Entrevista

"Adoro las pieles de las mujeres. Son mi inspiración"

  • Juan Luis Galiardo · Actor

Antes de hablar con nosotros, Galiardo atiende otra llamada telefónica. Es una propuesta especial, la de un compañero de la prensa de Badajoz que le ofrece una colaboración "para que transmita por escrito mis reflexiones orales, para dejar, de alguna forma, pensamientos compartidos conmigo y con los demás". Pero claro, prosigue, "yo soy más peripatético, de filosofía oral, pero quién sabe si, como decía mi padre, debo empezar a trabajar la filosofía escrita...".

-¿Nunca se lo había planteado antes, digo eso de echar mano a la pluma y dar rienda suelta a la imaginación?

-Bueno, mi padre siempre me decía: "Pero si tú escribes muy bien, ¿por qué no lo haces?". Pero es como todo, hay que practicarlo. Estaría bien para un anciano hacer reflexiones en voz alta... (Me río) Sí, sí. Soy un anciano y puedo hacer eso. A ver, hay ancianos deteriorados y yo soy un anciano poco deteriorado todavía.

-Quería darle la enhorabuena.

-Gracias.

-¿Qué significa para un actor como usted que el Iberoamericano le designe como uno de sus Premios Ciudad de Huelva?

-Un reconocimiento que viene de esta tierra -yo también soy andaluz-, a la que me he vinculado emocionalmente, donde he vivido periodos de mi vida, hace que el premio me sepa mejor.

-Sin embargo, le he oído decir que los premios son, a veces, armas arrojadizas. ¿En qué sentido?

-En el de que los premios son relativos siempre. No te deben nada más que permitir una reflexión breve sobre tu levedad. De alguna forma, cuando están premiando a alguien, están castigando a otro. Un premio está perjudicando a otros que, seguramente, entienden que se lo merecen tanto como yo. Me gustaría que este premio fuera compartido con todos los que, en silencio, aspirarían a ese reconocimiento que de alguna forma es la decisión de muy pocos.

-Pero siempre se agradece que le reconozcan a uno su labor.

-Por supuesto. Pero para mí, puestos a tener un premio, me gustaría tener el de doce millones de españoles que votaran a mi favor y dijeran "queremos que le deis este premio a Galiardo porque le tenemos cariño a pesar de sus miserias". Eso sí, es un premio de pequeñas decisiones que yo acepto en las pequeñas y grandes medidas que emocionalmente para mí significa que sea en Huelva y en un festival que tiene bastante identidad.

-¿Qué diferencia al Festival de Cine Iberoamericano de Huelva del resto?

-Los festivales, como muchas otras estructuras, han ido perdiendo la identidad, la razón por la que nacieron. En Huelva todavía se mantiene esa indagación, la búsqueda, el lanzamiento de productos de Iberoamérica, de nuevos realizadores... Es un encuentro innovador, un Festival que sirve no para aplaudir lo obvio, sino para indagar en lo desconocido.

-¿Cree que quizá en España está menos valorado de lo que se merece un festival de estas características?

-En este país no amamos lo nuestro porque nos despreciamos a nosotros mismos, como hemos hecho a lo largo de nuestra historia. No es envidia, como se ha dicho, es desprecio. Dejamos a un lado y no profundizamos en aquello que no conocemos. Y todo, porque en el fondo nos despreciamos a nosotros mismos. Nos damos unas buenas fiestas de langostinos y hacemos el amor de vez en cuando... pero eso no es quererse, es deslizarse por los instintos. Quererse es otra cosa.

-También está aquello de los intereses creados.

-Claro. Por ello no hay que esperar que en nuestro país haya un reconocimiento. Y éste habría que someterlo a un análisis (ríe), porque siempre hay unas 'extrañas' y, a lo mejor, secretas intenciones. No siempre, pero casi siempre.

-En qué lugar de su casa colocará este galardón.

-Casi siempre esto se lo dejo a mi compañera, María Elías, porque yo no tengo prácticamente estética. La he perdido para ganar en ética. Es un cambio que he hecho. A lo mejor podría tener ambas cosas, pero yo estoy en la búsqueda de mi ética. A pesar de lo barroco que puedo ser, mis grandes maestros, mis paradigmas los hallo en los estoicos: Séneca, Marco Aurelio... Nunca llegaré a ellos pero me gustaría.

-¿Por qué dice que es barroco?

-Porque todavía conservo ése barroquismo andaluz que me hace reconocer en Góngora un inventor de palabras... todavía ando entre Góngora y Quevedo, pasando por Séneca.

-Volviendo al redil, cuando a uno le empiezan a dar homenajes, ¿se siente un poco más mayor?

-Yo soy mayor de todas maneras. Tengo 69 años. Pero soy un peligroso mayor, porque tengo una gran salud y pueden tener un fiasco los que piensan que me van a enterrar. Según mi médico de cabecera, mis análisis de orina y mi encefalograma dan una longevidad peligrosa para los que puedan hacer conjeturas de otro tipo.

-Casi 200 películas, otras tantas obras de teatro, series de televisión... De su extenso currículo, ¿a cuál de sus trabajos guarda un cariño especial?

-Hay varios. Es cierto que hay una película hermosa al principio de mi carrera, 'Mañana será otro día', de Jaime Camino. Otra que se llamaba 'El arte de vivir', de Julio Diamante, un paisano gaditano... Y 'Stress es tres, tres', de Carlos Saura, con Geraldine Chaplin. Luego vino 'La canción del olvido', que dirigió Juan Orduña sobre una zarzuela para cine que me hizo muy popular. Sin olvidar una película extraordinaria, que es la que pongo como síntesis de todo: 'El Quijote'. Cuando un actor puede hacer creíble al Quijote como yo lo hiciera en cine, ya puede morir tranquilo.

-¿En qué medio se mueve usted como pez en el agua?

-En el teatro (rotundo).

-¿Qué tiene de especial?

-Que el planteamiento, nudo y desenlace de la narrativa, no me lo corta nadie. Es más libre. Mucho más, y más intenso.

-Dicen que se marchó a México en los 80 para deshacerse del sambenito de galán. ¿Qué hay de cierto en eso?

-No fue por eso, porque allí también hice de galán. Me fui porque era la salida natural, la huída del cine del destape en España, una época terrible en la que actores como Paco Rabal o Fernando Rey estaban al servicio de Nadiuska o Bárbara Rey. Huí para que no me convirtieran en un personaje pornográfico. Allí me lo pasé muy bien, lo viví con intensidad, y ningún marido o novio celoso me mató, así que no puedo pedir más.

-¿Se ha desprendido de la piel del seductor?

-¡Qué va! Lo soy por naturaleza y me encanta seducir al prójimo. Me encanta ser querido, reconocido, imagino que porque perdí a mi madre cuando era niño. Adoro las pieles de las mujeres. Son mi inspiración. Los hombres son compañeros de viaje, pero me inspiran poco.

-¿Con qué director de América Latina le gustaría trabajar?

-Con Aristarain. Pero sé que no represento un arquetipo cómodo de colocar en un reparto, porque no represento el mass media. Me tienen que crear un personaje. Federico Luppi, por ejemplo, es un galán cómodo, pero y soy excesivo. Pero por eso puedo hacer del Quijote o Fidel Castro. Pero esto no es una virtud, es algo muy jodido.

-¿Volverá a cruzar el charco?

-Sí, con un montaje del 'Avaro' de Molière, dirigido por Jorge Lavelli, que nace con el deseo de viajar por el mundo, no sólo a América, sino a Europa y Oriente.

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