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No suele ser película de gusto de personas que han pasado por una separación o un divorcio traumático

La semana pasada he visto dos veces la película Kramer contra Kramer. Me gusta. Recuerdo que cuando salió, en 1979, y ganó cinco oscars, en la tele decían: cinco oscars para una película para llorar. Yo la he visto varias veces y nunca he llorado. No suele ser película de gusto de personas que han pasado por una separación o un divorcio traumático, pero una gran película es una gran película y esta es una gran película. Es una gran película porque al verla la gente piensa que eso ha pasado o está pasando de verdad. En cada escena está la ciudad, los continuos taxis, los apartamentos claustrofóbicos, el éxito y el fracaso. Pero yo también voy cayendo en ese escrutinio revisionista que analiza todo bajo la óptica de la caza y captura y su posterior quema en un auto de fe público, con capirote de estampa goyesca con saco de lana y sambenito incluido. Si escudriñan la película con atención, el señor Kramer, Dustin Hoffman, en un momento de euforia besa apasionadamente a una desconocida que está en una fiesta de empresa, tras conocer que ha conseguido el puesto de trabajo. Para qué queremos más. Casi cuarenta años más tarde de la citada escena Dustin Hoffman se ha incluido en la lista negra de los abusadores sexuales del pasado. Yo, la verdad, he visto muchas veces esta escena y jamás me ha llamado la atención pero con la óptica actual ya la considero casi escandalosa. Mientras se engrosa la lista de herejes del abuso sexual por parte de los hombres a las mujeres y se empieza a recomendar no ver sus películas e ir preparando el lápiz censor que tanto añoramos. Y ya estaba tardando lo de Woody Allen al que incluso están pensando no distribuir su nueva película. Dentro de poco para publicar, exhibir, presentar o distribuir cualquier obra de arte se exigirá un certificado de pureza abusadora, un pasado sexual perfecto. Y todo el que puede arrima el ascua de la hoguera purificadora a su sardina y como no se puede legislar específicamente (o a lo mejor sí se puede, ya puestos) pues vamos a por el piropo y a hacer campañas para eliminarlos de la calle. El piropo soez, claro. Y por qué no vamos también a por los chistes. Hagamos una campaña para eliminar los chistes machistas, racistas, xenófobos, homófobos, en contra de lo animales o simulando discapacitados en las quedadas para tomar cervezas de los amigos. Eliminemos también los chistes malos. Como este, por ejemplo.

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