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La OTAN promete aportar los "más de 5.000" refuerzos que pide Obama

  • El secretario general de la Alianza Atlántica insiste en que "no nos vamos" del país centroasiático · Rasmussen aclara que el repliegue significa poner los cimientos a la 'afganización' del conflicto

"Ayuda y Cooperación". El lema de la fuerza internacional ISAF en Afganistán, bajo mando de la OTAN, escrito en pashtún e inglés en su emblema oficial, es un ejemplo elocuente de la renovada solidaridad entre la Alianza Atlántica y Estados Unidos.

Precisamente ayer, con el anuncio por parte de la OTAN del envío de "más de 5.000" efectivos adicionales para reforzar la misión estadounidense en Afganistán, el lema -pensado en principio como referencia a la ayuda occidental al pueblo afgano- adquiere un significado especial para los aliados militares de ambas orillas del Atlántico.

"No nos vamos (de Afganistán)". La frase contundente pronunciada por el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Anders Fogh Rasmussen, resume en pocas sílabas el mensaje de "solidaridad incondicional" de Europa con Washington. "Ésta no es una guerra exclusiva de Estados Unidos. Si queremos estabilizar Afganistán, todos tenemos que contribuir en el esfuerzo", subrayó el danés, quien hizo gala de una casi perfecta sincronía con el anuncio realizado por el presidente estadounidense.

Obama daba a conocer una noticia con la que se especulaba desde hacía semanas: el envío de 30.000 militares adicionales al país centroasiático, que se sumarán a los 34.000 ya desplegados allí para combatir contra la insurgencia talibán. A pesar de su premio Nobel de la Paz, el presidente afroamericano no ha tenido más remedio que rendirse ante las evidencias de que la guerra de Afganistán, al igual que la de Iraq, y por extensión la cruzada internacional que encabeza la potencia estadounidense contra el terrorismo islamista, no podrá ganarse a corto plazo ni, desde luego, en solitario.

La respuesta del líder talibán afgano, Qari Yusuf Ahmadi, de que "Obama verá desfilar muchos ataúdes de soldados estadounidenses muertos en Afganistán" no parece tranquilizadora para una opinión pública estadounidense -y europea- cada día más reticente a que las tropas permanezcan en el polvorín afgano.

Los hechos hablan por sí mismos: hasta la fecha son 850 los efectivos estadounidenses que han caído en el país centroasiático, desde que fue invadido en octubre de 2001. Y el temor es que un "suma y sigue" indefinido acabe -al igual que en Iraq- demostrando que algunas guerras (como la sangría estadounidense en Vietnam, entre 1958 y 1975) son imposibles de ganar, incluso para la maquinaria bélica más potente del globo.

Pero a pesar de la muestra concreta de solidaridad aliada con Washington, de las palabras de Rasmussen -y de las propias declaraciones de Obama- se lee entre líneas que ni en esta orilla del Atlántico -ni en la que baña la costa atlántica estadounidense- hay muchas ganas de permanecer en el convulso país centroasiático. Dejaba Obama meridianamente clara su voluntad de iniciar el repliegue de Afganistán dentro de un período de 18 meses.

Ésa es, precisamente, la palabra mágica que ha levantado dudas. Mientras algunos analistas entienden que el presidente estadounidense ha puesto un calendario concreto "para la salida" del volcán afgano, otros dejan la posibilidad abierta a que la situación interna quede asegurada plenamente antes del repliegue.

Consciente de las trampas de la semántica, Rasmussen hizo ayer de segunda voz en el coro, de amplificador -afinado- de Estados Unidos, al subrayar que no se trata de un abandono sino que se trata exclusivamente que tanto la potencia norteamericana como sus aliados de la OTAN hayan empezado a poner los cimientos para la afganización del conflicto.

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