juan cobos wilkins. poeta

"La luz propia se crea descendiendo al fondo, como los peces abisales"

  • El onubense, que vive un momento dulce con homenajes y premios, presentará la semana próxima en la Feria del Libro de Sevilla 'Donde los ángeles se suicidan', publicado por La Isla de Siltolá

El escritor Juan Cobos Wilkins.

El escritor Juan Cobos Wilkins. / Alberto Domínguez

Ha leído sus poemas en el Poefesta -el valenciano Festival de Poesía de Oliva- y participará en uno de los actos centrales de la Semana de la Poesía de Barcelona, cita que se celebrará en mayo y a la que ha sido invitado. Además, Juan Cobos Wilkins ha publicado ahora su último poemario, Donde los ángeles se suicidan, publicado por el sello sevillano La Isla de Siltolá y mucho más que una antología temática. Se trata de una "angeología" alumbrada a raíz de la presencia constante de la figura del ángel en todas sus obras poéticas. Es, en palabras de la escritora catalana Ana María Moix, "sobriamente lírico y tiernamente irónico". Como su artífice. Una obra que presentará el sábado 5 de mayo, a las 13:00, en la Feria del Libro de Sevilla.

-Parece que se le acumulan los homenajes...

-Han venido seguidos varios reconocimientos y todos de manera inesperada. Comenzó con la concesión del Botón de Oro y Nácar a la Cultura que me concedió el Gremio de Maestros Sastres y Modistas de Sevilla. A la semana fue el homenaje en el Trastero, en Huelva, donde había una amplísima representación de la vida cultural en todos los sectores -pintura, literatura- y de la vida social. Y también ha salido mi libro, Donde los ángeles se suicidan, y lo he presentado aquí en Huelva. Se ha creado como un triángulo pero para mí no ha sido el Triángulo de las Bermudas. Yo no me he perdido nunca en él.

-¿Qué hace para no perderse?

-Cuando se suceden hechos de este tipo -premios, homenajes y reconocimientos- y además de esta manera tan intensa, unos en mi tierra y otros fuera de ella, practico algo que hago desde que recibí el primer galardón. Para no ponerme estupendo, y lo digo literalmente, después de estos premios me pongo a limpiar el cuarto de baño. Porque por ahí pasamos todo lo que, en el fondo, de verdad somos. Entonces, me pongo a limpiar las piezas del cuarto de baño y la taza del váter muy especialmente, para estar donde estamos todos y en lo que somos. Desde el poeta, al rey, a la reina, a todo el mundo. Y lo practico. Limpio el cuarto de baño o me pongo en la cocina a preparar unas lentejas. Voy a la plaza y compro. No quiero perder jamás el contacto con el suelo.

-Aparte de limpiar el baño, encuentra tiempo para ser comprometido.

-Soy un poeta lírico e intimista pero soy un poeta en la calle, en la vida diaria y comprometido con las reivindicaciones que considero justas a todo nivel porque pienso igual que Lorca. Lo dijo él y me sumo: "En este momento dramático del mundo, el poeta debe llorar y reír con su pueblo. Hay que olvidarse del ramo de azucenas, para meterse en el fango hasta la cintura y ayudar a los que buscan las azucenas". Qué bonito. Porque no es ya sólo meterse en el fango por la cintura, sino que es para ayudar a quienes buscan las azucenas. Y el final es: "Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega". Me emociona y me sumo profundamente. Ahí están los jubilados, los jóvenes o las mujeres. Todos los grupos que en el fondo están marginados u oprimidos socialmente por un aspecto o por otro y encima hasta la tranquilidad de la nada se les niega. Ahí tiene que estar no sólo el poeta, sino quien en algún momento tiene una representación pública y la vida le ha dado la oportunidad también de ser portavoz de los que no pueden hacerlo. Por eso he salido en manifestaciones, leyendo en el templete de la plaza de las Monjas o donde ha hecho falta.

-En la presentación de su último poemario dijo que el mundo está tan saturado de palabras, "la mayor parte de ellas huecas, plagadas de ruidos y furia", que a veces uno se cuestiona seguir escribiendo. ¿Se lo ha planteado muchas veces?

-En los últimos años sí, me lo he planteado. Antes de poner el lápiz en el papel (porque comienzo a escribir con papel y lápiz directamente y después, una vez hecho el primer folio o el segundo, ya puedo continuar en el ordenador) me he dicho "no escribas si lo que vas a decir es una espiral de humo, una voluta, un rizo sin profundidad y sin sentido". Sin estar iluminado por las luces abisales y sin haber tocado el fondo -como los peces abisales que generan su propia luz de tanta oscuridad- no escribas. No seas un reflejo ni un espejo de la luz exterior. No seas el reflejo de ese sol que está arriba. Genera tu propia luz.

-¿Cómo se genera esa luz propia?

