Análisis

nico garcía

Basta ya

Algunos animales tienen que desahogarse el domingo insulando a árbitros y entrenadores

Un grupo de aficionados (...) se acercaron hacia el lugar donde me encontraba en actitud violenta y amenazante, dirigiéndose a mí en los siguientes términos: "eres un sinvergüenza, árbitro comprado", llegando a empujarme levemente uno de estos seguidores", escribió Manuel Hernández Hernández en el acta del encuentro entre el Diocesanos y el Bosco de Arévalo, partido de prebenjamines de Ávila. Con los valores tan bonitos que se aprenden del fútbol, actos como este van a terminar por darle razón a aquellos que piensan que este deporte saca la versión más primitiva de las personas, si es que estos individuos se pueden calificar dentro del término 'persona'.

Son tantos los casos que se dan que hasta pierden el criterio de novedad, viéndose como algo normal. Pero no es normal que esto ocurra. En ningún partido, pero menos en uno de niños de siete y ocho años. Lo que ocurre es que hay algunos animales -mejor este término- que tienen que desahogarse el domingo de turno realizando una triple labor: árbitro, entrenador y jugador.

Quizás no han cogido un silbato en su vida o no han estudiado ningún curso de lo segundo, pero tienen que sacar su vena de futbolista frustrado, exponiéndolo en el partido de su vástago de siete u ocho años, mientras demuestra que es el más chulo de la manada. Si por el que suscribe fuese, entrenamientos a puerta cerrada. Si en el colegio, el padre no está en una clase, ¿por qué sí en la de fútbol? Y al mínimo insulto en los partidos, sanción sin poder entrar al recinto deportivo. ¡Insulto incluso a los niños! Uno de siete años de mi equipo me sopló después de un encuentro que un padre del otro club le insultó. ¡Siete años! Porque no me enteré y me lo dijo al acabar. Si no, ese encuentro no se continúa hasta que ese personaje se va de la grada.

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