Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

Economía de las autonomías. Innovación y conocimiento

No recuerdo con exactitud el dato que E. Reig, catedrático de economía en Valencia, me facilitó durante su visita al Observatorio Económico de Andalucía sobre el porcentaje que todavía está vivo de los científicos que han existido a lo largo de la historia, pero era superior al 90%. Me resultó esclarecedor para comprender el vértigo de las transformaciones en las relaciones sociales que nos ha tocado vivir, pero sobre todo ilustrativo de la influencia que la innovación y el conocimiento tienen y tendrán en el diseño futuro de los mapas de la prosperidad y la pobreza. En su trabajo sobre la Competitividad de las regiones españolas ante la economía del conocimiento, editado por la Fundación BBVA, el profesor Reig señala dos vías de penetración del conocimiento en la economía española. La primera, una transformación estructural de la base productiva hacia una mayor presencia de las actividades intensivas en conocimiento (capital humano, capital productivo de base tecnológica, patentes y propiedad intelectual, etc.). La segunda, a través de la mayor presencia de empleo cualificado e implantación de tecnologías de la información y comunicación (TIC) en todos los sectores productivos, incluidos los más tradicionales. Sin embargo, su distribución por regiones es marcadamente desigual.

Es significativo que el 88% de las ventas y el 58% del empleo en TIC se concentren en Madrid y Cataluña, donde igualmente se localiza, junto al País Vasco, la mayor parte de las actividades intensivas en tecnología. La desproporción es tan acusada que sólo en cuatro comunidades (las tres citadas y Navarra) el porcentaje de gasto en I+D+i con respecto al PIB es superior al promedio español (1,8%). Por su parte, en el mapa de la inversión empresarial en innovación aparecen dos colores diferenciados. Por un lado, Madrid y Castilla-La Mancha, por la derrama de la actividad en la capital, y el cuadrante nororiental (País Vasco, Rioja, Navarra Aragón y Cataluña). Por otro el resto, donde la mayor parte de la actividad innovadora está vinculada a las universidades y financiada por el sector público.

La correlación entre nivel de desarrollo y conocimiento es tan elevada, que bien puede afirmarse que la innovación constituye, en estos momentos, una de las principales fuentes de divergencia regional en España. El Índice de Competitividad Regional que publica el Colegio de Economistas considerando, entre otras variables de clasificación, a la innovación, sitúa a Madrid, Navarra y País Vasco en el nivel más elevado, seguidas de Cataluña y Aragón. En un nivel intermedio está el resto de las comunidades, salvo Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, que se encuentran en el nivel inferior. En el caso de las patentes, Madrid sigue a la cabeza del país, dentro de un mapa de marcado perfil mediterráneo por el liderazgo de Barcelona, Valencia, Alicante y Murcia. A la vista de estos datos se puede concluir que, como mínimo, la tecnología y el conocimiento tendrán, salvo que se actúe para impedirlo, una influencia creciente y adversa en la evolución futura de los desequilibrios en España.

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