Seguro que Ramis no era el único culpable de la situación en la que se había metido en la Unión Deportiva Almería, pero en estos casos la cuerda se rompe siempre por el mismo sitio. La llegada de un entrenador nuevo siempre implica una cosa: esfuerzo por parte de los desmotivados para tratar de demostrar que son válidos para el once inicial. Así pudo verse el pasado viernes ante el Zaragoza, cuando los jugadores rojiblancos mostraron otra cara bien diferente a la de la etapa Ramis, en la que parecían muertos vivientes (o directamente sin vida) sobre el césped.
Mucha parte de la culpa la tiene Fran Fernández y su estupenda semana de trabajo, está claro, pero también influyó el saber que ya había técnico nuevo y que éste se sentaba en el palco del Estadio de los Juegos Mediterráneos. El míster almeriense, cuyo librillo es necesario en el primer equipo como bien demostró la temporada pasada y hace tan sólo unos días, tocó las teclas justas: puso a los jugadores ordenados y cómodos en el terreno de juego, se dejó de juego preciosista e ineficaz, y transmitió confianza a quien la necesitaba. Tres ingredientes que se sumaron a la necesidad de cualquier futbolista profesional de dar lo mejor de sí, puesto que su futuro depende de su presente y en las últimas semanas éste estaba siendo desastroso en el Almería.
Con la pésima racha que llevaban los rojiblancos ya cortada, Lucas Alcaraz se hizo cargo por tercera vez de un equipo de Almería. De su bisoña primera etapa, todavía en el siglo anterior y en Segunda B, no queda nadie en la plantilla, tan sólo algunos directivos y aficionados muy fieles. De su segunda experiencia hace justamente un lustro, siguen en la plantilla Verza y Trujillo, mientras que Corona será su director deportivo. El oriolano y el madrileño eran muy del gusto del técnico granadino que, al segundo de ellos, lo hizo debutar en Valladolid, pues todavía jugaba en el Almería B. Desde entonces, su crecimiento fue grande y hasta se lo llevó al Levante. Ahí se apagó un Trujillo que confía en que la llegada de Lucas le haga volver a ser un futbolista importante en el once titular.
Está claro que el fútbol de Lucas Alcaraz no va a enamorar a la afición, quien busque fútbol espectáculo o esas copias mal entendidas del guardiolismo, que se quede en su casa y venda su carnet. Además de que el Almería no está en disposición de hacerlo, el granadino es mucho más práctico. Ése fue uno de los errores de Ramis, que quiso morir con una idea de juego que la temporada pasada, cuando el equipo estaba con el agua al cuello, no usó. En estas últimas jornadas, en vez de rearmarse, confió en la capacidad de reacción y el fútbol de una plantilla que no le respondió.
Si algo tiene seguro Alcaraz es que lo primordial en el fútbol es no encajar goles. Desde la fortaleza defensiva, se está más cerca de la victoria puesto que el rival termina por desquiciarse y cometer errores al venirse arriba. ¡Cuántos partidos habrá perdido el Almería de esta forma en esta categoría! En dos temporadas y media que llevan los rojiblancos en Segunda División han pecado de un exceso de confianza en la posesión, que terminaba por convertirse en el peor enemigo. Con el nuevo técnico, por lo menos se le va a intentar dar la vuelta a la tortilla: menos posesión, pero mejor posicionamiento táctico.
Además de por el resultadismo, si por algo destaca Alcaraz es por sacar lo mejor de sí de futbolistas que necesitan un tratamiento especial. Él descubrió a Trujillo y Aleix Vidal, hizo sentirse cómodo a Verza en el centro del campo, reconvirtió a Juanma Ortiz en lateral, cuando estaba jugando de extremo o hizo trabajar a destajo a un Ulloa, que con él sí se sintió importante y logró un total de 28 goles. Las cosas han cambiado desde entonces, pues la plantilla es más corta y de menos calidad, por el que el gradino tiene que estrujarla al máximo para que la afición perdone a su equipo.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios