Si el equipo está donde está a estas alturas de temporada es por mérito, tanto de jugadores como de cuerpo técnico, que son los auténticos responsables e la trayectoria de un equipo al que parece que se le ha olvidado ganar partidos y que se ha metido en una dinámica muy peligrosa, la misma que en su día se llevó a Luis Miguel Ramis. La afición bastante hace con ir al estadio sea el día que sea y sea la hora que sea. Siempre va a estar ahí, apoyando, empujando, pero no puede hacer más, o sí, como el otro día, protestar y mostrar su enfado por el pobre partido que estaba haciendo el equipo, pero poco más.

De nada sirve que acudan mil o diez mil si los que tienen que correr y pelear en el terreno de juego contra el rival no son ellos, si no los jugadores. La afición no puede decidir quién juega o quién no lo hace, porque para eso hay un entrenador que es el único que tiene esa potestad.

La afición no puede evitar un gol, o sacar buenos centros al área o rematar con acierto sobre la portería rival, pero si los jugadores que son los que vestidos de corto y con el uniforme del equipo saltan al terreno de juego. Ellos son los responsables, para lo bueno y para lo malo, de la trayectoria del equipo.

El equipo no va y sólo hay que ver los números. Desde que se le ganó a la Cultural en el Estadio, han pasado casi dos meses, concretamente siete jornadas y desde entonces, sólo tres puntos sobre veintiuno posibles ha sido capaz de sumar. ¿Tiene la culpa la afición? El equipo ha visto cómo con el paso de las jornadas se ha ido consumiendo esa fantástica ventaja que tenía sobre el descenso, hasta dejarla reducida a dos puntos, con los consiguientes nervios e incertidumbre de cara a su futuro. ¿Tiene la culpa la afición?

Alguien está claro que está fallando o no está haciendo las cosas bien y ese alguien es quien tiene que reaccionar y darse cuenta que la liga se está acabando y que los puntos que se han perdido ya no volverán.

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