El adiós a Manuel Olivencia acto de reconocimiento en el tanatorio

Toda una lección de vida

  • Amigo Vallejo viajó desde Madrid para presidir el funeral

  • Destacó de Olivencia su sentido de la dignidad, mezcla de libertad y responsabilidad

La capilla del tanatorio de la SE-30 parecía el Paraninfo. Nadie se quería perder la última lección magistral, lección de vida, de Manuel Olivencia Ruiz (1929-2018), porque hay veces que sobre los hombros de una sola persona recae la historia colectiva de un yo social. Tenía razón su amigo Carlos Amigo Vallejo, que viajó desde Madrid para oficiar el funeral: se equivocan los que creen que se ha muerto. Ya lo dieron por muerto metafóricamente muchas veces y siguió al pie del cañón en su despacho hasta el último día.

La lección magistral versó sobre la dignidad, virtud que según Carlos Amigo conforman la libertad y la responsabilidad. El difícil encaje que Olivencia convirtió en filigrana. "Fue un hombre libre que supo estar en el sitio donde debía estar, que en ningún momento dejó hipotecar su libertad entre muchas tentaciones".

Las Sevillas del 82 y el 92 se dieron cita para despedir a quien aglutinó todo un sueño colectivoAmigo Vallejo dijo en su homilía que Manuel Olivencia "nunca dejó hipotecar su libertad"

Mucha gente se quedó fuera de la capilla. "Don Manuel fue sobre todo un profesor que no entendía la sabiduría para guardársela para sí mismo". Un maestro maestrante. Un hombre que, en palabras del cura franciscano, "tendió manos y puentes", hermosa metáfora para el comisario de la Expo en una despedida que contó con la presencia de José Luis Manzanares, el trianero que diseñó uno de los puentes.

"Era un hombre de virtudes republicanas en el sentido francés del término", decía después Miguel Rodríguez-Piñero, con Miguel Sánchez Montes de Oca uno de sus "peones de confianza". Cuando Enriqueta Vila se convirtió en la primera mujer al frente de la Academia de Buenas Letras, llamó a Olivencia como vicedirector. En el dolor del adiós, la americanista no daba crédito a que el catedrático de Derecho Mercantil no tenga la medalla de Andalucía. Desde 1987 es Hijo Predilecto de Ronda, cuyo Ayuntamiento decretó día de luto, y tiene la medalla de oro de Ceuta.

Amigo Vallejo formó parte de la comisión de expertos que Olivencia nombró para la Expo. Más de una vez hablaron sobre a qué santo patrón encomendarse. Olivencia propuso al santo Job. "La paciencia es la ciencia de la paz", dijo Amigo. Los restos de Olivencia descansarán en su Ronda natal, en su homilía Amigo Vallejo recordó la frase de santa Mónica, madre de San Agustín: "enterradme en vuestro corazón". Los dos comparten con el santo de Hipona el nexo norteafricano: Amigo Vallejo vino a Sevilla de la diócesis de Tánger y Ceuta fue una de las patrias de Olivencia.

Como le gustaba decir a su maestro Ramón Carande, ayer se dieron cita los que lo festejaron: José Joaquín Gallardo, decano del Colegio de Abogados, que le dio la medalla de oro; o Antonio Sanz, delegado del Gobierno, que hace menos de un mes le entregó el premio Plaza de España.

Una sabiduría compartida, un saber que ocupa mucho lugar ejercido por quien siempre presumió de aprender de sus discípulos. Muchos se dieron cita. Los dos catedráticos que le tomaron el relevo como decanos de Económicas, Guillermo Jiménez Sánchez y Camilo Lebón; quien fue su ayudante de cátedra, Amparo Rubiales; y mercantilistas de la generación de sus nietos como Nieves López Santana, coordinadora con Pedro Baena de un libro titulado La responsabilidad de los operadores del transporte en la ley de Navegación Marítima cuyo prólogo es el último trabajo que apareció en imprenta con la firma de Manuel Olivencia.

Sobrevivió a las bodas de plata de la Expo 92, apuró un año que acabó con un nuevo aniversario de la muerte de Miguel de Unamuno y su yo individual se despidió del yo social que fue a su entierro el primer día del nuevo año, festividad de San Manuel, el bueno y mártir de la novela del rector que fue desterrado a Fuerteventura. De los perseguidos es el reino de los cielos, dice una de las Bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo que fue desgranando Álvaro Pereira, director del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad.

"¿Cómo van las cosas?". La pregunta de Amigo Vallejo se convirtió casi en una contraseña y la respuesta de Olivencia siempre era la misma: "Como la carretera de Ronda". Acudió la Sevilla del 92: Curro Romero, Rafael Gordillo -en vísperas de la inauguración de la Expo jugó su último partido con el Madrid antes de volver al Betis-, José Luis Manzanares, Alejandro Rojas-Marcos, el alcalde de aquel año mágico. Sevillano del 40, como Alfonso Guerra, cómplice de Felipe González, el antiguo alumno del profesor que puso a prueba al santo Job que llevaba dentro.

La familia debió mitigar tanto dolor con tantas muestras de respeto y admiración. El funeral parecía una sesión de los Pinelo: Rafael Manzano, Aquilino Duque, Rafael Valencia, Rafael Atienza, José Antonio Gómez Marín, Jacobo Cortines, Antonio Burgos. En silencio, emocionado, salía Valentín Álvarez Vigil, Baltasar en la Cabalgata del 79 en la que Olivencia fue rey Melchor.

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