Crítica de Cine

Apabullante, eficaz y efectista

Una escena de 'Detroit', la nueva película de Kathryn Bigelow.

Una escena de 'Detroit', la nueva película de Kathryn Bigelow. / d. s.

Entre el 23 y el 28 de julio de 1967, una desproporcionada intervención policial en el desalojo de un local afroamericano en el que se estaba celebrando una fiesta para celebrar el regreso de Vietnam de dos soldados provocó unos graves disturbios -que incluyeron incendios y pillaje- dura y desproporcionadamente reprimidos por el Ejército y la Guardia Nacional, con el resultado de 43 muertos y más de 2.000 heridos. Especialmente cruento fue el episodio del motel Algiers, en el que tres jóvenes negros fueron asesinados por la Policía. Uno de los más grandes maestros del periodismo americano, John Hersey, autor de Hombres de Bataan o Hiroshima (obra maestra que no deben dejar de leer: hay edición económica en DeBolsillo) escribió un extraordinario, analítico y estremecedor libro-reportaje sobre los hechos en El incidente del Motel de Algiers, publicado en 1968 (desgraciadamente para Bigelow, Hersey dejó dispuesto que nunca se autorizara su adaptación cinematográfica). Los hechos, ocurridos dos años después del asesinato de Malcolm X y un año antes del de Luther King, se inscriben en los violentos incidentes raciales iniciados en la segunda mitad de los 60, desde los de Watss (1965) o Newark (1967) hasta los que estallaron en más de cien ciudades tras el asesinato de Luther King.

Tanto los sucesos de Detroit como los terribles hechos del motel centran esta película con la que Katryn Bigelow prosigue en su línea de ficción documental iniciada con En tierra hostil (2008) y La noche más oscura (2012). Dado que la primera le procuró seis Oscar -convirtiéndola en la primera mujer en lograrlo por la dirección- y la segunda cinco nominaciones y una estatuilla, es lógico que insista en la ficción documental. Sobre todo porque hasta realizar estas tres películas su larga carrera iniciada en 1982 fue una serie de fracasos o mediocridades (Los viajeros de la noche, Acero azul, Le llaman Bodhi, El peso del agua o K-19) que la situaban en un discreto lugar de artesana poco dotada. El salto de talento dado con En tierra hostil tras un cuarto de siglo de profesión es sorprendente. Con inteligencia -no estoy tan seguro de la sinceridad, pero ésa es otra historia- ha encontrado su camino y lo sigue.

Personalmente el cine de Bigelow me cansa por su énfasis realista, desde el grano de la imagen hasta las continuas oscilaciones de la cámara. Pero estos recursos, magistralmente culminados por Spielberg en la secuencia del desembarco de Salvar al soldado Ryan, son hoy inevitables no sólo en las películas bélicas o de acción, sino en todas las que tienen pretensiones formalmente realistas. En Detroit extrema el recurso para igualar las texturas de las imágenes filmadas por el excelente director de fotografía Barry Ackroyd (habitual de Loach y Greengrass) que vuelve a trabajar con Bigelow tras su colaboración en En tierra hostil, con los insertos de imágenes documentales de los incidentes. El resultado es apabullante y sobrecogedor. Hasta agotador, dada su larguísima duración. Bigelow quiere indignar y aterrar, y lo consigue. Tanto con las escenas de violencia callejera como con el infierno del motel Algiers o el juicio que inclinó la balanza de la justicia a favor de la Policía. Pero paga un alto precio por ello, porque si las imágenes son impactantes, hasta terroríficas, y de una intensidad casi física, el tratamiento de los personajes es esquemático en su división entre buenos (afroamericanos) y malos (policías blancos). Simplificación que, lógicamente, afecta a las interpretaciones. Más hábil que creativa y más panfletaria que analítica, Bigelow ha vuelto a repetir el fenómeno de sus dos películas anteriores: gran impacto en el momento de su estreno y su visionado (aunque en este caso se ha estrellado en la taquilla USA) que después se va desinflando. Es lo propio del efectismo.

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