Cultura

Las figuras imaginarias de David Romero y Francisco Rovira se exponen en Meca

  • La muestra 'Goliat' se basa en la imaginería barroca española, con figuras mitad humana y mitad animal en forma de esculturas con aspectos de una realidad natural y cultural de este siglo

Meca Mediterráneo Centro Artístico celebra este año su XX aniversario. Con tal motivo está programando una serie de exposiciones de gran nivel. La última que además cierra sus puertas el próximo día 8 de mayo es la muestra Goliat, donde exponen su obra Francisco Rovira y David Romero.

Goliat es un proyecto cuyo soporte plástico y estético se basa principalmente en la imaginería barroca española, llevándola hacia retratos y personajes imaginarios (mitad humano, mitad animal) en forma de esculturas con aspectos de una realidad natural y cultural del siglo XXI.

El proyecto se amplía con obra gráfica que utiliza como fondo fotográfico para las esculturas de la serie, en este caso, fotografías desenfocadas emulando los trabajos del admirado fotógrafo alemán Gerhard Richter, siendo éstos mismos fondos fotográficos los que sirven de base para la realización de una serie de dibujos en grafito y carboncillo de las propias esculturas presentadas.

Goliat ratifica el tandem Francisco Rovira-David Romero como equipo creativo en sus múltiples disciplinas. Basado en el relato bíblico del combate entre el guerrero filisteo Goliat y el rey David y la lucha entre la fuerza y la técnica, las obras presentadas en la exposición Goliat demuestran una vez más la fusión de estilos y formas de expresión tan distintas que Francisco Rovira y David Romero suelen combinar en la totalidad de sus obras.

La técnica depurada y la terminación de las obras de David frente a la fuerza expresiva y el trabajo impulsivo de Francisco. Rovira-Romero es un colectivo multidisciplinar que ha utilizado la imaginería como base (su labor la realiza en Sevilla, ciudad de hondas raíces con el medio) para crear toda una iconografía de personajes, por un lado urbanos (a los que en su afán de veracidad aplican piercings y ojos de cristal, tal y como pudiera hacerse con la utilización de postizos en la imaginería española del siglo XVIII) o metamorfoseados por otro, donde los personajes de evidentes recuerdos fisonómicos barrocos entran en una especie de mundo onírico de mutaciones, fusionándose con otras criaturas familiares como puedan ser un perro o una oveja.

A través de estas perforaciones y de los tatuajes fluye la energía, encontrando conexiones que siempre han existido dentro de nuestra cultura y que ahora forman parte de nosotros.

Al igual que ocurre con los piercings, la mayoría de las personas piensan que los tatuajes son un hecho reciente, pero en realidad hace miles de años de la existencia de este arte, sin poder precisar exactamente cuándo se descubre.

Desde su origen fue una práctica mágico-religiosa relacionada con la creencia de la vida ultraterrena, o con el lado erótico, emocional y sensual del hombre. Se cree que el proceso del tatuaje era mucho más elaborado que en la actualidad, donde era un ritual que requería una preparación mental y espiritual del individuo, que tenía que demostrar valentía y madurez.

Todas las esculturas que se presentan en la exposición Goliat en Meca aparecen con la cabeza rapada como medio de distinción simbólico y estético, de forma que resalten los rasgos faciales al tiempo que refleje la renuncia al cuidado del cabello como acto vanidoso, con toda la connotación religiosa o militar que pueda llevar si lo entendemos como un rechazo al cuidado estético o acicalamiento.

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