Finanzas La Kutxa y BBK no logran sacar adelante su proceso de integración

El experimento pincha en hueso

  • La primera fusión bancaria en tiempos de crisis, una de las recetas de Zapatero para capear la tormenta financiera, fracasa en el País Vasco ahogada por la bronca política

Era una de las recomendaciones para proteger al sector financiero del temporal de la crisis, pero el primer experimento ha resultado un sonoro fracaso. Alentadas por el propio Rodríguez Zapatero, que el 15 de octubre recomendó acelerar el proceso de fusiones para "conseguir un sistema más racional, competitivo y eficaz" con el que capear la desaceleración, las cajas vascas estaban preparadas el viernes para dar el primer paso en el nuevo orden bancario español surgido de las turbulencias económicas. Todo estaba listo para que las asambleas de la vizcaína BBK y de la guipuzcoana Kutxa dieran su respaldo al inicio de un proceso de integración que, una vez culminado, intentaría sumar también a la alavesa Vital en torno a la caja única vasca, la que estaba llamada a convertirse en la tercera de España por beneficios y patrimonio neto, y en la sexta por activos totales.

El cónclave de BBK cumplió el guión previsto (68 votos a favor, frente a 26 en contra), pero el escrutinio en su compañera de viaje hizo saltar por los aires el proyecto, que sólo logró sumar 63 votos a favor, cuatro menos de los necesarios, más 33 negativos y cuatro abstenciones. ¿Motivos? Los mismos que aquejan a todas las cajas por la propia definición de su modelo de representación: suelen primar más los intereses políticos que los de sus clientes. La operación había sido impulsada por los presidentes de las entidades, Xabier Irala (BBK) y Xabier Iturbe (Kutxa), y contaba con el respaldo de PNV y EA, que a unas negociaciones maratonianas habían logrado también el apoyo de los sindicatos CCOO y Pixkanaka, y de Aralar y Ezker Batua. Enfrente, PP, PSE y los abertzales.

No debían de estar tan garantizadas las fuerzas favorables si la votación, secreta, terminó en fiasco. Al término del escrutinio, el presidente de la Kutxa, Xabier Iturbe, reconoció su "decepción", aunque aseguró que el proceso seguirá adelante porque existía un "plan" para ese supuesto. Su homónimo en la BBK, Xabier de Irala, lamentó que se pierda la oportunidad de crear "una herramienta sin precedentes" para hacer frente a la crisis y contribuir "al progreso económico" del País Vasco. Y sentenció: "Cada uno sabe la responsabilidad que ha asumido".

La jornada de ayer sólo sirvió para dos cosas: intentar poner nombre a los cuatro abstencionistas que frustraron la operación y, sobre todo, tirar los trastos a la cabeza del contrario. Uno de los grandes perdedores al ser el gran impulsor de la fusión, el presidente del PNV, Íñigo Urkullu, no dudó en acusar al PSE, al PP y a la izquierda abertzale de "unir votos" para frustrar la operación, aunque auguró que "llegará". Desde el PSE-EE, el secretario general del partido en Vizcaya, José Antonio Pastor, replicó que el resultado de la votación demuestra que es "imposible construir nada sin acuerdo ni consenso". Por su parte, Eusko Alkartasuna asegura que ninguno de sus vocales se abstuvo y acusó a PNV y PSOE de "camuflar el fraude" con la votación secreta. Desde el PP del País Vasco, Antonio Basagoiti alertó de que la integración de las dos entidades "ha fracasado porque al PNV le importa más el poder para la independencia que para el bienestar". Y la última fuerza en litigio, la izquierda abertzale, se congratuló del "nuevo tortazo para el PNV".

Demasiada escaramuza política, desoyendo las recomendaciones de Moncloa, el Banco de España y el propio comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia. El primer paso en el camino de las fusiones -observado con atención desde Andalucía o Castilla y León- deja un rastro de fracaso.

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