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Cuando la Fiesta enseña verdad

  • La feria se cierra con el triunfo a hombros de dos toreros frente a una brava, noble y exigente corrida de Victorino. Curro Díaz y Joselito Adame se ganan con nota la Puerta Grande. Juan del Álamo corta una oreja de su primero pero no remató con el sexto

Curro Díaz y Joselito Adame, por la puerta grande.

Curro Díaz y Joselito Adame, por la puerta grande. / Javier Alonso

Con la verdad que pone sobre la plaza la casta profunda de un toro. Ni mejor ni peor que otro, sólo diferente en todo lo que hace y cómo evoluciona dentro de una faena. Ese fue el sello de distinción que tuvo sobre el albero el cierre de la feria almeriense en la que los toros cárdenos de Victorino eran protagonistas destacados. La tarde tenía alicientes determinantes para entender que la apuesta de la empresa merecía otra respuesta que ese tercio de plaza que a las siete de la tarde se adueñaba de un tendido demasiado despoblado para una ocasión en la que Curro Díaz volvía con vitola de triunfador del festejo del año pasado y Joselito Adame aportaba sin duda aval de torero en buen momento.

Trajo Victorino una corrida bastante a modo para esta plaza. Un punto por debajo de la lidiada el pasado año, pero con entidad suficiente como para entender que cabe perfectamente en el contexto de toro bien presentado para el coso de la Avenida Vilches. Dijo el ganadero que traía la corrida muy abierta de sementales y la verdad es que sólo se notó la diferencia entre ese ecuador que parte el festejo por la mitad a través de la merienda. Tuvieron mucha categoría y buen juego los tres que echaron por delante cada uno de los espadas y se dejaron menos los que a partir del cuarto completaron lotes, excepción hecha del buen quinto.

Sabor y torería de Curro Díaz en una faena muy templada y de mucho empaque como el que el de Linares mostró ante el respetable. Bien meciendo el capote y notable la muleta ante un victorino que metió la cara abajo desde el principio y se fue bebiendo con mucha nobleza esos veinte muletazos que compusieron la faena del linarense. Torerazo por ambos pitones con ese toreo tan distinto, profundo y elegante que piensa su cabeza y ejecuta una muleta con mucha magia y riesgo, porque apunto estuvo de ser prendido por dos veces en cuanto el animal adivinó por una rendijita de luz dónde estaba el torero. Dos orejas tras una gran estocada. Frente al cuarto la cosa no fue tan fácil. El toro tenía su miga y terminaba pensando demasiado rápido. Curro tuvo la voluntad de querer ponerse de nuevo por los dos pitones hasta que el de victorino le dijo que por ahí no iba a ser la cosa. Así que abrevió y escuchó palmas desde le tercio. La dimensión torera de Curro fue correspondida por un inspirado Joselito Adame, quien con habilidad y torería mostró cómo se puede domeñar y enseñar a la vez la importante embestida que tenía su primero. Ganándole el paso se lo llevó toreándolo por la cara hasta fijarlo en los medios. Adame estuvo profesional y valiente frente a la importante y encastada nobleza de ese toro.

Se quedó muy quieto el mexicano ante esa embestida de transmisión del toro, siempre humillado y cogiendo los engaños por abajo. Buen toro sin duda y bello trazo el que tuvo ese toreo del mexicano. Rotunda estocada con muerte de bravo de un toro que en ningún momento claudicó para abrir la boca. El quinto volvió a brindarle posibilidades. El mexicano había sorteado el lote más completo de victorinos y supo acoplarse con clase y valor a la embestida encastada de un animal que no iba a admitir errores. No los hubo. Ni una grieta de fisura en la labor del mexicano que tras otra rotunda estocada se cobraba por derecho ese galardón de la Puerta Grande, mostrando ya de paso que su concepto del toreo no pasa por la rudeza de otras etapas sino que maneja ese aval que se llama gusto para venderlo al tendido. Adame es desde luego una de las confirmaciones agradables de esta feria.

Juan del Álamo se entendió bien con la clase que tuvo el tercero. Otro buen toro que echó la cara al albero y se manejó encastado ante un muleta que tuvo gusto en ese trazo que enseñó el toreo por los dos potables pitones del victorino aunque con más profundidad por el pitón derecho. Molinetes valientes con la oportunidad de calentar al tendido. El sexto fue un animal más complejo y deslucido que el resto de sus hermanos. El salmantino se quedó en esa frontera de apuntar y no disparar, aunque disparar no era fácil ante un toro enterado que tampoco iba a aportar demasiado. Un feo bajonazo por parte del torero fue final no deseado para una tarde en la que saludaron montera en mano tras dejarse mucha torería sobre el albero Fernando Sánchez y Sergio Aguilar tras parear al quinto. Apunten ustedes también, porque no es habitual, que hubo picadores y varas firmes frente a bravura y casta para aguantarlas. Tarde de toros que dan orgullo a la Fiesta y toreros a los que hay que valorarles con mérito doble ese legítimo triunfo.

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