Almería

Una carta para Sus Majestades

  • Decenas de niños hicieron cola ayer para ser atendidos por el Cartero Real en la carpa municipal instalada en la Rambla · Muchos de ellos estaban acompañados por sus abuelos o padres

Unos diez mayores se calientan al sol cuando faltan pocos minutos para que las manecillas del reloj marquen las doce del mediodía. Uno de ellos, con suéter verde, tiene en las rodillas encaramada a una niña de pelo rubio. De repente, ésta no aguanta más. La pequeña salta y cae al suelo de pie. Se encuentra al lado de la carpa junto al Belén, inaugurado el pasado viernes. El hombre del suéter camina despacio tras ella. Sus compañeros, ajenos, continúan al sol. La rutina de un domingo cualquiera bañado con las bombillas de Navidad.

La niña rubia entra por la puerta donde un cartel anuncia Cartero Real y el hombre del suéter la sigue. "¿Quieres pedirle tus regalos?". Ella mira. Le coge la mano. La sonrisa de la joven predecesora de Melchor, Gaspar y Baltasar, la ha conquistado. Sube con dificultades el escalón y se queda parada a escasos centímetros de ella, que la aúpa y la sienta en sus rodillas. Le da un poco de vergüenza. Al fondo, un desfile de ciudadanos que visitan el portal de Belén en el que tan pronto es de día como de noche y los pastores trabajan sin descanso, bien hilando, herrando o llevando a cabo trabajos de arcilla.

La niña rubia tartamudea un poco. El hombre del suéter la mira, sonríe, la impulsa a caminar con un brillo emocionado de ojos para que comience a hablar. Los regalos, los sueños, el "he sido buena, ¿sabes?", suena de nuevo en los oídos de la joven paje que mira a cámara y queda plasmada para siempre en una portada de Diario de Almería. El hombre del suéter verde dice a la niña que es hora de bajar. Y ella obedece. Pero antes se gira, vuelve a mirar y con media sonrisa, sale corriendo. Esta vez hacia el Nacimiento. Detrás de ella, empieza a entrar más gente. Decenas de vecinos que han aprovechado la mañana de sábado para que los más pequeños, y los que ya no son tanto, empiecen a disfrutar de la Navidad, que en Almería no es blanca, pero sí llena de ilusiones.

Ya están al lado del castillo de Herodes. La niña rubia mira hacia arriba. Un soldado contempla el horizonte con sus ojos muertos. Y el humo que anuncia la salida del ángel que pronuncia, de nuevo, las mismas palabras que ya dijo minutos antes. Quizá sea lo que más llamó la atención a los visitantes que quisieron comenzar el fin de semana entre musgo y Adeste Fideles.

Fuera, muchos se detienen ante la carpa. Dudan si entrar pero pasan. Sobre todo si el que tiene la última palabra sigue con la misma ilusión que los primeros años. Un momento más tarde, un segundo de historia queda plasmado en las retinas como si quisiera parar el tiempo.

Ya han dado la vuelta a la instalación y la niña rubia quiere salir a la calle. El hombre del suéter verde sigue caminando tras ella. Lleva una sonrisa impresa en la cara y las ganas de recordar en la mirada. Sus compañeros siguen en la puerta, tomando el sol, y les miran salir. La pequeña les muestra el camino y da saltitos.

Más gente. Ayer no había cola, pero casi. El paso a la carpa era más fluido. Los mismos gritos, sonrisas, miradas cómplices. El mismo recuerdo y sonido de los años pasados. Los peces beben en el río y la mula (rin, rin) va camino de Belén una vez más. El camino sigue llegando a buen puerto al son del tambor.

Y hoy volverán los saltos, los correteos en la puerta, los grupos de amigos que deciden, tras pasear, entrar a ver el Belén. Estará el Cartero Real, con una sonrisa y mil deseos, esperando en la entrada. Esto es Navidad.

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