Cultura

A por la décima

  • Tercera y última jornada callejera en el Monkey Week. El calor no arrecia, tampoco las sorpresas, del 'metal' a la cumbia eléctrica. Hasta la próxima.

Los canarios Texxcoco, durante su actuación en el escenario Happy Place X.

Los canarios Texxcoco, durante su actuación en el escenario Happy Place X. / Víctor Rodríguez

Cuando alguien le insinúe o, peor aún, le afirme con rotundidad, que el Monkey Week es un festival de música indie -sea lo que sea eso a estas alturas-, mantenga la compostura y procure contener la carcajada: si hay algo alejado de tan manoseado estereotipo sonoro es, precisamente, este invento que, hace ya nueve años, pusieron en marcha Tali Carreto y los hermanos Guisado, César y Jesús.

A lo largo de sus siete años en El Puerto de Santa María y de los dos que lleva instalado en Sevilla, el Monkey se ha empeñado justo en lo contrario, en mostrar a sus espectadores toda esa vida que bulle más allá de los lugares sonoros comunes de una escena clónica y repleta de clichés. Y toda esa bendita diversidad se ha constatado una vez más, y de manera particular, en su IX edición, que este sábado despedíamos agotados y felices.

La ruta callejera, una de tantas posibles, comienza en esta ocasión con los californianos The Teutonics sudando y haciendo sudar en el escenario Happy Place X. Da cosilla verlos enchaquetados con esta temperatura infame -sospecho que a su cantante debían de cocérsele los sesos debajo de su casco modelo pickelhaube-. Pero, oiga, ellos como si nada, a lo suyo, rock'n'roll con toques beat y actitud garajera.

Se impone un local climatizado y resulta que en Vinilo Rock Bar está actuando Antropoloops, el proyecto con el que Rubén Alonso (Las Buenas Noches) escarba en el folclore del vasto mundo para extraer samples con los que tejer un hipnótico tapiz imaginario. Y lo sugestivo de su directo no reside sólo en el carácter literalmente imposible de su música, sino en la pantalla que tras él revela en tiempo real la procedencia de las muestras utilizadas. De los cinco continentes (y porque no hay más).

De vuelta en la calle, la pista de coches de choque bota con el noise-rock noventero de los canarios Texxcoco, ahora afincados en Madrid y recientemente fichados por Subterfuge Records. Cuando lo peten, que lo petarán, usted podrá decir (o no) que ya los vio en el Monkey y que flipó con la contundencia de Adriana Moscoso y sus tres secuaces.

Aunque para dureza… Las gallegas Violeta Mosquera y Anxela Baltar, integrantes de Bala, vapulean al entregado público de Fun Club con las canciones-bomba de Lume, su segundo álbum. El dúo formato ahorro del día (ya sabe: guitarra, batería y voces) desata sobre el escenario una deslumbrante fiereza inequívocamente deudora del metal, pero también de aquellas bandas noventeras (otra vez) de las riot grrrls. Apabullantes.

Entre el punk neoyorquino y el post-punk que vendría después, los granadinos CopyCats se revelan en el Happy Place X como uno de los grandes tapados de la jornada (seguro que había muchos más, pero no se puede abarcar todo). El respetable agradece la urgencia de un repertorio sin tregua con mayor entusiasmo que el que le dedica, poco después, a los vigueses Basanta en el escenario Ron Contrabando. El quinteto liderado por Roy Basanta, antes en Blows, tira de iconografía pagana -túnicas, máscaras con cuervos de ciervo…- para imprimir carácter esotérico a una música que, francamente, no lo tiene: esto, aun con su correcta interpretación, es lo más cercano al indie al uso que servidor ha escuchado en todo el festival (que, como le habrá ocurrido a usted, no ha sido ni mucho menos poco). ¿Qué necesidad hay pues de toda esa parafernalia?

También de Galicia, en este caso de La Coruña, llega al Happy Place X una de las grandes sorpresas del Monkey. "Hay que ir a verlos. Han tocado hace un rato en el Espacio Santa Clara y la gente ha terminado haciendo la conga", me apuntan. Y cuánta razón. Esteban y Manuel es un dúo de cumbia eléctrica, con el inevitable toque autotune, que ya con su primera canción pone a bailar a la atestada pista. La razón es bien sencilla: resulta materialmente imposible no entregarse a esa cadencia irresistible, contagiosa. Prácticamente revisan de principio a fin su flamante primer álbum -La banda sonora de tu día (2017), de escucha recomendada, por no decir obligada- y consiguen terminar con algo mejor que una conga: el escenario completamente invadido de bailarines espontáneos. Dos orejas y rabo.

Comienza el tramo de fiestas de sellos y promotoras en salas (X, La Calle, Even…) y, a punto de tirar la toalla, quien suscribe se acerca a la del Colectivo Oh My Cat en Obbio. Bien hecho: los bilbaínos Vulk atacan allí el repertorio de Beat Kamerlanden, que a veces trae de la memoria a Television y otras evoca a Hüsker Du y el hardcore que no renunció al pop. Muy, muy grandes. Justo el tipo de descubrimiento que el melómano de trinchera le debe al Monkey Week y a la red de complicidades construida durante estos nueve años. Nos vemos en la décima.

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