Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Chirigotas y chicotás

No es cuestión de beaterías, sino de sentido común para saber que cada celebración tiene su espacio y tiempo

Estamos en una tierra de contrastes, algunos muy contradictorios. Tanto es así que quienes prodigamos la noche -casi siempre por motivos laborales- hemos podido toparnos esta semana simultáneamente en la misma calle con una agrupación de carnaval con todos sus avíos y a una cuadrilla de costaleros en pleno ensayo. Así andamos, entre chirigotas y chicotás a paso cambiado.

El pasado Miércoles de Ceniza daba comienzo la Cuaresma y, como nos recordaba el pasado jueves en su columna Alberto Pérez de Vargas, así viene siendo desde el año 325, con el primer Concilio de Nicea. Como consecuencia de ello se supone que, a partir de ese miércoles, se abre cada invierno un periodo de cuarenta días previos a la Semana Santa en los que toca hacer lo que corresponde, de la misma forma que anteriormente tocaron los pitos, las máscaras y los disfraces.

No es cuestión de beatería, sino de sentido común para saber que cada celebración tiene su espacio y tiempo a lo largo del año y que no hay necesidad de mezclar churras con merinas cuando el calendario es sabio y ofrece posibilidades de sobra y sensatas para organizar las cosas mucho mejor. Y en esa tarea deberían empeñarse tanto los responsables de los distintos concursos carnavaleros como los regidores municipales, tan dados a dejar hacer y a no enemistarse con nadie. Salvo que se vaya a pedirles dinero.

Los carnavales en la comarca tuvieron hace años un gran seguimiento, pero la fiesta ha venido decayendo, con escasas señas de identidad y diluida por la fuerza del Carnaval de Cádiz, hasta el punto de que este condiciona sus fechas de celebración.

Las consecuencias saltan a la vista, con apenas cien personas en el patio de butacas del Florida, siendo generosos, presenciando las semifinales. Y gracias a que en su mayoría eran familiares de quienes estaban sobre las tablas. Una fiesta como el carnaval tan solo tiene sentido si el público participa de forma activa en él y lo siente como algo propio. Tal cual ocurre con la Semana Santa. Como bien apunta Ruben Almagro, a ningún presidente de un consejo de cofradías o hermano mayor se le ocurriría, por cierto y salvo riesgo de excomunión, aplazar su Domingo de Ramos una semana para poder ir ese día a Sevilla a ver la Virgen de la Estrella, pongamos por caso.

Es misión casi imposible, pero el Campo de Gibraltar debería apostar por organizar en las fechas correspondientes -como dios manda- un único y lucido certamen, con independencia de que coincida con las actuaciones en el Falla. Ello permitiría que las agrupaciones de la comarca compitieran entre sí cada año, en una sede rotatoria para que nadie se sintiera discriminado, y que el público animara más las salas cada noche.

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