Cultura

El amante de la vida

  • La ilustradora Paula Bonet propone un sugerente homenaje a Truffaut en '813', donde analiza los vínculos entre la obra y la biografía del autor y recorre las pasiones más intensas de su cine.

813. Truffaut por Paula Bonet. Paula Bonet. Bridge. Barcelona, 2015. 186 páginas. 21,95 euros.

Pocas filmografías como la de François Truffaut (París, 1932 - 1984), tan permeable a la vida y a los enigmas y contradicciones del amor, han sabido calar tan hondo en el ánimo del espectador, hasta el punto de que la percepción del cineasta sobre el mundo es para muchos una suerte de educación sentimental. Ya sea por la honestidad con la que el director se contaba a sí mismo -a través de ese personaje de Antoine Doinel al que prestó sus facciones Jean-Pierre Léaud- o por la delicadeza con la que entendió la ficción como refugio y supo que las lecturas o las películas son otra forma de emoción plena que, sí, también forman parte de nuestra biografía, los largometrajes de Truffaut siguen desprendiendo aún una verdad extrañamente conmovedora. Cautivada -como tantos- por el universo del autor de Las dos inglesas y el amor o La noche americana, la ilustradora Paula Bonet publica 813, un libro que rinde un precioso, sugerente homenaje al maestro mediante algunas pinceladas sobre su trayectoria y algunos de sus títulos más emblemáticos.

813, título con el que Bonet hace un guiño a la obsesión de Truffaut por un número que aparecía de forma constante en sus trabajos, como un tributo a una novela de Maurice Leblanc sobre Arsène Lupin titulada con esa cifra, se marca como ambición encerrar en menos de 200 páginas las inquietudes y convicciones de uno de los representantes fundamentales de la Nouvelle Vague. En el acercamiento a la intimidad del hombre se repasan así, inevitablemente, esa infancia marcada por el desamparo por la que Truffaut buscaría siempre un padre -lo encontraría en el crítico André Bazin- o esa vulnerabilidad que llegó a provocarle crisis nerviosas: ingresado por una de ellas se sentiría salvado por el libro Las dos inglesas y el amor, de Henri-Pierre Roché, un escritor que también le inspiraría Jules y Jim y que le cautivaba "por la prioridad que otorgaba a su vida sobre su obra". Porque la creación es un diálogo entre ambos extremos, un modo de enfrentarse a los fantasmas y convertir la realidad en algo más sublime. "Truffaut, además de ser el hombre intenso y seductor que amaba a las mujeres, fue el hombre que hizo de su autobiografía una obra de arte", resume Bonet sobre su protagonista.

La autora, que afirma haber aprendido de Truffaut ese partir de la experiencia propia para conferir autenticidad a sus propuestas, elige algunos hitos de la carrera del cineasta. 813 describe las vicisitudes del proyecto de Jules y Jim, un rodaje "complicado porque todo el mundo estaba enamorado de Jeanne Moreau", según el testimonio de la actriz Liliane David, que recuerda que "el ambiente era unas veces de euforia y otras insufrible, casi trágico". El mismo Truffaut volvería con afecto a aquellos días: "Después de mis veinte años en el mundo del cine, el rodaje de Jules y Jim continúa siendo, gracias a Jeanne Moreau, un recuerdo luminoso, el más luminoso".

Frente a esa alegría del triángulo compuesto por Jules, Catherine y Jim, inspirado en la relación de Franz Hessel, su mujer Helen y Henri-Pierre Roché, Bonet contrapone otra visión "más cruda y real sobre lo que podría suponer formar parte de un amor a tres", la de La piel suave. Cuenta Bonet que con la historia de una infidelidad y las sacudidas emocionales que provoca ésta Truffaut quería "una película indecente, totalmente impúdica, bastante triste", una apuesta que no fue comprendida del todo en su momento y a la que el tiempo daría la razón.

Una de las últimas películas de Truffaut, La mujer de al lado, cierra el libro. La pasión recobrada de dos viejos amantes que se reencuentran fue también el proyecto con el que su artífice recobró su entusiasmo: el director sabía que Depardieu y Ardant -que sería su pareja- trascendían con su talento las limitaciones del guión y estaban creando algo único. Había intuido que funcionarían al ver a los dos actores en los César, "el rubio y la morena, un hombre aparentemente sencillo pero complicado y una mujer aparentemente complicada pero muy sencilla".

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