david alonso. Director de cine de animación

"En la animación española se cuece algo y fuera lo saben"

"En la animación española se cuece algo y fuera lo saben"

"En la animación española se cuece algo y fuera lo saben" / julio gonzález

-¿Cómo llega a la animación?

-Dando tumbos. Mi idea era estudiar arte, pero qué salida iba a tener eso... Así que empecé informática y de ahí derivé al diseño gráfico porque pintar era lo mío y me vi en un curso de animación de la Escuela de Cine de Madrid y haciendo un corto que era un trabajo para el curso. Atención al cliente se llamaba. Para mi sorpresa lo nominaron a los Goya.

-¿Lo ganó?

-No, lo ganó merecidamente Enrique Gato, que ha codirigido la segunda pate de Tadeo Jones conmigo. Allí le conocí, esa noche de los Goya.

-También ha trabajado en la industria del videojuego.

-Me fui un año a Inglaterra a probar. El mundo del videojuego y la animación digital comparten muchas cosas.

-Parece que hablamos de cosas de niños, pero en realidad estamos ante un sector económico potentísimo.

-Sólo la industria del videojuego mueve más que el cine y la música juntos y todavía hay quien no le da la importancia que tiene y me estoy refiriendo a la formación .

-¿Cuántas personas, por ejemplo, han trabajado en la segunda parte de Tadeo Jones?

-Si nos limitamos a contar exclusivamente a los trabajadores del estudio de animación, son unos 150, pero con todo el trabajo externo nos colocamos en 400. Los créditos en la animación empiezan y no terminan nunca. Y nosotros somos pocos en comparación con una producción de Pixar.

-Hágame una proporción.

-¡Uf!, es que son ligas totalmente diferentes. Nosotros nos movemos con un presupuesto de nueve millones de euros y una producción Pixar no baja de los 150 millones de dólares. Esto hace que nuestro trabajo de producción lo tengamos que reducir a 22 meses y un proyecto Pixar dura de media unos cuatro años. Hacemos milagros con el dinero que tenemos.

-Con esas diferencias, ¿entrar en el mercado de distribución americano será una utopía.

-Planet 51, que, aunque fue coproducción, es la película de animación más cara española, consiguió meter cabeza. Ha sido la única porque, sobre todo, cuesta mucho dinero. Entrar en el mercado americano te cuesta lo mismo que el presupuesto entero de la película. Los americanos son muy proteccionistas con su cine. Es más fácil, con todo lo raro que es, el mercado chino que el americano.

-En Pixar hay unos cuantos españoles.

-Es que los profesionales españoles están muy bien valorados pese a que la generación que ha llegado a América tiene mucho de autodidacta. Pero hay mucho talento. Carlos Baena formó parte de la primera hornada, es un poco el que ha abierto el camino y está especializado en lo que mejor se hace en España: la animación física. Él fue el quien animó, por ejemplo, el baile flamenco de Buzz Lightyear en Toy Story 3.

-Y supongo que la gente se va porque no tenemos industria para absorber esa mano de obra creativa.

-La industria de la animación es un mundo pequeño dentro de otro pequeño mundo que es la industria del cine español. No hay tejido para tal cantidad de profesionales ambiciosos, pero lo que es seguro es que nos sentimos observados y cada vez firmas más grandes vienen a por profesionales de aquí. Fuera se sabe que algo se está cociendo en la animación española y yo espero que dé resultados en poco tiempo y esa industria se haga más grande y más rentable. Aunque casi prefiero callarme porque esto ya se ha dicho otras veces y ha quedado en nada.

-Podría pensarse que el cine de animación es una valor seguro. Al fin y al cabo, los niños se tragan lo que le echen.

-Qué va. Cuando yo trabajo me pongo en la situación del chaval. Quiero hacer lo que me hubiera gustado ver cuando yo era niño. El niño es un público muy maduro; si a los diez minutos le aburres no te lo perdona y ya se está moviendo en la butaca y diciéndole al padre que se quiere ir. Te toma la matrícula y fin de Tadeo. Por eso, con la segunda parte nos lo hemos currado para dejar a los niños y a sus padres pegados a la butaca.

-Hay una persecución en Granada que es una auténtica virguería.

-Nunca se ha visto Granada de ese modo. Pensamos en incluir algo de España porque no lo habíamos hecho en la primera y Granada era muy icónico y vestía mucho la película. Fue a lo que dedicamos más tiempo. 16 meses estuvimos trabajando recreando el Albaicín. Cuando hicimos la presentación en Granada los granadinos fliparon.

-¿Se figura alguna vez abriendo Cannes como logró Pixar con Up?

-Aquello fue un reconocimiento a lo que había hecho Pixar, que revolucionó la animación. Hay un antes y un después, pero puedes tener toda la tecnología del mundo que si no tienes historias no vale nada. Y Pixar las suele tener. En cualquier caso, los festivales son más de cine de autor. Aunque en la animación también hay gran cine de autor. A la animación se le trata como si fuera un género del cine, pero no lo es. Simplemente es cine.

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