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Tembleque de piernas (2-2)

  • Almería y Real Sociedad demuestran a base de fallos porqué no se despegan del furgón de cola Se adelanta dos veces, pero se muestra endeble para maniatar a un rival desconocido

Si la primera vuelta no le había traído ni una sola victoria al Almería en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, en la segunda las cosas podía ser diametralmente diferentes. Para eso, los de JIM tenían que ser capaces de batir a una irregular Real Sociedad, rival precisamente ante el que se consiguió el primer triunfo liguero, todavía con Francisco en el banquillo.  

En el horizonte, por el que se iban las nubes de los últimos días y volvían los temidos vientos, se oteaban tres puntos que podían dar la tercera victoria consecutiva, algo que todavía no habían logrado los rojiblancos esta temporada, y una tranquilidad que hasta el momento no ha tenido este equipo por las deudas contraídas en las primeras veinte jornadas. El partido se las traía porque el Almería es uno de esos equipos que siempre reacciona cuando se ve con el agua al cuello, pero que curiosamente no rinde igual cuando tiene en su mano la opción de vivir con tranquilidad.

 

Lo mejor que le ha podido pasar al Almería de JIM es haber recuperado la confianza en este comienzo de la segunda vuelta, la parte del campeonato en la que hay que cosechar puntos ante buena parte de los rivales de tu liga. La racha positiva local y la negativa visitante se plasmó a la perfección en la primera jugada del partido: Michel saca un centro sin aparente peligro, la defensa realista se lo come y Thievy aparece más solo que la una en el segundo palo para controlar y que Rulli le hiciera penalti con el labio, que encima se lo reventó. Verza le pega muy bien junto al palo, lugar al que es imposible que llegue un portero, y el Almería que se adelantaba en el marcador prácticamente sin darse cuenta, sin creérselo.

 

Está claro que cualquier equipo quiere adelantarse en el marcador tan pronto. Supone un golpe anímico y provoca que el rival tenga que arriesgar más. Sin embargo, la concentración no podía bajar ni un ápice puesto que había todo un mundo todavía por delante y el Almería no se caracteriza por saber templar los partidos o por sentenciarlos por la vía rápida. Cierto es que los de JIM vieron que la Real no se había metido en el partido y Thievy pudo hacer el segundo, pero Moyes dejaba descolgados varios jugadores y cuando su equipo recuperaba, salía a la contra con fútbol más directo que elaborado. El barco visitante estaba tocado, pero para hundirlo quedaban muchos cañonazos por dar.

 

Si bien la velocidad de Thievy estaba haciendo daño por la izquierda, el mayor peligro lo ponía la conexión carioca Michel-Silva. Los dos se entienden a la perfección y el lateral está en un gran momento físico, lo que le permite desdoblar y crear espacios. Había que andarse con ojo porque ese descaro ofensivo por banda podía ser un arma de doble filo si no había ayudas en los repliegues. El poco peligro realista llegaba por la izquierda, con un Chory Castro que parecía el único visitante enchufado. 

A falta de formol a la primera parte, el Almería lo que se echó fue veneno en su copa. No tenía el control del partido, el balón iba y venía con demasiada rapidez de un área a otra y encima llegaba el clásico fallo de cada encuentro para dar vida a un rival que verdaderamente la necesitaba. Falta muy lejana, sin más táctica que colgarla plana, como toda la vida, Agirretxe la peina por encima de toda la defensa rojiblanca y Julian se la come. 1-1, un fallo de cada equipo, un gol de cada contendiente. Una situación parecida a la de Córdoba, pero a la inversa. Llegaron los nervios, las imprecisiones y una pobre, pero pobre, Real estaba siendo capaz de encontrarle las cosquillas a un Almería que ahora sufría. 

Hasta que Thievy volvió a ponerse la camiseta de Las Palmas, aquella con la que hizo diabluras en Segunda, aquella con la que ganó el solo un partido liguero en el Mediterráneo. Con la afición temiendo por el resultado, cogió un balón por la izquierda, hizo un siete a Zaldua y le cedió el gol al goleador. Respetando galones. El extremo la pone y el delantero marca. Así es el fútbol, sencillo no, pero más fácil de ejecutar cuando las cosas se hacen con cabeza y sentido común. Un jugadón tras un fallo garrafal, que JIM quiso que Julián olvidara de cara a la segunda parte dándole un beso para celebrar el gol.

 

Si la primera parte había acabado bien, la segunda comenzó fatal. Canales, un jugador no demasiado rápido, pero sí habilidoso, le ganó a Dos Santos la espalda con una facilidad pasmosa para regatear a Julián y marcar a puerta vacía. Gran jugada del cántabra, pero sensación horrenda en defensa, sobre todo porque la espalda del argentino es una bandeja de plata para los rivales. Pero, por desgracia para el equipo, esto también forma parte de la austera política del club.

 

El miedo se apoderó de ambos. El empate servía de poco, pero la falta de seguridad de los dos equipos no inspiraba la confianza suficiente como para irse a por el tercer gol. Si éste llegaba, en buena medida habría demérito del rival. La Real estaba encontrando hueco entre líneas, al Almería ya le costaba más entrar por banda y se afanó en buscar contras ahora que su rival se había decidido a dar un pase hacia el frente. Sin embargo, Thievy ya estaba cubierto por dos hombres y Silva se había apagado. Además, Velasco Carballo quiso tener su cuota de protagonismo y comenzó a repartir tarjetas a destro y siniesto. Un mal árbitro para un mal partido. El descuento, con una buena ocasión tras un balón puesto por Édgar al que nadie llegó y un disparo potente de Hemed, dejó la sensación de que dos nuevos puntos se habían escapado del Mediterráneo. Es cierto, pero se han perdido tantos partidos en esta tesitura, que  habrá que consolarse con un paupérrimo empate.

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