-Descendiendo hasta el fondo, llegando a la sima abisal y no teniendo más remedio que ser tú el que crea la luz, que es lo que hacen los peces abisales. Si la palabra no está iluminada desde esa luz abisal de tocar el fondo, y no es necesaria (porque no cumple esa misión o la de la belleza), si esa rebeldía y esa belleza no van de la mano y no van a abrazar a nadie, si no van a ayudar, si no son fértiles, si no son una isla para el náufrago, no. Entonces me callo. Y por eso a veces entre un libro mío y otro de poesía han transcurrido nada menos que once años. Aunque no lo parezca.

-¿Dice que siempre comienza a escribir con lápiz?

-Me gusta comenzar a hacerlo teniendo en la mano algo tan generoso como la madera que procede del árbol. El árbol es el ser más generoso de la naturaleza porque nos da sombra, nos da alimentación con sus frutos, limpia la atmósfera y encima, si tenemos frío, se inmola al convertirse en fuego para calentarnos.

-Frente al lápiz, el papel y el contacto con la naturaleza, desde hace unos años se habla de la poesía 2.0. Hay escritores muy jóvenes que lideran las listas de ventas y, a golpe de click, abanderan, según la crítica, la poesía como tendencia. ¿Cómo vive estos cambios?

-Yo siempre he estado, y espero seguir estándolo, receptivo y abierto a lo nuevo y a las vanguardias. La única manera de permanecer vivo es que tu corazón lata al ritmo y al tiempo que te toca vivir. El que te toca vivir a los 20, a los 40, a los 50, por ejemplo. Estoy en contra de eso que se dice de "en mi época". La época es la presente mientras estés vivo. Entonces, estoy abierto a todo eso. Cuando la poesía era en una forma que entendemos como más clásica, o incluso cuando ni siquiera se escribía el verso libre, sino con las rimas y las medidas, cualquier cosa que venía parecía revolucionaria. Y tanto en lo nuevo que venía como en lo antiguo hay cosas buenas y cosas malas.

-¿Cómo elegir lo bueno entre tanto?

-Es necesario un cedazo que filtre lo que hay de bueno en todo. Pero es el tiempo, que es un gran escultor, el que acabará tallando los nombres que quedan y los que no. Y de esas novedades quedarán cuatro o seis nombres, como del que hace sonetos quedan seis. Pero, si eso es acorde a la sensibilidad de un tiempo determinado, a una manera de concebir el mundo y llega a gente más joven, me parece estupendo. Lo que sí me gustaría es que eso que llega y quien hace que llegue tuviesen una formación y una cultura. Porque sin el conocimiento de la tradición es difícil innovar o no hacer banalidades.

-Entonces, es esencial conocer lo que hicieron los predecesores.

-Si tú conoces lo que han hecho, a raíz de ese conocimiento puedes dar un paso más allá porque, si no, estarás repitiendo, sin saberlo, y creerás que has inventado el surrealismo. Mira, el surrealismo hace muchísimo tiempo que se inventó. O creerás que eres deslumbrante en unos pocos versos. Eso se llama haiku. Entonces, hay que saberlo. Y el lenguaje se adapta, se adapta la forma y se reconoce la poesía como la reconocía Leonard Cohen en Bob Dylan, o como la reconozco en los cantautores actuales, que son juglares de nuestro tiempo. Pero sí creo que tendrían la obligación, -porque adoptan el compromiso y llegan a la gente- de ofrecer calidad. Y esa calidad viene sin duda ninguna de la lectura, del haber aprendido lo que está antes.

-¿Adolece la sociedad de una falta de formación literaria?

-Hay una revolución pendiente, que es la buena educación. Y la buena educación es producto de una educación buena.

-Hablemos de Donde los ángeles se suicidan. ¿De dónde le viene la fijación por la figura del ángel?

-Siendo adolescente, me fijé en Luzbel, el favorito, el más bello y luminoso. Teniendo todo a su favor, decide rebelarse. Se pone ante el espejo y pronuncia una frase turbadora, bellísima y que, además, conmociona la concepción del mundo y del cielo en este caso: "No serviré, ¿por qué he de servir?". Triza el espejo y cae. Creo que con él comienza la ley de la gravedad, que debe ser la más temida por los ángeles. Es capaz de renunciar al paraíso, aunque éste le fue impuesto.

-Dice en el prólogo que fue el primer rebelde.

-Fue creado para alabar y para servir pero no quiere pasar la eternidad así. Posiblemente no sabe lo que quiere, pero acepta el ser uno y diferente y va a lanzarse a la duda, que es lo que le espera. La duda es la que produce la pregunta, que es la que genera la filosofía, la ciencia y el arte. De alguna manera, en esa caída en la que se inaugura la ley de la gravedad también se inaugura el conocimiento y el arte. Ya no de adolescente, sino de niño, yo me decía: bueno, y Dios, que es absolutamente perfecto y que en sí lo es todo, ¿por qué crea a siervos para que le alaben y le sirvan? ¿Para que le sirvan bandejas de frutas? Si él no necesita comer. ¿Para que le alaben? Si él es perfecto. Me parecía como de alguien que no reunía la perfección absoluta de Dios y me trastocaba muchísimo. Lo llegué a decir en el colegio.

