Contemporánea

"Cualquier forma de creación es válida si es honesta"

  • Tras un primer CD junto al pianista Enrique Bagaría, el violinista Alejandro Bustamante dedica su segundo álbum a música española contemporánea para violín solo

El violinista madrileño Alejandro Bustamante.

El violinista madrileño Alejandro Bustamante. / Michal Novák

Formado en España, Estados Unidos y Alemania, triunfador en su momento, y por partida doble, en el Concurso Permanente de Juventudes Musicales, Alejandro Bustamante (Madrid, 1986) es, ya metido en la treintena, una de las voces jóvenes que viene reclamando desde hace tiempo un espacio en el universo clásico de nuestro país. En su segundo álbum, registrado para IBS, muestra su compromiso con la creación española actual, un repertorio con el que se siente "muy identificado, pues llevo en contacto con él desde los 16 años; creo que aquí puedo aportar más cosas que en el repertorio más tradicional".

-Después de tanto años no le habrá resultado fácil hacer la selección de piezas para el CD.

-Fue muy difícil. Le di muchas vueltas. Una vez decidido que quería ofrecer una panorámica amplia, en la que convivieran varias generaciones y estilos diversos, tuve que hacer muchos descartes hasta quedarme con estos ocho compositores. Estiré al máximo la duración posible del CD, que roza los 80 minutos.

-Empieza con Rodolfo Halffter, un maestro nacido en 1900.

-Su Capricho me gusta muchísimo. Es la obra grande de un compositor muy reconocido, opción ideal para empezar el disco. Se apoya sobre todo en el vigor rítmico, que puede recordar a Stravinski. Es una obra muy difícil para el violín, pero a la vez está muy bien escrita.

-Atiende luego a músicos de la famosa Generación del 51.

-Eso es. Bernaola, Guinjoan, García Abril. Cuando José Luis García del Busto ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando me pidió que tocara Página de Bernaola. No la conocía y me encantó. Con los otros dos compositores tengo una muy bonita relación. A Joan Guinjoan lo conocí hace unos diez años cuando toqué en el Auditorio de Barcelona con Quique Bagaría su Retaule para violín y piano. Fuimos a su casa para trabajar la pieza y resultó una experiencia maravillosa. Conectamos muy bien desde el principio. Él me pidió rescatar su Concierto para violín y orquesta que se había estrenado en los años 80, pero no se había vuelto a tocar. Surgió la ocasión de hacerlo con la Orquesta de la Comunidad de Madrid y Antoni Witt en el Auditorio Nacional. Para mí supuso un honor, y desde entonces mantengo muy buena relación con él. Tensió es una pieza fascinante. Trata con muy diversos recursos, tipos de afinación, cuartos de tono, distintos golpes de arco… Es una lucha desaforada con el material, en la que se incrementa la tensión casi de manera insoportable hasta el final, a partir de un juego de células que se va transformando. Con el Díptico de Antón García Abril entramos en un lenguaje radicalmente diferente. Él nunca había escrito para violín solo, y esta obra le sirvió para investigar sobre las capacidades técnicas del instrumento como preparación para las Partitas que le había encargado Hilary Hahn. Son dos piezas, una más lenta y contemplativa y otra más vigorosa y virtuosística. Es una obra que tiene un gran componente lírico y que aprovecha de forma magistral todas las posibilidades técnicas del violín.

-Sigue la generación de los sucesores, más difusa cronológicamente.

-Sí, hay más de diez años de diferencia entre Salvador Brotons y José Zárate, con Jesús Torres entre los dos, y también son mundos compositivos muy diferentes. Et in terra pax de Brotons está escrita en un lenguaje más tradicional que el de Guinjoan. Nunca había tocado una obra suya, pero esta la recordaba porque la escuché una vez en un concierto. Compré la partitura y me enamoré de ella. Con la Chacona de Torres llevo conviviendo diez años, porque la elegí para el Concurso de Juventudes Musicales de 2008, en el que había que presentar una obra española contemporánea. Yo decidí tocar seguidas la Chacona de Bach y la de Torres, que la hizo inspirándose en Bach, aunque no tanto en la chacona como danza, porque ni siquiera está en ¾, sino en los recursos técnicos de Bach: muchos arpegios, mucho bariolage, algún re menor por ahí de fondo, aunque no sea una obra tonal… Es dificilísima y la quiero muchísimo. El de las dos Cantos de José Zárate es de 2016: fui testigo del progreso de su creación, y me siento orgulloso de que el estreno absoluto fuera esta grabación, no se había tocado ni en concierto.

-Y cierra con una compositora andaluza, María José Arenas.

-Quería cerrar con alguien de mi propia generación, y María José es sólo dos o tres años mayor que yo. Conocía Maktub I desde hace años, y me gustaba mucho. Es una obra de un fuerte contenido espiritual, que habla mucha de los anhelos de la autora.

-La variedad estilística de su álbum demuestra que el mundo de las vanguardias se ha flexibilizado mucho.

-Hubo un momento en que las vanguardias impusieron una sola manera de componer. Esas vanguardias aportaron muchísimas cosas, pero el arte tiene que ser libre. No hay una única manera de aproximarse a él. Cualquier forma de creación es válida si es honesta. Prefiero un compositor tradicionalista que sea auténtico, que refleje sus principios estéticos de manera fiel, a uno que por querer ser vanguardista se dedique a copiar a otros, que no refleje en su obra sus propias convicciones.

-Usted reivindica el disco como objeto.

-Sí, y soy usuario de plataformas digitales, por supuesto, pero en ellas no tienes por ejemplo el libreto del disco, ni las notas. Una de las cosas que más me enorgullece es que en este álbum los seis compositores vivos escribieran las notas sobre sus obras. Eso tiene un valor tremendo. Tener la palabra del propio creador hablando de cómo se concibió su obra. Además, un disco es hoy una carta de presentación casi imprescindible para el músico.

-¿Hay en España suficiente espacio para los músicos jóvenes?

-Muchos programadores buscan nombres conocidos, porque viven de llenar sus salas, y lo entiendo, pero una cantera de artistas sólo crece en escena. Un músico, por bueno que sea, no llega muy lejos si no puede tocar mucho, y no sólo por darse a conocer, sino porque todos crecemos en el escenario. Eso es crucial para lograr experiencias que no se adquieren de otra forma. Apostar por que los músicos jóvenes salgan a los escenarios es apostar por el futuro de nuestro arte.

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