Elecciones

El empate andaluz matiza el triunfo del PSOE en Granada

  • El PSOE aventaja a los populares en 8 puntos en el recuento de papeletas al Congreso y suma el 49,55 por ciento de los votos · El PP recorta a la mitad el triunfo socialista las autonómicas y empata a 6 diputados

Los socialistas revalidaron ayer su triunfo en la provincia de Granada, pero lo lograron con matices. Ganaron las elecciones al Congreso, al Senado y al Parlamento andaluz. Pero su amplia victoria sobre el PP en las elecciones a Cortes -que dio al PSOE cuatro diputados por tres al PP y tres senadores frente a uno-, quedó empañada por el empate con los populares a seis diputados autonómicos. Un borrón, pese a lo esperado del resultado. IU mantuvo su escaño andaluz. Desaparecen los andalucistas.

Aventajó el PSOE a los populares en 8 puntos en el recuento de las papeletas al Congreso. Pero el PP acortó a la mitad (4,71 puntos) el triunfo socialista en el recuento autonómico.

El PSOE sumó el 49,55 por ciento de los votos en las elecciones al Congreso de los Diputados, por el 41,77 por ciento del PP. Con ello, logró mantener los cuatro diputados en Madrid, frente a los tres del PP. Idéntico resultado que hace cuatro años y el más repetido desde 1993, con la excepción de las de 1996, cuando PSOE y PP empataron a tres y un escaño fue para IU, que ayer apenas logró el 5 por ciento de los votos.

Los socialistas aventajaron a los populares en las elecciones generales en la provincia en 8 puntos, más del doble de distancia de la que obtuvo ayer Zapatero sobre Rajoy. Pero lejos de los 14,43 puntos que le sacó al PP hace cuatro años. Y, aunque difícilmente extrapolable, dobló la ventaja que de su triunfo ante el PP en las últimas municipales.

En el Senado, victoria contundente de los socialistas que llevarán desde Granada a sus aspirantes, mientras que el PP se quedará con uno, el de su presidente provincial, Sebastián Pérez.

En el Parlamento andaluz, pese a ganar los socialistas con el 46,14 por ciento de los votos (con el 90 por ciento escrutado), por el 42,07 por ciento el PP, el reparto concedió un empate a seis diputados, por uno para IU. El mismo resultado que en 1994, cuando el PP logró su única victoria en la provincia. El PP cimentó su recorte en la capital y en el Área Metropolitana.

Para ello, apeló el PP al corazón -y también a la cabeza-, como rezaba su eslogan electoral. Pero el PSOE, sin que tuviera que escribirlo en pancartas, llamó a la emoción, algo más elevado, se presume, que el reclamo cardíaco popular en el complicado barómetro de los sentimientos. Y más, aún, si el edulcorado llamamiento del PP se enfriaba con una campaña oral un tanto hosca, que buscó la guerrilla con los socialistas en el charco embarrado en el que suelen acabar las acusaciones de presuntas corruptelas, con las que quisieron erosionar a María José López, la consejera de Justicia y Administración Pública, en la última legislatura, y quinta candidata socialista al Parlamento andaluz.

Eclipsada la campaña provincial por el duelo bipartidista entre Zapatero y Rajoy, y, en menor medida, por el de Chaves y Arenas, el PP de Granada, con todo por ganar, y emulando a sus líderes nacionales y regionales, tensó la cuerda en la provincia, espoleado por el resultado de las últimas elecciones municipales, en las que pese a la victoria global socialista, el amplísimo triunfo popular en la capital, en Motril y Guadix, infló el ego al PP, que creyó poder ganar a los socialistas, en lo que sería la primera en unas elecciones a Cortes y la segunda en unas autonómicas, tras las de hace 14 años, aunque entonces por tan sólo 0,35 puntos (1.502 votos).

Arriesgó el PP al apostar en su abundante cartelería, además de por Rajoy y Arenas, por su líder provincial, pero candidato al Senado; una inusual apuesta que enlaza con la proclama de Sebastián Pérez en las últimas municipales de hacer campaña como candidato a la presidencia de la Diputación.

Los socialistas granadinos, sin esconderse, también jugaron al ataque, pero con las armas que las legislatura nacional y autonómica creyeron firmemente que les proporcionaban, como mejor aval para revalidar su liderazgo provincial. Así, dejaron un tanto a un lado las propuestas -prácticamente inexistentes en las filas populares- y defendieron con orgullo la gestión. Sobre todo, en la sensible parcela de las infraestructuras y en los beneficiados en la provincia de las políticas sociales y los nuevos derechos adquiridos.

El PSOE también quiso marcar distancias del PP, con un "no es lo mismo", que pretendían simplificar el mensaje para hacerse entendible al máximo entre el electorado, y que llenaron, como cajón de sastre, de todo tipo de apelaciones: desde el talante, a la gestión, cercanía o ideología.

Al contrario que el efecto conseguido por los debates entre Zapatero y Rajoy, poco aportaron los ya imprescindibles cara a cara entre los primeros candidatos del PSOE y PP, salvo la consabida estrategia del acoso y derribo, frente a la defensa de la gestión. Y junto a ello, la posibilidad de descubrir para la política a la popular Concha de Santa Ana, y de confirmar el poderío político de Teresa Jiménez, llamada a formar parte del futuro Gobierno andaluz.

El hueco que dejó la ausencia de propuestas fue llenado por la tensión nacional de una campaña, abortada por el cruel atentado de ETA, abono excelente para el juego de las emociones.

Al final, victoria agridulce del PSOE y derrota, también agridulce, del PP, cuyo empuje no fue suficiente para ganar, elevado objetivo que se había marcado.

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