Desde que el universo solar tiene más horas en el hemisferio nuestro jerezano nos damos cuenta de que las malditas sombras de Grey son una minucia comparada con las sombras perdidas de nuestro entorno. Que con tanto calor y tantas horas de sol todo se ve más claro. Hay muchas sombras que no vemos. Muchas siluetas que pasan desapercibidas porque ni miramos el suelo ni miramos para atrás cuando el sol nos regala la sombra de nuestro rastro. Hay demasiados olvidos y bastantes cosas a las que damos la espalda sin miramiento y sin vergüenza. No solo se da la espalda a lo bueno que venga de fuera, sino que vivimos dándole el culo a Cádiz y Sevilla. A la costa Noroeste y a la Sierra. A El Cuervo y a Torremelgarejo. De espaldas y ciegos a los avances que nos rodean. Jerez tiene otorgada la alcaldía perpetua a quienes no tienen visión de futuro. Como lo del pendón, pero con más consecuencias económicas y laborales. Vive de espalda a la Cartuja, no quiere saber nada de los yacimientos prerománicos, ni de las playas de San Telmo y para colmo se vanagloria en ello. Tiene en el olvido al centro histórico como si estuviese en cuarentena por peste. Y no sabe qué hacer con espacios que podían ser sustitutos de la desidia permanente como la plaza de toros, el circuito o el Hontoria. Dicen los eruditos, de estos que abundan por calle Larga, que se le da la espalda hasta al vino, el caballo y las viñas. En verano es cuando más se echa de menos iniciativas concretas que den vida y que aporten beneficios. En invierno todo se desvanece porque el frío hiela las mentes. Lo malo de todo esto es que en la noria en que estamos montados pasan los inviernos y los veranos y no hay nada nuevo sobre el tejado de zinc. Solo gatos y telas de arañas densas y luces de neón en grandes centros comerciales que son el otro ejemplo de gestión cortita, poco autóctona y sin proyectos de futuro. Parece que estar de espaldas salvando el propio culo es una religión.

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