Cultura

El arte de apechugar con la derrota

  • El tercer libro del autor madrileño es un tratado sobre la forma de asumir el fracaso en las diferentes edades de la vida, escrito con una narrativa llena de personalidad que confirma su enorme talento

No es fácil aceptar la derrota. Saber perder es un arte a cualquier edad, en situaciones dispares, en vidas que florecen y en otras que ya han iniciado el descenso imparable por la ladera del tiempo. A la derrota, el fracaso, la pérdida y la resignación anuda David Trueba los personajes de su última novela, a la que ha titulado así: Saber perder.

Como ya hizo en sus dos anteriores obras, Abierto toda la noche y Cuatro amigos, el amor es el gran protagonista del libro. El amor romántico y el desesperado, el que surge de improviso y el lascivo, el cariño del viejo y la pasión de la adolescente enamorada de la estrella del fútbol. Tampoco faltan el humor, ácido en muchas ocasiones, chispeante en otras, y unos diálogos fáciles de digerir a pesar de ser relatados por el narrador, por esa tercera persona que parece haber pasado de moda en la literatura actual. El mensaje es tan claro, lo que quiere contar es tan preciso, que la lectura resulta amena y perfectamente comprensible, con el ritmo adecuado -algo más lento de lo que en él es habitual-, atrevido y valiente, como la protagonista absoluta de la novela: Sylvia, una chica despierta y sensata que el día de su cumpleaños es atropellada por la estrella argentina de un equipo de fútbol madrileño. Ese accidente no sólo le dejará maltrecha una pierna, sino que la empujará hacia la vida adulta.

Sylvia es hija de Lorenzo, que cada día lucha por asumir el fracaso que ha supuesto el divorcio de su mujer, la pérdida de su trabajo y la traición de su socio y amigo. Es la derrota en la madurez, el volver a empezar con menos pelo, con más barriga, con menos hambre, con más miedo, con mucho miedo.

Los padres de Lorenzo, los abuelos de Sylvia, representan la resignación en la última edad. Leandro ve como su mujer se consume por un cáncer sin apenas quejarse, poniendo buena cara ante el tempestad que asola su empequeñecido cuerpo. El viejo mientras coquetea con la autodestrucción que para él supone Osembe, una prostituta nigeriana de pocos escrúpulos que le hará perder la cabeza, la cartera y la dignidad. En Saber perder no falta ni un crimen. No es un recurso fácil para atrapar al lector, es más otro síntoma de desesperación ante la injusticia, ante una derrota que cuesta asumir.

La madurez literaria de Trueba se deja notar con rotundidad en esta novela, la más redonda de las que ha escrito hasta el momento. Se vislumbra en el manejo, casi simétrico, que hace de temas tan peleados como el fútbol y la música clásica. Por supuesto que no estamos ante una novela de fútbol, pero el lenguaje argentino -perfectamente recreado por el autor- que los sabios entrenadores de Ariel Burano utilizan para trazar su camino, la descripción del alma del futbolista joven, de la estrella solitaria e incomprendida que no puede conquistar el corazón de la grada, es tan certero que engancha. Por desgracia el fútbol es un tema poco tratado por escritores con recursos, con excepciones de lujo claro, como la de Eduardo Galeano y su Fútbol a sol y sombra, imprescindible para los amantes de este deporte. Si el novio de Sylvia le sirve a Trueba para acordarse del balón, de un deporte tan extraño que puedes perder haciéndolo todo bien y ganar haciéndolo todo mal, las conversaciones entre Leandro y su amigo de la infancia Joaquín, célebre pianista con una incómoda tendencia a lo esnob, facilitan su glosa sobre grandes músicos como Wagner, Beethoven o Rachmaninov, otro perdedor incomprendido.

Saber perder no es una novela triste, aunque hay cierta amargura comprensible en algunos de sus personajes. Otros, como Sylvia, como su abuela moribunda, apechugan con lo que les toca con silenciosa sabiduría.

David Trueba ha creado una obra excelente y ha confirmado que, al menos literariamente hablando, es un ganador nato.

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