Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG, está tan forrado que supongo que puede permitirse casi cualquier cosa. Alguien que ha reventado este verano el mercado de fichajes para siempre, pues supongo que tiene la sangre fría (o la poca vergüenza) de sentarse delante de las cámaras, mirar fijamente y afirmar sin pestañear que entre Neymar y Cavani no hay problema ninguno, que son los medios de comunicación los que malmeten. Y se queda en la gloria el tío. Como si medio mundo no hubiera visto con sus propios ojos cómo los egos de ambas estrellas se enfrentaron por el lanzamiento de aquel penalti.

En fin, que es muy fácil culpar a los periodistas, porque, total, qué sabremos nosotros. Pues no, señor Al-Khelaifi, los que trabajamos en esto somos profesionales que cumplen con su labor de informar. Y no nos dedicamos a inventar ni a mentir. Casi nunca.

¿Pero, cómo culparle? El dueño del PSG ha recurrido a la salida más fácil: echarle la culpa a alguien que se presta fácilmente a que le encasqueten el muerto encima. Porque parece que Neymar ha descubierto ahora la vida nocturna, que le gusta el dinero más que a su padre y que es un niñato malcriado justo cuando ha fichado por el PSG. La prensa, sobre todo la catalana, se está esforzando mucho en dejar claro que el astro brasileño es una oveja descarriada y que ha hecho mucho bien al Fútbol Club Barcelona con su salida rumbo a París.

No, compañeros, Neymar no nació ayer y ya era un perla durante su estancia en nuestro país. Es solo que tampoco interesaba airear sus trapos sucios tanto como ahora, que hay que hacer como que su espantada no es tan traumática. Y que conste que yo en eso estoy de acuerdo. El Barça ha perdido un grandísimo jugador, pero a la larga se ha quitado un gran problema de encima. Problema que ahora pasa a ser de Nasser Al-Khelaifi, pero ya ves tú a él y a sus millones.