La selección estará en Rusia 2018. El combinado nacional nos ha acostumbrado a normalizar este hecho hasta el punto de sumar su undécima presencia consecutiva en un Mundial y su vigésimo torneo continental desde 1978, solo superado por Alemania, con 21. En este periodo, España solo se ausentó de la Eurocopa de Suecia en 1992 tras una calamitosa fase de clasificación. Este hecho nos hace valorar más que ahora los nuestros logren, sin apenas apuros, el billete para las competiciones más espectaculares del mundo del fútbol. Selecciones con un bagaje histórico mayor que el del combinado nacional como Italia, en el grupo de España, o Argentina, están teniendo más problemas para certificar su presencia en Rusia. El caso de los sudamericanos llama especialmente la atención. Sampaoli, un técnico que siempre apostó por el fútbol ofensivo y combinativo, se ha transformado en su selección para continuar con la línea de mediocridad a la que ya se han resignado los aficionados de la albiceleste. Ante Perú, el pasado jueves, jugaron Messi y 10 más. O, mejor, Messi y 21 más. Porque ni siquiera los peruanos parecían tener un afán mayor que aguardar a que el futbolista más talentoso del mundo agarrara la pelota para ir cual fieras salvajes a cortar la jugada. El encuentro, como si de un capítulo de Oliver y Benji se tratara, solo avanzaba cuando el verdadero protagonista conducía el balón. Messi logró dejar a sus compañeros solos frente al portero hasta en cuatro ocasiones, pero fallaron en boca de gol. Se intentó asociar, pero sus paredes no regresaban como él esperaba. Se volvió individualista por momentos, fruto de la desesperación, pero el tener hasta a cinco defensores peruanos encimándole le hizo imposible la machada. Lanzó a portería, pero el palo repelió su intento. No pudo hacer mucho más porque lo hizo casi todo. Argentina se juega la vida ante Ecuador. En España ya disfrutamos de una clasificación lograda a falta de una jornada. Una machada que ya no se valora porque la normalidad no se celebra. Mientras otros sufren, aquí nos enredamos con absurdos debates sobre la figura de Piqué. Abuchear a uno de los mejores defensores del mundo y a un jugador comprometido con la selección es nuestro mayor problema. Cosas del primer mundo.

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