La tapia del manicomio

Barrilas y troleros

Todo se reduce a la reiteración cansina, mascona y redundante , cuya única diferencia es el tono y el volumen de las voces

La vida nos va llevando por un sendero pedregoso, y no nos referimos a las dolencias propias de la edad, ni a las crisis económicas que no cesan, ni al cambio climático, ni a la crudeza de los inviernos. Se trata de la lucha diaria con la multitud de coñazos que nos asedian, sobre todo los más recurrentes. Hay noticias que van y vienen, pero resultan insoportables con la reiteración. Últimamente se disputan los primeros puestos del "hit parade" la disquisición sobre si hay que echar o no a Zidane, si Puigdemont debe estar o no presente en su propia elección, si Trump debe aceptar o no el váter de oro macizo del Guggenheim y si los informes del Consejo de Estado son tan vinculantes como los de los letrados del Parlament. Hay materia para el debate, y se practica tanto, que ocupan grandes espacios en los medios de comunicación, colapsan las redes sociales y, lo que es peor, las redes neuronales del personal. Íbamos a escribir "personal pensante", pero la realidad es que estos debates hacen mucho ruido pero suelen aportar escasas ideas originales; todo se reduce a la reiteración cansina, mascona y redundante , cuya única diferencia es el tono y el volumen de las voces de los "dialogantes". Debe ser por la hipótesis extendida y verificable de que el que más berrea es el que más razón tiene. Y que una mentira muy repetida se la cree mucha gente. O sea, que el mulo que más coces pega y rebuzna más alto es el más razonable. Así que a ese es al que hay que seguir y obedecer.

Uno se pregunta en qué medida puede afectar a su vida que Zidane siga o no de entrenador del Madrid. O que Trump cague en vasija de oro o pea en botija, aunque es verdad que muchas de las demás cosas que hace o dice nos acaban perjudicando. Por el contrario, que pongan o dejen de poner al "Puchi" poco nos va a afectar en la vida diaria, da igual que nos caiga gordo o que seamos fervientes catalano-xeno-fascistas. Que los periodistas profesionales se ocupen de estas coas con tanta profusión se explica porque tienen que ganarse la vida. Pero la multitud de desocupados que inundan las bandas cada vez más anchas de comunicación virtual, ¿qué leche ganan con tanto ruido? Porque ni siquiera pueden abanicarse el ego, ya que suelen ser anónimos. Como las legiones de "trolls" que en español tienen una fácil denominación: troleros.

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