La Rotonda

rogelio rodríguez

Instalados en el desconcierto

El pluripartidismo, tan deseado, se ha establecido en la ingobernabilidad

La desfachatez con la que actúa la mayor parte de nuestra dirigencia política carece de parangón desde las elecciones del 15 de junio de 1977, primeras desde la Guerra Civil. El descrédito de los grandes partidos nacionales ha ido in crescendo. La UCD, hoy añorada, fue destruida por los suyos, desapareció la izquierda dura, pero tersa y frontal, que representaba el PCE y durante algún tiempo IU, y si el PP y el PSOE se mantienen en cuotas electorales impropias de sus últimos y gruesos deméritos es porque en las urnas también existe amor ciego y resignación. Por eso y porque las nuevas alternativas vician su combustible ideológico -aún no está claro si C's es diésel o gasolina- cegadas en la mercadotecnia del voto; o, como Podemos, responden a movimientos heterogéneos que pronto mostraron su cogollo egocéntrico, populista y radical.

Cada convocatoria electoral azuza la creencia de que la siguiente legislatura alumbrará soluciones quirúrgicas a los tumores no detectados o surgidos en la anterior. Ocurrió durante una época, cada vez más lejana. Pero hemos llegado, por culpas compartidas, a la legislatura del desgobierno y la obstrucción parlamentaria. Si en 2016 no se aprobó ni una sola iniciativa con rango de ley -no había ocurrido desde la instauración de la democracia-, en 2017 la cosecha se redujo 12 iniciativas con categoría de ley y dos leyes orgánicas. El saldo de los últimos 18 meses es aún más desolador. El BOE, un sucinto relato de medidas accesorias.

El pluripartidismo, tan deseado como remedio a los altivos rodillos de las mayorías absolutas, se ha establecido en la ingobernabilidad. PP, PSOE, C's y Podemos se ceban en la discordia sectaria. Populares y socialistas compiten en desatinos y en amistades nacionalistas, los podemitas se ensamblan con grupos desmenbradores y Ciudadanos, el púgil blanco de la esperanza, parece atragantado con el suculento aperitivo que le han servido las encuestas. No hay mimbres ni deseo de conformar un Gobierno estable y los pactos que hasta ahora han acordado en distintas vertientes se incendian con la sola luz del sol. Decía John William Cooke, polémico político argentino, líder del ala izquierda del peronismo, que "los pactos políticos entre fracciones adversas son siempre de mala fe, aunque sean convenientes."

Rajoy y Rivera enconan aún más sus relaciones por la reforma de la ley electoral, y Sánchez -¡ay!- acusa a Rajoy y a Rivera de paralizar España por no aprobar unos Presupuestos que él en ningún caso apoyará. Otras noticias que palidecen al paisanaje tienen que ver con la marcha atípica del ministro De Guindos a la bien remunerada vicepresidencia del BCE, los procedimientos judiciales contra los rebeldes catalanes y con la fuga a la selecta Suiza de la dirigente de la CUP, Anna Gabriel, cuyo look, de repente, nada tiene que ver con el de la joven bravucona con flequillo grueso, rastas y camisetas antisistema que se olía el sobaco en su escaño del Parlament.

La cosa tiene mandanga.

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