contemporánea

"Me gusta dejar que la obra crezca como crece una planta"

  • La música para piano del compositor castellonense Ramón Paús es protagonista exclusiva del último trabajo discográfico de Eduardo Fernández, que se presenta en el sello Naxos

El compositor castellonense Ramón Paús vuelve al catálogo de Naxos con un álbum pianístico.

El compositor castellonense Ramón Paús vuelve al catálogo de Naxos con un álbum pianístico.

Autor de un catálogo ecléctico, que incluye obras para orquesta de jazz, piezas sinfónicas, de cámara, música teatral, coreográfica o para el cine, Ramón Paús (Castellón, 1956) está convirtiéndose en los últimos años en una de las voces españolas con mayor proyección internacional. Después de un primer disco con música para piano que registrase hace cinco años María Orejana para Sony Classical, es ahora el madrileño Eduardo Fernández quien presenta en Naxos un álbum con Piano en Arlés (2009), Piano al origen (2011), Piano astrolabio (2014) y Estudio para uracilo, un príncipe genómico (2016).

-¿Su larga relación con Eduardo Fernández está detrás de la selección de piezas para este disco?

-Él trabajaba con una agente, Rosa Kraus, que es amiga mía desde hace muchos años. Me lo presentó, vi que tenía una maravillosa versión de Iberia y Rosa me animó a que escribiera algo para él. De ahí salió Piano en Arlés y una excelente amistad. Llevábamos casi cuatro años dándole vueltas a la selección de piezas para este CD. Al final se cayó Piano Nigromante, porque el disco se hacía demasiado largo y optamos por dejarla para futuras grabaciones.

-Su música en general, y la pianística en particular, fluye con una gran naturalidad, con espontaneidad. ¿Qué significa para usted la forma?

-Hay varios tipos de compositores, unos a los que las formas les ayudan a estructurar el edificio y otros a los que nos entorpece. A mí siempre me apetece dejar que las cosas ocurran. He estudiado en muchos lugares y he sufrido mucho las ortopedias de la forma, pero llega un momento en que consigues volar libre. A mí me gusta dejar que la obra crezca como crece una planta, dejar que ella misma te diga cuál va a ser su estructura, pero para eso hay que estar muy atento y saber cuándo hay que cortarla, cuándo hay que dejarle espacio, tienes que ser un poco como un jardinero. Es mi manera más natural de trabajar. A veces me han encargado formas concretas; me pongo el corsé y las hago también. Soy muy aplicado para eso.

-¿La inspiración es siempre algo extramusical?

-Yo creo que es la propia experiencia la que va macerando la intuición de un músico. En mi caso suele ser casi siempre extramusical. Encuentro muchos motivos y muchas chispas para que la intuición se ponga en movimiento, respecto a emociones, a personas que te rodean, a los desastres que la vida nos va trayendo. Hay mucho material ahí. La música luego llama a la música, pero la chispa, la energía de activación, normalmente me la proporcionan de un modo natural situaciones estéticas y emocionales que no son necesariamente musicales.

-Pero tras la intuición es necesario el oficio, ¿no?

-Exacto. Primero es dejar que las cosas ocurran, y luego poner todo el conocimiento y la experiencia para ir haciendo crecer la obra en la dirección que tú crees idónea. Si no hay una idea que sea nueva y vigorosa, todo el conocimiento no sirve para mucho. Más vale que la idea de partida valga la pena para que luego se ponga la técnica a trabajar.

-¿Qué influencias reconoce en su música?

-Muchas. Empezando por compositores sevillanos del Renacimiento, como Morales o Guerrero. Hay un disco de cabecera para mí, Officium, aquel que grabó el saxofonista Jan Garbarek con el Hilliard Ensemble y música de Morales. Me parece maravillosa la idea esa de colocar una parte improvisada dentro de las voces. Me he reconocido siempre mucho en las canciones de Richard Strauss, en Ravel, en Bartók (sobre todo su Barbazul). Y de los compositores más modernos, he admirado la capacidad de Schnittke para fusionar lo abstracto y lo concreto sin prejuicios, de forma a veces muy insolente.

-Se habla también del jazz.

-Claro. Grandes pianistas de jazz, como Monk o Jarrett. Pero en mi música de piano todo eso está muy macerado. Hay muchos más elementos que él que yo haya pasado por escuelas de jazz. Lo que pasa es que alguien lo escribe una vez y luego eso se va repitiendo acríticamente.

-¿Tanto han cambiado las vanguardias? Hace unas décadas, usted, que además de música de concierto hace jazz o música para el cine y la televisión lo habría tenido muy complicado para prosperar.

-No ha sido fácil. Se han soltado un poco las cuerdas. Pero yo me encontré con auténticos talibanes que te iban dando las recetas de lo que había que hacer. Si no aceptabas la receta eras denostado. Ahora hemos entrado en un mundo más ecléctico, en el que todos los hallazgos del siglo XX, que son muchísimos, son asumidos de una forma más libre, sin necesidad de rendir pleitesía a ninguna corriente. Me siento mucho más cómodo aquí, pero no siempre fue así. He ido conquistando espacios de libertad. En la medida en que tu música es apreciada de alguna manera también aumenta tu seguridad. Pero me costó.

-¿El aumento de la presencia de su música en disco va en paralelo con su programación en ciclos y festivales?

-Fue antes lo segundo. El señor [Klaus] Heymann [dueño de Naxos] no me habría aceptado en esta serie de Spanish Classics si no hubiera habido antes un montón de actuaciones en el extranjero. Naxos no suele grabar mucha música de compositores vivos. Y en el caso de esta serie española hay un banquillo que sólo de mirarlo ya da miedo. Él acabó apostando por mí con un disco de música para viola que tocó Yuval Gotlivobich, un solista de una entrega increíble, con el que el año pasado fuimos sextos de ventas en el mundo.

-¿Los cuartetos para cuándo?

-El séptimo y último fue un encargo del CNDM, y me han dicho que quizá se podría tocar con los Stradivarius de la Casa Real. Me hace mucha ilusión. Estoy buscando un cuarteto para grabar la integral, así que aprovecho para decirlo, a ver si me salen novias. Tengo ya algunos candidatos, pero ahora estoy muy volcado en los discos recién aparecidos y en otros proyectos.

-¿Puede adelantarme alguno?

-El más inmediato es un Concierto para clarinete bajo y orquesta que estrena el 23 de marzo la Orquesta Nacional con Eduardo Raimundo de solista y Juanjo Mena. Espero haber hecho justicia a un instrumento tan maravilloso y a unos intérpretes tan extraordinarios. Si algo no funciona, el responsable seré yo. También trabajo en mi segundo concierto para piano, que escribo para Eduardo Fernández, y en una obra de gran formato para viola, pensada para Yuval Gotlivobich. No me faltan cosas.

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