Cultura

Nuestra mejor arquitectura

  • El Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea sólo introduce en su base de datos 119 fichas de toda la provincia de Málaga

El siglo XX ya es historia. No han pasado muchos años desde que lo dejamos atrás, aún nos cuesta a algunos el asumirlo, pero es un hecho que los calendarios de nuestros teléfonos móviles y laptops nos recuerdan cada día. ¿Y qué nos ha dejado? Pues en arquitectura nos ha abandonado en la más solitaria horfandad. En la pasada centuria disfrutaron de la tranquilidad que daba el abrigo del Movimiento Moderno, pero tales refugios ya no existen. Por otro lado, lo que sí que ha dejado es construcciones, y muchas. La Junta de Andalucía, a través del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, ha comenzado a hacer recuento y en la provincia de Málaga le salen 119 fichas, entre viviendas -bloques, chalets-, edificios públicos -colegios, centros deportivos, sedes oficiales- y diversos conjuntos arquitectónicos, como los poblados de colonización de Santa Rosalía o Nueva Aljaima, o secuencias urbanas como las de Paseo de Sancha o la Avenida de Pries.

Hay un poco de todo, y muchas ausencias. Apenas algo más de un centenar de referencias se antojan pocas para la provincia de Málaga. Aquí, en esos cien años, se ha construido muchísimo, y quizá no disfrutemos de una abundancia de maravillas, pero sí que existe una numerosa clase media y algunos bellos ejemplos de modernidad resultado de nuestros turísticos años 60 -hoy están sepultados entre anónimos y grises bloques que casi han destrozado aquel sueño californiano-.

Como esta mirada al siglo XX se hace desde el XXI, todo ha quedado registrado en internet. La base de datos de arquitectura contemporánea es una aplicación que recoge información sobre el patrimonio arquitectónico contemporáneo del siglo XX de Andalucía. Se nutre del Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea y del proyecto de Documentación de la Arquitectura del Movimiento Moderno MoMo Andalucía -se puede acceder desde www.juntadeandalucia.es/cultura/iaph-.

Casi todos los registros malagueños incluidos en la base de datos pertenecen a la capital, bastante más de la mitad: 73. No es que sean demasiadas, pero que Marbella sólo aporte 7 entradas no tiene explicación. Más allá de los criterios seguidos y de lo mucho que ha quedado fuera, lo interesante es observar qué se supone que vale la pena, qué es lo mejor de nuestra arquitectura del siglo XX.

De Málaga podemos encontrar que lo que es bueno es en su mayoría lo que sabíamos que se suponía que es bueno, lo que cualquier guía turística nos recomendaría: el Ayuntamiento de Málaga, la antigua Fábrica de Tabacos, el Banco de España, la antigua Casa Central de Correos y Telégrafos, el mercado de Salamanca, el hotel Málaga Palacio, la iglesia Stella Maris o el edificio de La Equitativa.

Por suerte, también es posible encontrar alguna sorpresa o construcción un poco más invisible. Algunas tipologías, como la de los centros escolares, depara agradables sorpresas. Así, la Universidad Laboral (Fernando Moreno Barberá, 1973) o el instituto Nuestra Señora de la Victoria y Escuela de Enfermería (Miguel Fisac, 1953 y 1962), brillan como ejemplos que merecen ser más reconocidos -y lo son realmente, al menos fuera de Málaga-.

También pretende esta lista del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico llamar la atención sobre secuencias urbanas consolidadas como las de Paseo de Sancha o Avenida de Pries, así como sobre un sueño incompleto como Ciudad Jardín, proyecto urbanístico revolucionario que también ha dejado como herencia algunas viviendas llamativas tanto por su calidad como por la originalidad, sobre todo en el contexto racional que se impuso en las siguientes décadas -el tiempo y el desarrollismo han sido injustos con aquel bucólico proyecto-.

En esta mirada hacia atrás se salvan de la quema algunas torres, como el hotel Málaga Palacio (Juan Jáuregui Briales, 1957) o el edificio Luz (César Olano y Carlos Verdú, 1967), uno de los bloques del odioso conjunto de La Malagueta. Otra feliz reivindicación es la del Garaje Catedral (José Luis Esteve Balzola, 1970), una construcción extraordinaria en el lugar equivocado.

En el campo de la arquitectura industrial, que en el pasado aquí floreció, la representación es más que escasa. La fábrica de azúcar El Tarajal (1930-1939) es un impresionante ejemplo, con su orgullosa y ya casi solitaria chimenea -quedan pocas en la provincia, y la mayoría están escondidas para que no las echen abajo- como hito de un conjunto de construcciones de ladrillo visto y con un orden compositivo muy riguroso.

Las injustamente escasas 46 referencias que el resto de la provincia ha incluido en esta base de datos nos dejan en la retina muchos hoteles y complejos turísticos de la costa y alguna curiosidad del interior.

Entre lo que pocos han podido ver destacan la Casa Rudofsky, una vivienda de Frigiliana que José Antonio Coderch firmó en 1970, aunque parece que el propio Rudofsky la ideó. También el Chalet Harnden (1959), una joya de Alhaurín de la Torre, es parte de la punta del iceberg que forman el ingente número de proyectos surgidos por el deseo de clientes foráneos de vivir en nuestra provincia, que nos ha dejado como herencia bellos ejemplos de arquitectura internacional.

Quizá sea demasiado obvio recordar que la arquitectura residencial de uso turístico es la más numerosa en la costa, pero esa es nuestra realidad -y hubo en tiempo en que no era algo tan malo-. Ejemplos hay bastantes en la base de datos: el hotel Don Carlos de Marbella, el conjunto residencial da La Nogalera en Torremolinos, los apartamentos Ópera de Fuengirola o el hotel Alay de Benalmádena. Hay más, y muchos más que aún no ha registrado el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, pero que quizá se sumen en el futuro.

Un repaso a las 119 entradas provinciales sirve para recordar algunos de los arquitectos que en esos cien años nos dejaron construcciones para recordar: Antonio Palacios Ramilo, Antonio Lamela, Miguel Fisac, José María García de Paredes, Robert Mosher (discípulo y ayudante de Frank Lloyd Wright), Luis Gutiérrez Soto, Rafael de la Hoz y José Joaquín González Edo. También han logrado ese honor nombres que están creando nuestra arquitectura de ahora mismo, como Luis Machuca o Juan Gavilanes.

Para dilucidad si nuestro pasado es glorioso o nefasto no sirve aún este incompleto registro, que todavía tendrá que afinar más con la lupa, sobre todo en la costa, un territorio que parece haber soslayado.

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