Estadísticamente un triunfo vale igual en la jornada quinta que en la trigésimo segunda. Pero igual de cierto es que estadísticamente no es lo mismo vencer al Mallorca o Mirandés que imponerse al Levante por eso de hacer que un rival directo no sume. Estando a martes sería más lógico que estas líneas versasen sobre lo vivido anteayer, con esa cuarta victoria consecutiva en casa, siendo el tercer equipo que más goles anota en su feudo. Es brutal el Almería que se está forjando en el Mediterráneo, ganando incluso por inercia, con esa sensación de equipo que sabe que no se le va a escapar nada. Sensación opuesta a la de la UDA visitante. Sin embargo, aunque todavía resten cinco días, sería clave que el plantel tenga ya sólo entre ceja y ceja el choque ante el Mirandés. Tiene una importancia capital por diferentes motivos. Uno es el expuesto, sumar tres puntos impidiendo que un rival directo lo haga. Después está el refuerzo que supondría en el plano anímico. Un triunfo en Anduva significaría poner fin a la mala racha de trece salidas sin ganar, una victoria en los últimos 37 desplazamientos (17 de abril en Ponferrada). Toca trabajar psicológicamente con esa mente de los rojiblancos visitantes. Imponerse al Mirandés sería pura terapia de choque. Realmente un empate bastaría para que el Almería se tomase las uvas fuera del descenso, con lo que ello supone en este aspecto psicológico. Pero hay que ir más allá. Con un Mirandés que sólo ha sumado cuatro puntos de los últimos 27, la situación es propicia. Si esa igualada vale para pasar la Navidad fuera de la quema, encadenar la segunda victoria consecutiva significaría un auténtico punto de inflexión, catapultándose en la clasificación. La baza de quién esté más pendiente de las vacaciones navideñas posteriores al duelo será clave. No son sólo tres puntos lo que hay en tierras burgalesas.