Almería

Un barrio lleno de Unidad

  • Calurosa salida por la barriada ante las desfavorables condiciones climatológicas

  • El de anoche fue un veinte aniversario vivido con gran pasión por todos sus cofrades y por su barrio

D espertaban todos lo cofrades inquietos, por no saber con certeza si el tiempo dejaría salir a la calle a la hermandad de la Unidad. Del humilde barrio de piedras redondas. La mañana del sábado se levantaba bañada por los rayos de un sol. Hasta el punto de que si no fueran por las anómalas bajas temperaturas en esta época del año, podríamos estar hablando de un perfecto comienzo de primavera.

Pero con un azote del viento terrible desde primera hora, disminuyendo tenuemente a mitad de la tarde. Todos los hermanos que desde por la mañana se encontraban en el templo ultimando los detalles de los cardos y flores agrestes del paso de misterio. De la misma manera mimando las rosas enanas y claveles de tonos blancos para la Virgen.

Éste año los guardabrisas del paso de misterio, obra de Juan Jiménez, hacían estreno para iluminar y engrandecer aun mas si cabe al misterio del Cristo de la Paz. Desde que la hermandad comenzara a dar sus pequeños pasos desde su fundación hasta nuestros días han pasado ya veinte años, que poco a poco y de manera muy laboriosa han ido creciendo. Manteniendo siempre una linea armónica, hasta nuestros días.

Años de evolución que se ha visto reflejada con estrenos y mejoras dentro de su cortejo procesional. Donde a día de hoy dos décadas después, la junta de gobierno sigue manteniendo en firme que no bajara al centro de la capital a realizar su estación de penitencia. Ya que creen que es una decisión sabiamente tomada. Por motivos como es la falta de costaleros dentro de sus cuadrillas, y no es necesario arriesgar la salud de esas personas que se prestan a sacar a los titulares de este barrio en tal odisea. Se trata de un itinerario por el barrio de Piedras Redondas, de apenas unas cuatro horas de recorrido. Agradecidos ademas de encontrarse muy contentos por el calor y recogimiento que les ofrecen todo el mundo en cada semana santa. Que desde bien temprano antes de la salida, hasta la llegada a su templo las calles se encuentran completamente abarrotadas. Ciento cuarenta nazarenos y treinta mantillas aproximadamente esperaban en el interior del templo. Con nervios a la espera de la apertura de sus puertas. Cuando las manecillas del reloj señalaban en torno a las ocho en punto de la tarde, se empezó a escuchar a lo lejos el primer redoble de tambores y el sonido de cornetas de la banda ntra. Señora del Carmen, de la propia capital.

Al igual que también se escuchaba a la banda de música de los Iris, de Instinción. Muchas personas, incluidos los propios vecinos del barrio acudían a la zona para ocupar las primeras filas y no perderse la previa al comienzo de ésta gran semana que estaba apunto de dar comienzo. Puntualmente las puertas de la iglesia se abrieron para que la cruz de guía comenzara abriendo camino a todo el cortejo procesional y se dispusieran en paralelo las filas de penitentes.

Ya se veían los hábitos, con túnica negra, antifaz del mismo color, y capa burdeos salir a las calles. En un momento determinado de la noche segundos antes de la salida de ambos pasos, ocurrió algo que parecía que no iba a pasar. El viento que a lo largo de todo el día estaba barriendo las calles, amaino. Hasta el punto de solo notarse una suave brisa fría, reflejada en las caras de todos los cofrades. Permitiendo que muchos cirios siguieran encendidos. Las capas dejaban de ondear al viento, a las puertas de la iglesia parroquial de San Ignacio de Loyola.

Para que a la misma vez desde el interior de éste se sintiera de pronto caer tres golpes de martillo en seco, sobre el misterio. Y la voz de su capataz, Luis Corpas, ya se escuchaba en esos primeros segundos, dando las primeras palabras de la noche del sábado a su cuadrilla diciendo "Señores, esto ya lo tenemos aquí. Vamos a hacer lo que mas nos gusta un año más y salir a la calle a demostrar de lo que somos capaces". Al termino de ello, tras unas pequeñas directrices, el paso se ponía ya en la calle, a los sones de la banda de cornetas y tambores. Ya una vez fuera del templo la voz de María Canet, rompía el aire frío y húmedo para entonar la primera saeta. Justo cuando ella termino, Israel Alarcón, golpeo tres veces sobre el paso de palio, para comenzar a dirigir el paso de palio a todas las personas que esperaban en la calle. La candeleria completamente encendida, dejaba ver en la oscuridad e la noche el rostro de la Virgen de la Unidad, para que al mismo tiempo la marcha real sonara y tras unos minutos de complicadas maniobras salir a la calle que se encontraba expectante.

Nuevamente la cantaora entonaba una nueva saeta a la virgen. Con una efusividad, sentimiento y pasión, que parecía que se el tiempo se detuvo por unos instantes. Para que tras el intenso momento, cuando ella entono la ultima vocal, eran los oles y aplausos de todas las personas allí apostadas mostraran su agradecimiento por tan bella interpretación.

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