Cultura

El Ballet de Víctor Ullate muestra su espectacularidad con 'Beethoven'

  • El público disfrutó de un espectáculo que fue de menos a más, contando con un final apoteósico · A lo largo de toda la obra suena, como no podía ser de otra manera, la música del compositor alemán

Se abrió el telón del I Festival de Danza Almería 2009 con el espectáculo Beethoven, del Ballet Comunidad de Madrid de Víctor Ullate. El Auditorio Maestro Padilla registró una buena entrada de un público deseoso de presenciar una obra que ha obtenido excelentes críticas desde que se estrenara en Madrid el pasado año.

No obstante, todo ello debía ser ratificado en tierras almerienses, que tan familiares empiezan a resultar para el coreógrafo aragonés. La obra transcurrió de principio a fin con música de Beethoven, como no podía ser de otra manera.

En la primera coreografía, Tres, del director adjunto de la compañía Eduardo Lao, se recreó la relación entre tres personas cuando una tercera aparece en ella, ya sea por amistad, amor u otro motivo. En la representación, un paso a tres, el bailarín del mismo, Dorian Acosta, no estuvo a la altura de las circunstancias, mientras que las dos bailarinas que conformaban el trío rayaron a un gran nivel técnico e interpretativo.

Aun así, con un escenario prácticamente desnudo, sobrio, las líneas trazadas por el triángulo amoroso, elegantes y académicas, dieron equilibrio a la sencilla iluminación y al ambiente. La combinación entre el clásico y el contemporáneo, anduvo revoloteando durante toda la interpretación, que durante veinte minutos introdujo al público asistente en la obra. A su finalización, inesperadamente, se anunció un madrugador descanso.

Tras el intermedio, el propio Víctor Ullate se convirtió en el protagonista de la noche con Pastoral, divido en tres actos coreografiados por el director y fundador del Ballet, y dedicados a Ángela del Moral, que durante los años de juventud de Ullate le supo dar la fuerza y el cariño suficientes para seguir adelante. Y vaya si lo consiguió.

De nuevo, encontramos con una escenografía sobria, de Paco Azorín, con un espejo en el techo, aunque no tan novedosa, ya que en más de una ocasión ha servido de elemento transmisor de los movimientos del escenario. Los tres actos fueron muy diferentes, viendo pasar las distintas etapas de la vida del ser humano.

En el primero, con un acertado vestuario de Ikerme Giménez, se simboliza la juventud, la niñez, donde el nipón Masayoshi Onuki brilló con luz propia, muy por encima de sus compañeros de reparto que interpretaron una coreografía, que aunque debía representar los movimientos infantiles, resultó ser un tanto escasa y limitada. Seguidamente, comenzó el segundo acto, tomando el relevo el amor y la madurez, que en un aseado paso a dos, con predominio del color blanco, emocionó a los presentes.

Fue un movimiento lírico, intenso, de línea neoclásica, acompañado por cuatro parejas más que contribuyeron a crear un ambiente de relajación, propio de la sabiduría y la experiencia del amor.

Lo mejor de la noche estaba por llegar, y vino al comienzo del tercer acto, cuando unos ancianos danzaban y jugaban como verdaderos chiquillos. La caracterización fue perfecta y la coreografía hizo creíbles los toscos movimientos propios de la vejez combinados con unos excelentes y precisos pasos que se fueron sumergiendo en el final, representado por la tempestad, las catástrofes y los tsunamis.

En el momento del juicio final, los ancianos renacen, vuelven a la vida y rejuvenecen embutidos en un traje asexual que resaltaba la figura humana haciéndola inmortal, eterna, ante la incredulidad de todos los espectadores que veíamos el resurgir de un nuevo mundo. Excelente epílogo. El último recuerdo de este excepcional acto, dibujaba a varios componentes del cuerpo de baile sentados como auténticos Budas.

El aplauso final de los asistentes fue subiendo de nivel conforme saludaban los protagonistas más destacados de la función, si bien estalló definitivamente cuando, primero Lao, y después Ullate, aparecieron junto a todos los componentes del ballet, en una larga ovación que se extendió al volver a abrirse el telón por segunda vez. En resumen, más luces que sombras para un espectáculo que sirvió de aperitivo de la intensa semana que se avecina con otros espectáculos incluidos en este primer Festival de Danza de Almería.

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