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Canciones para María

  • El tenor asturiano Joaquín Pixán presenta un trabajo en homenaje a la escritora riojana María Lejárraga (1874-1974), figura relevante del Modernismo español de principios del XX

Nacida en la localidad riojana de San Millán de la Cogolla el 28 de diciembre de 1874 y fallecida en Buenos Aires a seis meses justos de convertirse en centenaria (el 28 de junio de 1974), María de la O Lejárraga García jugó un papel relevante en los medios literarios y musicales españoles del primer tercio del siglo XX, aunque la reivindicación de su nombre es relativamente reciente, pues la mayor parte de su trabajo apareció con la firma de quien fuera su marido, Gregorio Martínez Sierra. Más que de una imposición o un abuso por parte del esposo, la opción de publicar su obra con el nombre del varón debe entenderse como una decisión estratégica tomada por la pareja para conseguir la mayor difusión posible de su trabajo en un medio social en el que la mujer se encontraba con muchos obstáculos para hacerse visible como intelectual o escritora. Hoy se tiende a pensar que María es responsable de la mayor parte de su producción literaria conjunta, mientras que Gregorio asumió más a menudo el papel de director escénico.

María Lejárraga cursó estudios de Magisterio y profesorado de comercio y obtuvo en 1895 plaza por oposición en la Escuela Modelo de Madrid, pero su interés por el teatro la llevó pronto por otros caminos. Conoció a Gregorio Martínez Sierra, siete años más joven, y se casó con él en el año 1900, iniciando juntos una carrera que alcanza su primer hito en la fundación en 1903 de la revista Helios, órgano de expresión fundamental del Modernismo español. Los primeros éxitos teatrales llevaron pronto a la pareja a colaborar con los más destacados compositores españoles del tiempo, entre ellos Conrado del Campo, Pablo Luna, Joaquín Turina, Manuel de Falla o José María Usandizaga, por quien María confesó siempre un cariño especial, acaso por la prematura muerte del músico en 1915.

Hace un par de años, el tenor asturiano Joaquín Pixán (Cangas del Narcea, 1950) viajaba de Madrid a Sevilla "cuando escuché por radio una entrevista a Mari Luz González Peña (musicóloga, investigadora y jefa del archivo musical de la SGAE) en la que presentaba su estupendo libro sobre María Lejárraga. Me pareció tan fascinante el personaje que decidí dedicarle algún tipo de trabajo". Ese trabajo se ha concretado en este libro-disco que, bajo el título de María Lejárraga. Música emocional, música recobrada recoge un interesante artículo de González Peña y un CD con piezas vinculadas de un modo u otro a Lejárraga. Publicado bajo la marca Andante Producciones Culturales, S.L. gracias a la subvención del Instituto Nacional de la Mujer y la colaboración de algunas empresas, Pixán seleccionó el material teniendo en cuenta "la propia naturaleza de mi voz, pero también tratando de recoger un espectro lo más atractivo posible, teniendo en cuenta la cantidad de compositores de prestigio que pusieron música a sus textos".

Se recogen así las Dos canciones Op.3 de Julián Bautista (1921), Ayres, un ciclo de tres canciones original de María Rodrigo (1924) y dúos y arias de obras teatrales de Vicente Lléo (La tirana, 1913), José María Usandizaga (La llama, 1915) y Joaquín Turina (Jardín de Oriente, 1923). Dos de las más grandes figuras de la cultura española del siglo XX también están presentes. En primer lugar, Manuel de Falla, de quien se incluyen dos canciones no muy difundidas de 1914 (El pan de Ronda que sabe a verdad y Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos) junto a las celebérrimas Siete canciones populares españolas, cuya presencia Pixán justifica siguiendo a González Peña, para quien es segura algún tipo de participación de Lejárraga en la selección o la adaptación de los versos. En segundo lugar, Juan Ramón Jiménez, que tuvo una estrecha relación con la riojana (Andrés Trapiello llega a sugerir un amor blanco entre ellos) a la que dedicó en 1905 un poema titulado A María, que se ríe sobre una rosa mustia, al que ha puesto música la compositora Raquel Jurado (Córdoba, 1970), "con la que había ya colaborado en un proyecto anterior, en torno a la obra de Pablo García Baena", comenta Pixán.

Raquel Jurado encontró el texto "maravilloso, y muy adecuado a mi forma de trabajar, ya que hacía alusión constantemente a colores y sugerencias plásticas". La compositora cordobesa ha manifestado siempre gran inclinación hacia el arte flamenco. "El texto me pareció que se acoplaba perfectamente al palo de soleá y de hecho, como me fascina en particular Enrique Morente, me basé en algunos de sus cantes por soleá para configurar la melodía que, aunque aparece deformada, tiene retazos suyos". La obra, de unos ocho minutos de duración, está instrumentada para violonchelo, cajón flamenco y campana tibetana. "El violonchelo está concebido como guitarra acompañante. La peculiaridad es que va en scordatura, es decir, las cuerdas al aire están afinadas de manera diferente a la habitual, lo que permite armonías por cuartas que me interesan. La historia de la campana tibetana es más personal. Su inclusión tiene que ver con una experiencia acústica que me fascinó hace unos años. En Córdoba se celebraba la Noche blanca del flamenco y desde mi casa pude percibir la multiplicidad de eventos que se celebraban a la vez, apareciendo las melodías deformadas, mezcladas entre sí, como una especie de plasma sonoro que se mantenía en el aire. Esa continuidad sonora me recordaba al sonido penetrante de los cuencos tibetanos, con sus armonías extrañas, que en ocasiones no parece que provengan del instrumento. Por este motivo aparece continuamente el cuenco en la obra, como un continuum que a veces se oculta pero siempre está presente".

La pianista Rosa Torres Pardo acompaña a Joaquín Pixán en las Siete canciones de Falla. La también pianista Noelia Rodiles, la soprano María Zapata, la violonchelista Silvia Contreras, el percusionista Javier Rabadán y la propia Raquel Jurado con la campana tibetana completan la nómina de intérpretes de este trabajo, que es el primer monográfico que el mundo de la fonografía dedica a una riojana que, por causa de su condición femenina, tuvo que sacrificar la fama de su nombre a la extensión y difusión de su obra.

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