el poliedro

José Ignacio Rufino

La realidad supera a la afición

Uno de los fenómenos que ha dejado la Navidad es el de recolocar en internet los regalos para obtener beneficio El 're-gifting' es otro sino de los tiempos en que el regalo carece de emoción

La afición al evento y al sarao es uno de los sambenitos que los sureños llevamos con mayor o menor razón o resignación. Pero la Navidad es regionalmente muy transversal, que diría el moderno: iguala mucho. A veces, y permitan el tuneado del dicho, "la realidad supera a la afición". O la afición supera a la ficción, como quieran. Ese tipo de sorpresa me ha sucedido hoy, 12 de enero, jueves a las cinco de la tarde: "Hola, Paco, ¿puedes hablar?"; "Sí, sí, si oyes jaleo es porque estamos en un almuerzo de Navidad atrasado", me devuelve Paco entre carcajadas. Es portentosa la capacidad de algunos titanes -no son pocos-- de la mesa, el menú, el criancita y la sobremesa on the rocks. Benditos sean y con su pan y su lubina a la espalda se lo coman. Los fenómenos de ocio y consumo navideños, ya se ve bien, colean y refluyen bastante tiempo más allá del día de Reyes: las rebajas, la devolución del vestido con algún tufillo de perfume, el ticket-regalo, ése gran invento comercial. Y las comidas con compañeros o amigos que no encontraron su hueco en la agenda o en el restaurante desde 15 al 31 de diciembre o algo más allá! ¡Qué casta!

Una nueva variedad de regüeldo de estas fiestas que cursan con coartada de espíritu navideño ha nacido de la mano de la venta digital, y se ha dado en llamar re-gifting. Gift es regalo en la lingua franca de internet. Se trata de recolocar el regalo que alguien te ha hecho. El esquema esencial ha existido de toda la vida. En la época en que los padrinos hacían regalos como los que hacían a sus propios hijos -yo sigo, todo talludo, recibiendo año tras años presentes de primera de mi madrina Carmen--, a un buen amigo le causaba una gran frustración y agravio comparativo el que sus padrinos le encasquetaran un regalo de empresa de los muchos que solía recibir su tío y padrino por Navidad; eran tiempos de mucha cremita y ojana a quien ostentaba un buen carguete de prescriptor en la empresa. Directores de compras, otorgadores de obras: con pocos años, qué lástima, al pobre ahijado le caían relojes de mesa de remachado oropel, estatuillas de Lladró, agendas con mapas de carretera y tablas de unidades de medida; alguna vez otra cosa de mayor gusto pero igualmente impropia para un niño. La cosa tenía un puntito dickensiano en clave de aquel desarrollismo tardío de los 70.

El re-gifting es una versión contemporánea de aquella colocación inspirada en la asfixiada señora del hombre peloteado por sus clientes y proveedores: "que corra el regalo, Benito, que tengo mucho chisme en casa ya; este Inoxcrom, para tu ahijado Felipe". A uno le regalan algo que no le gusta, que ya tiene o que resulta tentador para hacerlo billetitos frescos, y agarra sin mala conciencia y lo recoloca en internet, en cualquier página de venta de productos de segunda mano, mejor si está todavía con su precinto. Se busca, también en la red, el precio de venta a estrenar, se le calcula una rebaja, y se cuelga en Wallapop o una de esas webs. Incluso, si estás ducho en el comercio P2P, lo puedes subastar. A nadie le amargan unas decenas de euros de ingreso extraordinario cuando afronta la cuesta de enero, esa que dura por lo menos hasta marzo y hasta empalma con el veraneo.

No corren tiempos de regalos personalizados. Si regalas tu vieja guitarra o la cazadora de ante de tus amores, corres el riesgo de, en vez de reconocerte que te arrancas una pequeñita parte de tu vida para que el destinatario tome el testigo de su historia, seas señalado como tieso y roñoso. Son tiempos de tráfico rápido de mercancías, de mucho de todo. Cualquiera puede, con la ayuda de internet, convertirse en un intermediario de sí mismo y darle tráfico a tanto regalo hecho a tontas y a locas.

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