La tapia del manicomio

4 x 4 = 16

Y para gilipollas de grado uno, el ratero que se cayó por una claraboya cuando intentaba robar en un inmueble de Níjar

Demasiada paciencia tuvo el jefe de sala del 112 la noche de la nevada con los cuatro niñatos del cuatro por cuatro, los que subieron en traje de verano al Angliru, en plena tormenta, con el puerto ya cerrado. Como el suceso ha sido muy divulgado, nos limitamos a elogiar al mencionado jefe de sala, que demostró más paciencia que el santo Job.

Cuando les resolvió la multiplicación -cuatro por cuatro, dieciséis- es porque estaba hasta los mismísimos de las demandas de aquellos irresponsables, cuyo mayor argumento para justificar la situación en que estaban, era que llevaban un "4 x 4". Lo que, naturalmente, da derecho a todo, ya que el doble diferencial permite subir al Everest en mangas de camisa. Si es que sabían como se maneja ese sistema de tracción. Y es que está de moda comprarse un SUV.

Su actitud se resume en la frase "Sois salvamento, tenéis que sacarnos de aquí". El cóctel que caracteriza a una buena parte de la sociedad actual es chulería, ignorancia y derecho a todo. A todo, menos a pagar impuestos y a hacer algo útil que no sea solo para engordar el ego de uno. Tienes derecho a 50 megas, te mereces la luna, porque yo lo valgo…porque soy un gilipollas.

Y para gilipollas de grado uno, el ratero que se cayó por una claraboya cuando intentaba robar en un inmueble de Níjar. Lo de cipote no lo decimos porque se cayera, que eso le puede pasar a cualquiera, sino porque llamó a la Guardia Civil para pedir ayuda. Es un caso extremo de lo que venimos diciendo sobre la costumbre actual de pensar que tenemos derecho a todo.

Se ve que para el ladrón, el derecho al rescate público es absoluto, igual que lo pensaban los cuatro "montañeros" del cuatro por cuatro. En el caso del ladrón, ese derecho está por encima de la pura lógica que le debió indicar que lo iban a trincar y que lo mejor hubiera sido llamar al 061, ya que estaba magullado por la caída del tejado al cuarto de aseo. Pero, igual que los avezados alpinistas se negaban a bajar andando un par de kilómetros, prefirió quedarse en el sitio.

En su descargo hay que decir que estaba encerrado en el local y no podía salir. O puede que sí fuera consciente de que la Benemérita lo iba a detener, pero que tuviera la seguridad de que primero lo llevarían a curarlo y después al juez, que lo iba a soltar nada más tomarle declaración.

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