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Tú a estrenar ese nuevo lounge bar y olvídate del bar eterno, del que no hablan las guías de la ciudad

Si yo fuera como se debe ser estaría todo el día dando la paliza con el compromiso, la honestidad, la honradez, la equidistancia y los golpes de pecho. Haría mi gesto solidario y luego a la feria, a jincharme de rebujitos. Me levantaría tarde y me iría a desayunar a sitios pijos para dejarme ver. El desayuno en casa y temprano es una ordinariez propia de gente cutre, como yo, y para demostrar que no se es un pringao aunque se esté en las últimas siempre hay para un desayuno de bar a media mañana. Desayuno de medio funcionario, de rancio abolengo en las mañanas de agosto patrio. Si yo no fuera un desertor del río que arrastra a todo el mundo hacia las vidas, que son el mar, que es el vivir, no me encontraría con tempraneros alcoholes en gargantas de paso. En el arrabal cercano a la vía del tren, justo al lado de donde venden cosas de lance, las gargantas de paso inician el día cantando y bebiendo coñá, entre retratos de Franco y anaqueles con escarapelas y adornos de bar de carretera, en la vieja carretera de Sierra Alhamilla, al lado de naves abandonadas y polígonos sin suerte, bares donde la gente fuma y se aposta con varios paquetes de tabaco, rubio, negro y rubio, uno sobre otro, donde aún no han llegado las leyes, ni llegarán, lejos de las terrazas de madera fina con banderitas y cordeles. Donde no saben de monsergas, y cogen el perro y al coche, a empezar la faena. Si te pierdes algún día por esa carretera de ciudad, paralela a las vías de tren amuralladas, no entres nunca en este sitio, no mires sus paredes, no mires sus fotos y sus mimbres vetustos, no cruces miradas con los extraños, no bebas su café, ni mejor ni peor que la mejor cafetería, a esa que vas para que te vean y respirar el aire puro social. Tampoco iría a un bar de la Plaza del Quemadero, a esperar la hora acordada, llena de barrio, a meterme en otro sitio de lance. Yo que tú me iría a la feria de rebujitos y vacaciones de agosto, o a hacerme fotos interminables. Al señor con perro que cantaba flamenco a las ocho de la mañana en el bar lleno de fotos de Franco de la vía del tren nadie le decía nada, entre anises en copas con arandelas rojas. Tú a los mojitos y a los rebujitos. Tú a estrenar ese nuevo lounge bar y olvídate del bar eterno, del que no hablan las guías de la ciudad. Han tirado los cohetes, han caído las primeras gotas, ha salido la Virgen, es la hora de lo mismo de siempre.

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