Antonio Díaz. Experto en servicios de inteligencia

"El yihadismo nos acabará llevando a la israelización"

  • Este investigador publica 'Espionaje para políticos', un libro que con lenguaje sencillo explica el funcionamiento de los servicios secretos.

Antonio Díaz (Cádiz, 1971) es profesor universitario y uno de los principales investigadores de nuestra historia secreta, la de los servicios de inteligencia. Estudió Políticas y Derecho en Barcelona y, gracias a la beca Gutiérrez Mellado, pudo llevar a cabo un ambicioso trabajo que dio como fruto la primera historia de los espías españoles y que se plasmó en un libro de referencia, Los servicios de inteligencia españoles. Desde la Guerra Civil hasta el 11-M. Historia de una transición. En las próximas semanas, editado por Tirant lo Blanch, se va a publicar Espionaje para políticos, un libro que con lenguaje sencillo explica el funcionamiento de los servicios secretos.

-¿Por qué los servicios de inteligencia se llaman de inteligencia? Qué petulancia, ¿no?


-La palabra histórica es espionaje, es decir, observar camufladamente. Con lo de inteligencia se quería subir de nivel el concepto, digamos, de cotilleo. O más bien era dar al cotilleo un valor analítico, algo más que ir a los sitios y que te cuenten cosas. No sólo saber cosas, sino comprenderlas.

-Usted debe ser el no espía que más sabe de los espías en España.

-No sé. Publiqué la primera historia de los servicios de inteligencia de España empezando por Carrero Blanco. Como era la primera vez que se hacía, les pillé vírgenes y quizá me contaron más de lo que querían contarme. Sencillamente, pensaban que no podía hacerlo, que era un proyecto condenado al fracaso. Y sí, tengo anécdotas para aburrir. 

-Cuénteme una.

-Pues uno de los mayores piropos que he recibido fue cuando un alto mando del CNI me asaltó y me dijo: "Tú sabes mucho, por menos ha aparecido gente boca abajo en el Manzanares".

-Qué angelito. Encontró, entonces, buenas fuentes.

-Sí, al estilo de Todos los hombres del presidente. Tenía una fuente que era como Garganta Profunda: yo tenía que averiguar las cosas y él las confirmaba o las desmentía. Nunca me contó nada, pero era mi verificador. 

-¿Y cómo fue su origen?

-Los servicios secretos españoles tienen muy buena fama fuera de España. Se creó un modelo muy válido que luego sería copiado por otros países. Se trataba de un único servicio de interior y exterior que hacía que fluyera mejor la información.

-¿Cómo fueron de determinantes para acabar con el terrorismo etarra? 

-Hicieron un magnífico trabajo coordinado con los servicios de la Guardia Civil y la Policía, lo que les ha convertido en referente ahora que la amenaza terrorista es global, aunque este terrorismo sea tan distinto a aquél. En cualquier caso, eso sólo es la parte, digamos, más visible. Lo servicios de inteligencia también están para adelantarse a amenazas políticas o económicas. No puede ser que te nacionalicen Repsol en Argentina y tú te enteres unas horas antes. Quiero decir que también se encargan de allanar contratos para Airbus o para crear una empresa turística en Cuba. Esto hace que el perfil de los espías sea de lo más variado. 

-El perfil es que no haya perfil.

-Así es. En un informe de los servicios británicos se lamentaba de que, aunque tenían bien cubierto el apartado de gays, lesbianas y minorías étnicas, les faltaban mujeres de más de 40 que fueran madres. Es que para comprender es necesario contar con gente que haya vivido y se haya criado en un determinado ambiente. Para conocer la radicalización de un joven vasco que no hable euskera es necesario contar entre tu personal con un joven vasco que no hable euskera. Sólo con una plantilla de militares no entenderás los diferentes fenómenos a los que te enfrentas.

-Entiendo que el terrorismo yihadista cambia por completo los métodos de trabajo de la Inteligencia.

-Cambian sobre todo los tiempos en los que se trabaja. El yihadismo nos va a conducir a una isrealización de las sociedades occidentales. Se va a pedir priorizar la seguridad sobre la libertad y la mayor parte de la gente pensará que le da igual que le pinchen el teléfono si eso evita una bomba en un supermercado.

-Una sociedad que pide a sus espías resultados inmediatos.

-Claro, pero es que ese no ha sido el modo de trabajar tradicional. La inteligencia moderna se crea para evitar otro Pearl Harbour. El mundo era estable hasta la caída del muro de Berlín. Había una crisis grande cada década y los servicios de inteligencia se encargaban de abortarla. ¿Cómo se explica sino la guerra fría y el miedo nuclear sin que hubiera ni guerra ni bomba nuclear? Al fin y al cabo era un 'sé lo que estás haciendo'. Todo tenía cierta sutileza.

-Se ha perdido la sutileza.

-Es que el 11-S lo cambia todo. Los servicios secretos franceses , por ejemplo, pueden estar investigando por qué Pekín compra el agua de Argentina o qué están haciendo Google, Apple o Nestlé . O los nuevos modelos de colonialismo... Pero Hollande dirá que con la que tengo en Niza no me interesa nada de eso. Los servicios secretos no están diseñados para mañana, sino para pasado mañana. Ese es el gran cambio de modelo.

-¿Qué papel juega España en este nuevo escenario?

-No te puedes proteger solo. Son tiempos de cooperación. El atentado de Bataclan se prepara en Bruselas y se ejecuta en París y los belgas se ven desbordados porque pensaban que ya les protegía la OTAN. Bélgica es un epicentro del nuevo terrorismo y resulta que sólo tiene 600 agentes de inteligencia. El servicio de inteligencia español es pequeño en comparación de las grandes corporociones británicas, rusas, americanas o israelíes. No tendrá más de 3.500, pero están preparados para adiestrar a los belgas. Es el tiempo de la cooperación, sin olvidar que nosotros también somos un objetivo terrorista. Y no pequeño. 

-Nuestros espías no se han librado de los escándalos, eso que algunos llamaban las cloacas del Estado.

-Es una actividad que por pura lógica necesita sigilo. Ocurre en casi todos los países la tentación de usar los servicios secretos de modo partidista. Sin embargo, el CNI ha alcanzado un alto grado de institucionalización. No somos de los peores, ni mucho menos. 

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