España

Companys tampoco fue claro

  • La declaración de 1934 también fue confusa, estado catalán en la República federal.

Declaraciones de Puigdemont en el homenaje a Companys.

Desde las cinco de la madrugada, una fila de paseantes con velas encendidas y rosas blancas va llegando a la fosa de la Pedrera del cementerio de Montjuïc, un espacio escultórico y fúnebre donde reposan los restos de los fusilados durante el franquismo; entre éstos, los de Lluís Companys, el presidente de la Generalitat que fue capturado por la Gestapo en Francia en 1940 y entregado al régimen para ser tiroteado junto a estos muros. La figura de Companys se cierne sobre el procés, su trayectoria final debería arrojar algo de luz sobre el presente, pero por mucho que se le invoque las lecciones no son las correctas.

Ante su tumba, y acompañado de Carme Forcadell y de la inevitable Ada Colau, Carles Puigdemont aseguró que Companys fue ajusticiado de acuerdo con una "legalidad establecida", como si el respeto a las leyes que ahora se implora desde el Estado también permitiría este tipo de represalias. Olvida, porque desea, porque le viene bien a su relato de víctima, que fue el régimen de Franco el que se alzó contra la legalidad y una Constitución.

Pero también se comete error si se describe la rebelión de la Generalitat en octubre de 1934 como un alzamiento independentista. Lo fue, pero no sólo eso, la proclamación del Estado catalán coincidió con una revolución que las fuerzas de izquierdas desencadenaron contra el Gobierno de la República: fue una revuelta minera en Asturias y catalanista en Barcelona, los dos únicos lugares donde prendió la revolución.

Companys fue militante catalanista desde su juventud, republicano y miembro de ERC, pero no de los más radicales. De hecho, los últimos años de su vida fue cuestionado por independentistas y anarquistas, de un lado, y por las fuerzas conservadoras y republicanas, de otro. Quien primero proclamó el Estado catalán en la Segunda República no fue él, sino su antecesor, Francesc Maciá, en las horas de confusión que se sucedieron entre la huida de Alfonso XIII y la instauración del nuevo régimen. Maciá proclamó el Estado catalán dentro de la república de los pueblos ibéricos, pero sin una intención clara de segregar el territorio. Fue precisamente Lluís Companys quien impidió que en el balcón de la plaza de Sant Jaume se izara en abril de 1931 la estelada, símbolo de Estat catalá, que era una facción de los soberanistas con milicia propia. La bandera que ondeó fue la senyera. A consencuencia de ello, Niceto Alcalá Zamora envió a un grupo de diputados a parlamentar con Maciá, entre ellos Fernando de los Ríos, a consecuencia de lo cual se instauró la Generalitat de Cataluña. Ese fue el pacto. Maciá murió en el cargo, y Companys lo sucedió en la víspera de las elecciones legislativas españolas que ganaron las derechas en 1933.

La proclamación de la independencia de Companys de la que tanto se habla en estos días fue una confluencia, por tanto, del catalanismo y de la revolución que las fuerzas de izquierdas aunaron en contra del Gobierno de Lerroux. El fascismo había comenzado a recorrer Europa; la CEDA, que era el principal partido de la derecha y la coalición más votada en las pasadas elecciones, flirteaba con el movimiento y era claramente antirrepublicano. La entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno terminó por activar la reacción revolucionaria en todo el país, aunque los dos focos principales fueron Asturias y Barcelona. La huelga revolucionaria en las cuencas mineras fue violenta y la represión, a cargo de Franco y sus legionarios, aún peor. Sin embargo, en Barcelona, Companys se alzó con la seguridad de que bastarían con los Mossos (no más de 300 personas) y con las milicias de ERC para tumbar un régimen y proclamar el otro. Es cierto que la Generalitat ya andaba a la gresca porque el Constitucional había tumbado una primera ley de hondo calado social sobre la entrega de tierras a los cultivadores arrendatarios.

Si aún creen que Carles Puigdemont fue ambiguo el martes pasado, lean la proclamación de Companys: "En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el estado catalán de la República Federal española y (…) les invita [a los republicanos españoles] a establecer en Cataluña el Gobierno provisional de la República española". Más que la independencia de un territorio, fue el alzamiento contra un Gobierno de derechas con el barniz del republicanismo federal catalán.

Carles Puigdemont, en cuclillas en presencia de Carme Forcadell y Ada Colau, deposita una corona de flores en el lugar donde Companys fue asesinado. Carles Puigdemont, en cuclillas en presencia de Carme Forcadell y Ada Colau, deposita  una corona de flores en el lugar donde Companys fue asesinado.

Carles Puigdemont, en cuclillas en presencia de Carme Forcadell y Ada Colau, deposita una corona de flores en el lugar donde Companys fue asesinado. / EFE

La proclamación acabó mal, la Generalitat no consiguió el respaldo popular ni policial, y al general Domingo Batet le bastaron ocho horas para dar por concluida la revolución. Todo lo contrario que Franco con los mineros, cuya comparación le valió a este general, distinguido en la guerra de Cuba, la falta de compasión del primero y su fusilamiento después de que se negase a alzarse con los sublevados del 18 de julio. Batet además fue el juez militar que analizó lo sucedido en el Desastre de Annual, cuya conclusión fue la falta de profesionalidad de los mandos militares cuando no su ausencia de valor. Ni Queipo de Llano pudo hacer nada por Batet cuando Franco respaldó la sentencia.

El homenaje a Companys es una tradición en Barcelona desde 1983. Los militantes de ERC son los primeros en llegar a los restos de una vieja cantera que entró en uso con los íberos en el siglo III antes de Cristo y que es la razón orográfica de la ciudad.

El ex presidente José Montilla y el número dos del PSC, Salvador Illa, llegaron poco después de las nueve de la mañana. Iceta excusó su ausencia por asuntos de agenda. Y a las 10:30 entró Puigdemont con todo su Gobierno más Forcadell y la alcaldesa Colau. Correspondió la advertencia bélica a la representante de la CUP, Gabriela Serra: "Si a Puigdemont le ocurre lo mismo, muchos iremos después". Y el "pirómano" según Colau es el popular Pablo Casado, que auguró que Puigdemont acabaría detenido como Companys en 1934. No en 1940.

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