El lanzador de cuchillos

El gol de Iniesta

Ha bastado el discurso del rey y la fuga de dos grandes bancos para que el independentismo se haya desinflado

El plan b del independentismo y del progrerío que le lleva las maletas es el diálogo. Parlem, nos dicen ahora quienes hace apenas una semana se ciscaban en la democracia con un referéndum de opereta y acusaban al Estado español de dictatorial y represor por ordenar a las fuerzas del orden que parasen el golpe. Ya saben, el falaz porras contra urnas. Que las porras fuesen legales y las urnas ilegales es lo de menos. Dialoguen es el nuevo mantra de la sedicente progresía española, que calló como lo que es cuando en el Parlamento catalán se silenciaba a la oposición y se pisoteaban los derechos políticos de la ciudadanía. Mediación, con sus observadores y todo, es lo que piden hoy Iglesias y sus monaguillos, faltando al respeto a la nación que, para desgracia de quienes la habitamos, aspiran a gobernar. Indepes, progres y chavistas unidos por su aversión a los símbolos españoles, -"España es una idea de derechas", ha dicho Almudena Grandes- nos quieren a todos vestidos de blanco, como si en vez de habernos echado a la calle a gritar contra el nacionalismo supremacista, hubiésemos sido invitados por Pocholo a una fiesta en Amnesia.

Han bastado el discurso contundente del rey -esa figura decorativa, a decir de algunos- y la fuga de dos grandes bancos de Cataluña para que la aparente victoria del independentismo se haya desinflado en unos días como una piscina del Toy Planet picada por las avispas. Y los rebeldes y sus palmeros -tan previsibles- han acabado apelando a la negociación y el consenso. Lo que sea con tal de evitar que la imagen de una España unida y plural se acabe fijando en la retina colectiva: prefieren que el Estado de Derecho pacte un empate imposible con el secesionismo xenófobo. Hasta Andrés Iniesta, el capitán manchego del Barça, se ha unido al coro de los que instan al gobierno -que, al parecer, existe- a negociar con los chantajistas las condiciones de su extorsión. No lo ha dicho así, pero le hemos entendido todos. El futbolista, que jamás levantó la voz para exigir cordura a los esperpénticos dirigentes de su club, se ha visto, sin embargo, compelido a pedir diálogo entre una nación europea con más de quinientos años de historia y los golpistas que quieren destruirla. Iniesta marcó el gol que cambió nuestras vidas y lo convirtió en leyenda. Desde la equidistancia y una pretendida buena fe, el mito de Fuentealbilla ha intentado ahora colarnos otro.

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