Cultura

Bodegón borbónico

  • 'Desfile de ciervos'. Manuel Vicent. Alfaguara. Barcelona, 2015. 304 páginas. 18,90 euros.

Con este Desfile de ciervos, Manuel Vicent parece haber concluido la trilogía, a la manera de Valle, que principió en Aguirre, el magnífico y tuvo su continuación en El azar de la mujer rubia. Y digo a la manera de Valle, no sólo por el obvio paralelismo temático entre El ruedo ibérico de don Ramón y estas estampas al aguafuerte que aquí se recogen; sino por la técnica deformante, sintética, de intención grotesca, que el autor ha empleado para compendiar las dos últimas décadas de la democracia española, desde el año 1994 en que Antonio López comienza su retrato de la familia real, hasta el 2014 en que, finalmente, el pintor de Tomelloso da por terminada la obra.

En este retrato, pues, Vicent ha querido ver una alegoría de España y de su evolución reciente, que opera a la manera inversa de El retrato Dorian Gray. Si en la obra de Wilde el lienzo recogía la huella de la degradación de su dueño, permaneciendo éste incólume, en la novela de Vicent son los protagonistas quienes ya no se parecen tanto a su propia efigie. En el lapso de las dos últimas décadas se han sucedido en España la especulación, el nepotismo, la crisis, los atentados del 11-M, las acampadas del 15-M, así como un menudeo de problemas y escándalos en torno a la familia reinante. Todo ese precipitado histórico es el que Vicent sustancia, no en el lienzo de Antonio López, bodegón vivo y oculto bajo una sábana en el Palacio Real, sino en el rostro de los retratados, que así se convierten en la huella fidedigna de una época. Una época, por otra parte, crepuscular y agitada, cuyo episodio más significativo tal vez fuera el auge y la caída del banquero gallego Mario Conde.

Digamos, en fin, que en este memorial de agravios, sainete con pintores de Corte y especuladores horteras, hay no obstante un lugar para otra España, más abnegada y pujante. En las páginas de Vicent, es la reina de España, Letizia Ortiz, quien se alza, juvenil y clara, contra la silueta una España bronca, soez y apocalíptica.

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