Lo tenemos todo

No se me escapa que en los tiempos que corren decir que se tiene todo es mucho decir, demasiado decir

Este tenerlo todo y, sin embargo, no estar satisfechos es un planteamiento que me ronda desde que no hace mucho alguien me relatara con voz derrotada y mirada ausente que su supuesta vida plena y feliz se le había ido por el retrete al poco de casarse sin habérselo ni olido. Se preguntaba cómo podía ser posible que teniéndolo todo, ese todo pintado de purpurina descrito en innumerables guiones romanticones con casa, jardín, perro, coche y viajes varios, que luego llegan a incautas retinas esparcidas por el mundo, no había sido suficiente para alcanzar el nirvana matrimonial. Tal extrañeza y desorientación me llevaron a pensar, una vez más, cuán embebidos estamos de ideales que suelen tender a la acumulación y el consumismo. Puede que en la intimidad de sus soliloquios mentales esta criatura se preguntara si en ese tenerlo todo se le había escapado algo, puede que atisbara un resquicio de realidad más allá del cuento soñado. Nunca lo sabremos. Es lo que tienen los soliloquios. Y no por su carácter interno, sino porque aquello que nos huele a metedura de pata propia no nos entusiasma airearlo. No se me escapa que en los tiempos que corren decir que se tiene todo es mucho decir, demasiado decir. Claro que tal aspiración, como dije, suele ir asociada a pertenencias de todo tipo, incluidos seres vivos. Así no me extraña lo más mínimo que uno se quede como si le dispararan un flash en plena cara cuando aun teniendo ese todo señalado como ideal se encuentra con una pérdida no calculada. Y ni por esas atendemos a la alarma. Ni por esas echamos el freno. Antes de darnos un respiro para reflexionar nos lanzamos como aves de presa ávidos de la nueva aventura, o como dirían Gema y Pavel "hasta que bajo el neón de la calle encontremos la primera vez otra vez y otra vez", sin retroceder para tomar perspectiva, sin meditar sobre el alcance veraz de lo que estamos convencidos que significa tenerlo todo. En situaciones como esta, "todo" es una palabra incompleta o, como poco, un seductor narcótico que nos convence de que la felicidad está en marcar todas las casillas del formulario establecido como ideal, y ay de ti si alguna queda sin rellenar, porque te puedes pasar el resto de tus días preguntándole a la esquiva fortuna por qué le caes mal sin mirarte al espejo y preguntarle al reflejo si quizá, tal vez, puede, es posible que le viniera bien una revisión al formulario.

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