueológico vertical. La vida. Podría asimilarse al dibujo de Saul Steinberg publicado en The art of living (1949) donde se retrata a un edificio al que se le han quitado una de las paredes, permitiendo ver el interior y que inspiró a Georges Perec en la novela «La vida instrucciones de uso» (1978). También producen atracción las traseras de los edificios, es decir, los alzados posteriores: el reverso, el envés, la cara 'B'. Aquello que a diferencia de la fachada, no responde a una lógica compositiva, sino que se apropia de la belleza involuntaria que se produce cuando conviven el azar y la necesidad. En las traseras de los edificios se encuentra la verdad absoluta: ventanucos de cuartos de baño, rejillas de ventilación, huecos para iluminar la escalera de servicio, las antenas parabólicas, patios para secar la ropa o la misma ropa tendida con pinzas. Un festival de tamaños, colores, formatos, materiales y desorden. La vida. A veces sobre las medianeras y traseras, a modo de lienzo, aparecen graffitis, declaraciones de amor o carteles publicitarios. Otras veces, la desnudez del paisaje urbano, las convierte en una composición que roza la abstracción lírica. En el año 2002, el Colegio de Arquitectos de Almería organizó una exposición con 22 fotografías de «Medianeras» que entre 1975 y 2002 había capturado el fotógrafo Carlos Pérez-Siquier. El cine y la pintura también se han ocupado de ellas.

Algunos ayuntamientos exigen de su cuidado en las ordenanzas municipales o, como en el caso de Almería, subvencionan el coste de su acabado. Cabría preguntarse si la solución adecuada para las medianeras es el trazado figurativo de un trampantojo (trampa ante el ojo) es decir, la simulación de una fachada pintada sobre el muro: con las ventanas y sombras dibujadas -estáticas y equivocadas- y con un cielo -igualmente estático y equivocado-. Tal vez, las medianeras requieren de intervenciones donde la abstracción acompañe a su propio desorden. O quizá, la solución es, definitivamente, dejarlas ser lo que son. Sin más.

Medianeras y traseras de Almería. Fotógrafos: E. de la Vega y R. Onieva (1968). Archivo General de la Administración.

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