-¿Qué ocurrió?

-Me echó de la clase el profesor de religión. Y me dijo una cosa que me impresionó mucho: has pasado de ángel de la luz a ángel de las tinieblas. Después me di cuenta de que verdaderamente lo de elegir el símbolo de Luzbel estaba muy bien. Así que de adolescente dije, pues mira, sí. Como nada es blanco y negro y todo está lleno de matices, yo creo que en la reflexión es donde nos debemos instalar. Y lo digo yo, que no soy creyente.

-¿Cómo fue el alumbramiento del poemario?

-Comenzó hace bastantes años, no ha sido producto de los últimos meses, ni siquiera del último año. Leyendo antologías que se habían hecho sobre mi obra, vi cómo se repetían a lo largo del tiempo y de los distintos títulos símbolos que siempre estaban presentes. Uno de ellos es el ángel, otro es la mantis religiosa. Y predominaba especialmente la figura del ángel de una manera muy polisémica. El ángel rebelde, el ángel que toma conciencia de sí mismo y dice que no servirá. Pensé en unir todos los poemas que he escrito en los que el ángel aparece, unas veces tácita y otras explícitamente. O las alas y el vuelo. Y me di cuenta que conformaban un libro, además voluminoso.

-Y también diferenciado.

-Sí, cobraba, además, existencia por sí mismo, que no se convertía sólo en una serie de poemas con un tema común, sino que al ponerlos juntos y alcanzar un orden diferente al que tenían en los libros de los que provenían, tomaban otra dimensión y comenzaban casi a dialogar entre ellos de una manera diferente. Como teselas dispersas de un mosaico que esperaba a ser reconstruido. Y al reconstruirse, crea un dibujo o mosaico que yo no había pensado. Diferente, distinto, nuevo. Además, me encontré con algo imprevisto y es cómo se puede seguir la evolución de mi escritura.

-¿Cómo ha sido esa evolución?

-Se ha ido depurando desde los primeros poemas escritos a los 18 años hasta Elmundo se derrumba y tú escribes poemas. Hay un ahondamiento y una depuración. Y eso para mí ha sido muy revelador. Al tenerlo en un libro, me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo por mi obra y cómo yo creo que he podido aprovechar ese tiempo. Permaneciendo, sin embargo, esos símbolos, que están ahí.

-¿Es la poesía el género que le permite mostrarse en todo su esplendor, aunque domine y coseche éxitos en el resto?

-La poesía es la que me sitúa en el mundo. Supongo que me permite mostrar lo más turbador y perturbador que hay en mí, y lo que más puede sentirse en comunión porque es lo más íntimo. Pero, sobre todo, es lo que me sitúa en el mundo. Yo miro al mundo como un poeta y recibo al mundo como lo recibe un poeta. Mi percepción del mundo y lo que le devuelvo es el eje vertical del poeta. Y creo que lo sé llevar a los distintos géneros, diferenciando muy bien si estoy escribiendo una novela, por ejemplo. He escrito novela, poesía, teatro, ensayo y biografía. Me siento a gusto en todos esos géneros pero en todos ellos te digo que mi posicionamiento sobre todo en el mundo, en la sociedad, es el poeta.

-¿Es muy alto el coste personal?

-Me lo he planteado muchas veces y he dicho, después de esto, qué frágil estás. Pero no. Porque no hay escudo más potente que la desnudez. Cuando ya te has desnudado ante los demás ya nadie puede desnudarte. Yo soy el que me desnudo y nadie me va a quitar la ropa ni a violentarme. Con lo cual, es casi el mejor escudo la desnudez.

-¿Habrá un nuevo poemario el año que viene?

-Creo que sí. Estoy en un momento efervescente poéticamente, de esos en los que surge la palabra y la ves necesaria. Que no la ves vacua y, además, surge de una manera natural, espontánea y de lo más inesperado. Te vas dando cuenta de que hay poesía en lo que miras y en lo que te recibe. Estoy absolutamente receptivo para la poesía en este momento. Si yo me estoy sorprendiendo a mí mismo de lo que está saliendo, porque no lo esperaba, supongo que quien lo lea también.

-¿Será lo mejor de lo que ha publicado hasta ahora?

-No estoy diciendo que sea lo mejor o lo peor, pero sí digo que es de una intensidad no menor a El mundo se derrumba y tú escribes poemas o a Biografía impura. Insisto en que no escribo si verdaderamente no tengo necesidad y urgencia y creo que sirve. En este caso, me he entregado muy intensamente a los poemas en los que estoy trabajando.

-Usted se pone el listón muy alto.

-Sí, me lo pongo muy alto pero para eso he escrito Donde los ángeles se suicidan, para que me dé alas y pueda saltar encima y volar por encima de ese listón.

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