Tribuna Económica

Rogelio velasco

El mundo al revés: los millonarios quieren pagar más

Esta semana se ha producido una declaración pública insólita. Un grupo de multimillonarios de EEUU ha manifestado su oposición a la reforma fiscal que Trump quiere implementar, enviando un escrito al Congreso norteamericano para que no se apruebe. Entre los firmantes se encuentran la familia Rockefeller, Warren Buffet y otros muchos multimillonarios.

La declaración es insólita, no solo porque se suele oir, en la mayoría de los casos, el discurso distinto -rebajar los tipos marginales más elevados-, sino porque sus firmantes son plenamente conscientes del papel que juega la justicia distributiva en un país, para financiar servicios públicos esenciales, ayudar a los más pobres y para que la economía -teniendo una distribución más justa de la renta- pueda creer y funcionar sobre bases más sólidas. Esto es lo insólito, por la inteligencia que demuestra, y es lo que recoge la declaración.

La propuesta fiscal republicana va a reducir el crecimiento, beneficiar de manera desproporcionada a los más ricos y aumentar innecesariamente la complejidad legal, propiciando operaciones de ingeniería fiscal para que los más ricos paguen menos impuestos, mientras que la clase media pague más.

Los efectos macroeconómicos, van a ser gigantescos. Al reducir la recaudación, el déficit fiscal aumentaría en la próxima década en 1,5 billones (millones de millones) de dólares. Esto representaría un estímulo fiscal que la economía de EEUU, con una tasa de paro que va a bajar en los próximos meses del 4%, no necesita en absoluto.

El tipo del impuesto de Sociedades se va a reducir al 20%, permitiendo, además, que las desgravaciones por inversiones se materialicen completamente el mismo año en el que se lleven a cabo. Esto va a provocar una enorme acumulación de renta en las empresas y sus accionistas, sin que haya garantías de un mayor crecimiento. El 20% acercaría a EEUU al tipo de gravamen de otros países, aunque, paradójicamente, se niega a gravar los enormes recursos acumulados por las empresas en paraísos fiscales.

Se contempla, también, la supresión del impuesto de sucesiones. Este impuesto lo paga en EEUU sólo el 0,2% de los contribuyentes, esto es, los muy ricos.

Una propuesta más sensata pasaría por una reducción de impuestos a la clase media, mientras, al mismo tiempo, se reducen algunas desgravaciones (por ejemplo, en salud) o las que practican las empresas al compensar pérdidas sufridas en años anteriores. Igualmente, debería gravarse con carácter inmediato los fondos que las grandes corporaciones tienen aparcados en paraísos fiscales, en los que empresas como Google o Apple mantienen recursos multimillonarios.

Otras reformas deberían afrontar la favorable fiscalidad de los salarios y compensaciones a los ejecutivos. La actual legislación explica que el sueldo de un consejero delegado sea, como media, 300 veces superior al de los empleados con salarios más bajos.

El sistema de mercado es el más eficiente en la asignación de recursos y el que mejor promueve el crecimiento y el bienestar a largo plazo.Pero un sistema sin regulaciones ni políticas redistributivas genera enormes ineficiencias, menor crecimiento económico, gran inestabilidad social y una pobre justicia distributiva.

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