Almería

Rezos y lágrimas en el viejo campo de trabajo de Turón

  • Una delegación almeriense homenajea a los mártires de la 'Cuesta de la Amargura'

La Delegación Episcopal para las Causas de los Santos del Obispado de Almería organizó el jueves una jornada martirial en el municipio granadino de Turón, que hace 70 años fue uno de los mayores campos de exterminio de Andalucía, para recordar a los ocho mártires, en causa de canonización, que perdieron su vida por razones religiosas. Medio centenar de familiares y amigos, párrocos e incluso el Obispo de Almería, Adolfo González Montes, se desplazaron hasta el pueblo de la Alpujarra para celebrar una jornada de recuerdo en la que no faltó una oración en la Cuesta de la Amargura por los "siervos de Dios" José Quintas, José Casinello, Rafael García, Juan Moya, José Pérez, Tomás Valera González, Francisco Salinas y Luciano Verdejo.

A las once y media se celebró una misa en la parroquia de la Encarnación, prisión en los años de la Guerra Civil, que fue presidida por el Arzobispo de Granada y a continuación se realizó el descubrimiento de la lápida martirial donde perdieron la vida los seglares. Por último, la delegación de Almería participó en una comida fraterna con vecinos de Turón.

Fue un día emotivo, de dolor, en el que los familiares de unos jóvenes sacrificados por defender fé cristiana leyeron sus pequeñas semblanzas y portaron en todo momento con orgullo fotografías de antaño. Turón no se borrará nunca de sus memorias, por ser desgraciadamente un auténtico campo de exterminio, a la altura de los que se conocen de Polonia y Alemania. El 3 de mayo de 1.938 salía la primera expedición con 12 camiones de presos enviados por el gobernador Céspedes al entonces jefe militar de Berja con una nota que indicaba: "Ahí te mando 300 fascistas, cuando se te acaben te mandaré más".

La geografía martirial de la provincia cuenta con 116 víctimas de la represión republicana, entre ellos el por entonces Obispo de Almería, Beato Diego Ventaja. Al igual que los 371 republicanos que fueron fusilados y más de 6.200 represaliados, las víctimas de la Iglesia se condenaron ante tribunales sin ningún derecho ni garantía. Algunos, como Tomás Valera, de apenas 19 años, fueron ejecutados porque "olía a cera". Pero al menos ya tiene una lápida en la que su familia puede rezar. Los 371 republicanos fusilados, siguen en el olvido, sin dignidad.

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