Lolita llegó ayer por la tarde al hotel y, antes de arreglarse para el estreno de El libro de las aguas, historia en la que interpreta a Lorenza -una mujer "de pueblo, con sus rencillas, amor y odios", según sus palabras-, debe descansar un rato. Son los tejes y manejes lógicos de la "vida de artista" que, casi irremediablemente, le deparaba el destino. Más de tres décadas después de sus primeros éxitos como cantante, nuestra confidente reconoce que, a pesar de su dedicación a la música, es el cine donde ha encontrado el aplauso más unánime. ¿Volverá a repetir críticas y premios, después de su recordada Rencor, ahora con esta nueva propuesta en la que, además, participa su hija, Elena Furiase, Chi lo sá?. El público, como siempre, tiene la última palabra…
-Creo que aún no ha visto el resultado final de este nuevo rodaje. ¿Se pone nerviosa cuando llega el momento de levantar el telón?
-No. En todo caso siento incertidumbre de estar a la altura del papel y de que a la gente le guste. Desde luego te ves más arrugas, más bolsas, los gestos, guapa a veces, fea otras…
-A los actores les gusta presumir de método… ¿Cuál es el suyo?
-El método Flores (risas). Made in me (risas). Bueno, dejarte fluir y sacar lo que tienes dentro. Buscas unos sentimientos parecidos en ti aunque reconozco que no me preparo ningún personaje. Leo el guión e intento entenderlo pero no me pongo delante de un espejo a mirarme.
-¿Le ha dado más satisfacciones la gran pantalla que su faceta musical?
-Sí. Después de 33 años, en la música no tengo el reconocimiento general. La industria no cuenta conmigo para ciertas cosas, mientras que, con la interpretación, he conseguido alcanzar un pequeño y sólido estatus. Sea como sea, seguiré cantando y, de hecho, preparo una recopilación de mis temas y gira.
-La que está arrasando es su hermana, Rosario, rozando un Grammy con la punta de los dedos…
-Sería el Grammy de toda la familia. Sabemos lo que cuesta hacer un disco y que funcione y se venda. Además, es una esperanza para quienes continuamos en esto…
-De todos modos, usted, si las ofertas escasean, las inventa. Ahora creo que anda con el diseño de joyas, ¿no?
-Es un paso más allá de las toallas. Me he asociado con un profesional al que le digo los modelos que quiero y él los realiza. Son piezas a un precio asequible para chicas jóvenes y señoras no tan jóvenes porque, lo de mayor, me suena fatal (risas).
-¿Qué opina al respecto su hija Elena?
-Ella no es de ponerse pendientes pero, sí, le gustan.
-En El libro de las aguas coinciden, ¿verdad?
-En planos generales pero no en escenas conjuntas. Ni una mirada, vaya (risas)
-Y en su casa, donde la matriarca, sus niños y su compañero, Pablo, se dedican a lo mismo, ¿todas las conversaciones giran en torno a la farándula?
-¡Qué va! Al contrario. Es de lo que menos se habla. Nosotros no tenemos problemas ni celos profesionales. Cuando se está seguro de la valía de uno, eso sobra.
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